"Salí con el enemigo"

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- Aquí tienes – Ann me tendió una de sus pijamas

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- Aquí tienes – Ann me tendió una de sus pijamas.

- Gracias – la tome colocándola sobre la cama – No pensé ni por un segundo en empacar antes de venir.

- Eso es más que entendible y mientras tanto Gabriela o yo te podemos prestar ropa pero no sé cómo harás con tus medicinas – suspire – No creo que en la manada este ese tipo de medicamentos y por ahora todos están muy ocupados como para que alguien te escolte a recoger tus cosas.

- Podría ir sola – no necesitaba una niñera.

- No es seguro, calabacita – negó Ann – No se trata de ti solamente, ahora también se trata de Zac.

     Ella tenía razón, ya no podía seguir siendo tan egoísta y estúpida.

     La más probable era que los que habían orquestado todo estos ataques en contra de la manada se encontraran allá afuera esperando la mínima oportunidad que se les presentara para poder acabar por fin con Zac.

     Y yo no sería más una debilidad para él.

- Tengo que contarte algo – murmure.

- ¿Es malo o bueno?

- Cuando estuve allá afuera conocí a un chico.

- ¡Oh por Dios! – soltó horrorizada - ¿Estuviste con otro?

- ¡No! – negué inmediatamente pero después lo pensé – Bueno si, no exactamente pero.... aghr no lo sé.

- Como que no lo sabes – espeto irritada – Es si o no, así de fácil.

- Si te refieres a que si tuve sexo con él la respuesta es no.

- Pero... - presiono.

- Si nos besamos – murmure avergonzada.

- Charlotte – se veía decepcionada – No pase por lo que tuve que pasar cuando te ayude a escapar para que anduvieras buscando algún amor adolescente. Tú querías libertad para estudiar y tener un futuro, te ayude para que cumplieras tu sueño no para que saciaras tus caprichos.

- Lo sé... - espera, ¿qué había dicho sobre lo que tuvo que pasar cuando me fui? - ¿Acaso Zac te lastimo por ayudarme?

- Ese no es el punto – estaba notablemente incomoda.

- Responde mi pregunta, Ann – exigí.

- ¡No me hables así! – se puso a la defensiva – Claro que el iba a lastimarme por ayudarte, no tienes ni idea de cómo fue cuando te fuiste, de la pesadilla que vivimos todos.

- Yo...

- ¡No! – me corto – No empieces con eso de que si tu hubieras sabido eso jamás lo fueras hecho, no me mientas, no te mientas. Sabíamos las consecuencias del plan pero estaba dispuesta a arriesgarme para que fueras la escritora que siempre quisiste ser. Como es posible que mientras yo pasaba por un infierno tú no tuviste ni siquiera la dignidad de llamarme para saber si aun estaba jodidamente viva o simplemente para saber cómo estaba tu maldita mejor amiga.

No te alejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora