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David Guetta & Sia - Light Headed

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—Lamento no haber podido ir contigo, cariño

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—Lamento no haber podido ir contigo, cariño. Pero te lo compensaré —dice en un susurro ronco y escucho algo cerrándose.

—No importa, no te pierdes de mucho —digo con la voz ahogada.

—Bien, entonces te veo mañana, ten una buena noche.

Respondo que igual y la llamada finaliza. Cierro los ojos con fuerza y apoyo mi cuerpo a la pared, sintiendo los latidos desesperados de mi corazón chocando contra mi caja torácica, muerdo mi labio inferior y dejo salir un suspiro.

—Debes controlarte, no pierdas el control, Hailee Destiny Belova, ni se te ocurra perder el control —repito en voz baja.

Dejo que mi cuerpo se deslice por la pared detrás de mí y quedo sentada en el suelo, puedo escuchar el sonido de la música y a las personas riendo y charlando. No quiero regresar allí. Cuando ambos se acercaron mi teléfono empezó a sonar, y juro que para mis oídos esa melodía fue el cántico de los mismísimos ángeles, que Darel llamará fue mi boleto para poder escapar de allí y no tener que enfrentarlo.

Han pasado varios años y sigue mirándome como si fuera una extraña.

Lo eres.

—No eres una maldita cobarde Hailee, así que vas a levantar tu culo de este suelo frío y vamos a ir allí adentro y seguirás hablando con Mayrah y Sam, le harás caso a tu abuelo y te divertirás como la joven que eres —me digo a mi misma.

Asiento con la cabeza como si le estuviera respondiendo a alguien y me levanto de un respingón del suelo, tomo una gran bocana de aire y dejo salir lentamente, acomodo mi cabello y aliso la tela del vestido, hago cosas innecesarias para ganar tiempo. Gruño entre dientes al ver mi estupidez y camino hacia el lugar aparentando seguridad; cuando la única realidad es que mis piernas tiemblan y mi corazón está en mi garganta.

Tomo una copa de vino blanco y me dirijo hasta donde está Mayrah y Sam, ambos están sentados en una de las mesas y el alma parece regresarle al cuerpo a Sam a lo que me ve. Le sonrío y me siento junto a ellos.

—¿Todo bien? —inquiere en un susurro.

La preocupación brilla en sus ojos, y luce desconcertado y quiero decirle que también estoy desconcertada, que tampoco entiendo qué hace aquí. Qué hace él aquí.

—Todo perfecto.

Me mira dudoso y termina asintiendo no muy convencido de mi respuesta.

—Entonces...—dice Mayrah—. ¿Cómo es eso de que son hermanos?

Sonrío y Sam hace lo mismo, entre ambos le contamos la historia de cómo nuestras madres se hicieron amigas, al igual de cómo fue que nos conocimos, omitiendo algunos detalles que a ella no debería de importarte que ocultemos. La verdad, hacerme amiga de Sam fue una de las cosas más increíble que hice en mi niñez, era nueva en el vecindario y él fue el único niño que no huyó de mi como si tuviera piojos o algo malo.

Imparable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora