Adiós

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Es increíble lo poco que puedes recordar algo que te cambia la vida.

Pidge pensaría en ese día de forma ocasional a lo largo de su vida y se sorprendería de lo poco que podía recordar y lo vívido de aquello poco que recordaba.

Algo que nunca olvidaría sería estar en la oficina de Shiro, su escritorio de caoba lucía más oscuro, ¿acaso tendría las luces apagadas? Recordaba el rostro contraído de Shiro y el sobre de papel que aferraba con los dedos con tal fuerza que estaban pálidos a causa de la falta de la oxigenación.

Recordaba la sensación de falta de aire, como si todo el oxígeno del planeta hubiera desaparecido y ella se estuviera ahogando; un dolor en el pecho tan fuerte que no provenía de ninguna herida pero que estaba segura que una puñalada en el corazón hubiera sido más piadosa.

Ese fue el día que la vida de Katie Holt perdió todo significado para ella. El día que habría de perder aquello que más amaba. Cuando todo lo bueno del mundo había desaparecido. El día que se le rompió el corazón.

Si hubiera sido un poco consiente de lo que iba a ocurrir, o quizá si se lo hubiera puesto a pensar antes de olvidar las cosas mundanas de aquel día, habría dicho que había señales de que el mundo había cambiado antes de saber que lo había hecho.

Ese día el viento azotaba con fuerza las ventanas de su habitación como si quisiera darle a gritos la noticia de su inevitable desdicha, o una advertencia de que no saliera de la cama, pero la desarreglada joven no captó el mensaje.

Se tallo los ojos y se dejó caer de la cama buscando entre el suelo su uniforme arrugado que se colocó con pereza y se peinaba el largo y enredado cabello. Tuvo una protesta de su estómago que recordaba a la perfección como la joven le había negado la cena el día anterior pero esta ignoró aquel rugido y solo tomó su mochila y la arrastró hacia la puerta, estaba de pie fuera de su habitación cuando una nueva protesta la hizo detenerse, necesitaba comer algo pero no quería ir a la cafetería. Analizó sus opciones y terminó frente a las máquinas expendedoras del pasillo y salió a los patios de entrenamiento con un café en mano y un pastelillo relleno de chocolate.

El viento alborotaba su recién cepillado cabellera pero esta no se dejó intimidar por el violento clima, el mundo había perdido su usual resplandor, el sol se negaba a salir para ella, aunque ella asumía que solo eran efectos de la discusión que había tenido ayer con Shiro. Que equivocada estaba.

Llegó a las pistas de carreras y se tomó de un sorbo el cuarto de vaso que aún le sobraba de su café y dejó la basura en su mochila. 3 semanas después se quedaría 40 minutos viendo aquella basura cuando limpiara su mochila, aquel pedazo de normalidad de su vida que desaparecería y cuando viera los restos de aquella, se preguntaría si algún día podría recuperar el sentido.

Se puso aquel uniforme de piloto que rara vez utilizaba un técnico de comunicaciones, hizo los estiramientos adecuados y se sentó en el pasto a esperar.

Su mente divagaba en lo que había ocurrido el día anterior. En aquel tonto sobre que había arruinado su vida (o eso creía en su dramática visión adolescente de los hechos). Llevaba 5 minutos preguntándose por qué Keith tardaría tanto cuando se le ocurrió que quizá Shiro había revocado el castigo de Keith después de su confesión y eso la hizo sentirse abatida. Al menos era agradable tener su compañía cuando se tenía que lidiar con Ryu Shirogane.

Pidge se dejó caer al suelo y observó el movimiento de las nubes que se desplazaban con lentitud, mas tuvo que cerrar los ojos cuando dicho movimiento terminó por marearla.

— Hoy será un mal día — auguró la joven al viento, y cuándo escuchó el rugido de un vehículo acercándose se levantó con una queja en los labios —. ¡Ya era hora!

Garrison ProudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora