Sin sentido

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Pidge sintió el sudor ser expelido por cada poro de su cuerpo mientras la paladín verde se sentaba en los maceteros frente a ella, por alguna razón solo podía pensar en los mensajes de pantalla que aparecían cuando había un fallo del sistema operativo de las computadoras, como si su propia psique tuviera "un fallo inesperado".

La paladín Trigel por su parte no le despegaba la vista con una sonrisa, esperando paciente a que la chica diera señales de vida

— Las estrellas en este planeta son tan diferentes a las que conozco — comentó con un aire nostálgico mientras alzaba la mirada al firmamento —. Lo grandioso de viajar por el espacio es poder mirar todos estos lugares que pocos han explorado.

Pidge se sorprendió por la filosofía tras las palabras de Trigel y miró el cielo junto a ella. Quizá la joven podría decir el nombre de cada una de las constelaciones del cielo de memoria, pero había trillones de estrellas en el cielo, billones de galaxias, quizá nadie en el universo podría aprenderse el nombre de todas y cada una. Así que entendía a la paladín, el universo era algo fascinante.

— ¿Hacia dónde queda su hogar? El cinturón de Dalterion — preguntó la chica que había olvidado su vergüenza al ser hipnotizada por las titilantes luces de la bóveda celeste.

Trigel miró el firmamento buscando con la mirada hasta que señaló a un lugar que Pidge identificó como el cuadrante de Canis Maior.

— Es en esa dirección pero demasiado lejos para verla desde aquí. Incluso con el teludav es un largo viaje.

Pidge miró en aquella dirección, hacia la llamada constelación del Can Mayor, tratando de imaginar las millones de estrellas que se ocultaban tras de su resplandor opacado por las luces citadinas.

—­ Reina Trigel — preguntó Pidge al fin calmada —, ¿para qué deseaba hablar conmigo? El general Dos Santos dijo que pidió conocerme.

— Tenía curiosidad — contestó la monarca con una sonrisa —. Su forma de actuar fue demasiado errática. Es conocido que esta institución es la encargada de entrenar guerreros pero ustedes no actuaron como guerreros disciplinados. Al contrario; inhabilitar a sus compañeros para quedar bien, explotar el tanque de combustible para arrancar el motor de una nave, acelerar más allá de las capacidades de su nave, poner en riesgo tu persona solo para ver el estado de tus competidores y correr hacia ellos en cuanto cruzaron la meta. Es extraño.

Pidge se sonrojó un poco más ante cada acción descrita por la paladín, quiso replicar cuando describió las acciones del equipo alpha pero al final no lo hizo, se sentía avergonzada pensando en el semejante espectáculo que habían dado al resto del universo y comprendió el por qué el alto mando estaba tan molesto con ellos.

— El equipo alpha, quiero decir, Keith y las chicas no son solo nuestros competidores — corrigió al fin Pidge, recuperando el aliento —. Ellos son nuestros amigos. Necesitábamos ver que estaban bien.

Trigel sonrió a la cadete, al parecer satisfecha con aquella respuesta. Se pusó de pie buscando algo en su bolsillo y se lo acercó a la cadete mostrándole un holograma de lo que parecía ser el equipo de paladines hace bastantes años.

— Un equipo no siempre significa que son amigos — explicó con aquel tono paciente que tenía al hablar —. Es extraño ver eso en cadetes o soldados, ya que son entrenados para seguir órdenes. Los seres humanos son una raza muy extraordinaria, se protegen entre ellos, se defienden y luchan por otros. Pocas razas hacen eso. Mas incluso entre los humanos, su comportamiento es demasiado extraño. Siento curiosidad por ustedes.

Pidge se sintió avergonzada por sus palabras. ¿En verdad su comportamiento era tan extraño? Ella había visto como la cosa más normal del mundo el correr para ver el estado de sus amigos. Lance había hecho lo mismo. ¿Eso no significaba que había sido un comportamiento ordinario? O quizá Lance y ella eran la misma clase de personas extrañas, por alguna razón ese pensamiento la ofendía.

Garrison ProudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora