"No soy la primera dama"

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     Suspire y me limpie el sudor de las manos en la bata de baño que tenia puesta

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     Suspire y me limpie el sudor de las manos en la bata de baño que tenia puesta. Dure todo el día en el centro comercial comprando todas las cosas que me harían falta y cuando llegue a la mansión lo primero que hice fue darme un baño relajante para alistarme para el evento en honor a las perdidas del ataque.

     Estaba muy nerviosa, sería mi primera presentación como luna y no sabía qué hacer, la manada estaba de duelo y nunca fui buena con el tema de la muerte y las personas sufriendo perdidas.

     Por eso ahora me encontraba parada al frente de la cama viendo el vestido negro que había comprado para la ocasión, llevaba ya como diez minutos observándolo cuando Elizabeth entro a la habitación.

- ¡Oh cariño! Pero si ni te has vestido, dentro de veinte minutos tienes que bajar para reunirte con Zac.

     No había visto a Zac en todo el día y era de suponer que estaba haciendo su papel de alfa pero yo lo extrañaba y de verdad quería verlo.

- ¿Y qué tal si mejor me quedo aquí y espero a que todo acabe? – susurre mientras me mordía el labio inferior en señal de nerviosismo.

- ¡Claro que no! – exclamó - ¿Qué sucede cariño?

- ¿Qué pasa si lo arruino? – la mire - ¿Qué pasa si no soy una buena luna? Zac me dijo que la luna era como la madre de la manada, ¿Y si no soy una buena madre para la manada? ¿Y si no me aceptan?

- ¡Oh Charlotte! ¡Claro que te aceptaran! – me tomo de las manos – Zac ha estado liderando solo desde hace muchos años, la manada espera con ansias a su luna y tengo una completa fe de que serás la mejor luna que esta manada ha tenido y recuerda que yo fui una de ellas.

     Elizabeth tenía el poder de hacerme sentir como en casa, tal vez sea por su aspecto de abuelita de cuentos de hadas o por alguna rara conexión que creamos al leer su diario y que nuestras historias fueran similares.

     Como nunca me lleve del todo bien con mi familia incluyendo a mis abuelas tanto paterna como materna y tener este momento abuela-nieta con Elizabeth no pude evitar que mis ojos se llenaran momentáneamente de lagrimas contenidas.

- Gracias por apoyarme – dije sinceramente.

- ¡Ay cariño! – me miro maternalmente – No tienes que agradecerme nada.

     Vi como sus ojos también se ponían acuosos y rápidamente aplaudió como para ahuyentar las lágrimas.

- Bueno ahora es mejor que te arregles – se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo antes de abrirla – Solo te quedan quince minutos cariño así que es mejor que te apures.

     Cuando escuche a la puerta cerrarse desate el nudo que tenía en la bata de baño y la deslice por mis hombros hasta el suelo quedando solo con un juego de lencería negro que había comprado esa misma tarde.

No te alejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora