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Cold - Maroon 5 ft. Future

Frío.

Siento frío y jadeo en busca de aire, pero no encuentro aire, no lo hay y mis pulmones arden. Todo está oscuro, hay una enorme oscuridad a mi alrededor, cada músculo de mi cuerpo grita, cada parte duele. Mis ojos se van cerrando por el cansancio, por la lucha insignificante que estoy dando. Lo veo, veo la superficie, pero está lejos y yo estoy hundiendome.

Cierro los ojos.

No lucho más.

Lo siento.




—Hailee —llaman, es un susurro, bajo, tranquilo.

No quiero abrir los ojos, me da miedo.

Tocan mi mejilla izquierda, el contacto es cálido, dulce, es una suave caricia que hace que mi cuerpo se estremezca, que las ganas de llorar me invadan. Dos brazos me rodean, me estrechan con fuerza, me dan amor, seguridad.

Lo reconozco.

He querido este abrazo por años, lo he suplicado en medio del llanto, lo he anhelado con todo mi corazón, lo he anhelado con toda mi alma. Rodeo a la persona, me aferro, inspiró con fuerza el aire, es cítrico, siento el calor que me brinda, ya no tengo frío.

—Te he extrañado tanto —musito con la voz baja y rota—. Lo he hecho cada maldito día, cada hora, cada segundo de mi vida.

No responde, me abraza con más fuerza y me acurruco, soy un polluelo debajo del ala de su padre, soy un pequeño pajarito en busca de refugio. Las lágrimas caen, se deslizan con facilidad y mi cuerpo se estremece por los sollozos, sus manos acarician mi espalda, mi cabello y deja besos en mi coronilla.

—Estás a salvo amor, ya lo estás —susurra contra mi cabello.

Me aparto un poco, alzo mi cabeza y me atrevo a abrir los ojos. Una enorme luz hace que los cierre de inmediato, todo es resplandeciente. Cuando logro enfocar la mirada lo veo. Alto, piel blanca, cabello castaño oscuro y unos hermosos ojos azules como el mar me miran.

Está aquí, delante de mí, una sonrisa enorme se adueña de sus labios y se la devuelvo. Su mano acuna mi mejilla y tengo la necesidad de cerrar mis ojos e inclinar mi cabeza hacia su palma. Es cálida, siempre ha sido cálido, reconfortante.

—¿Estoy soñando? —inquiero en medio de un sollozo y abro los ojos—. ¿Realmente estoy soñando?

—Esto es lo que quieras que sea amor, un sueño, una ilusión, algo real que ocurre en otra dimensión. Llamalo como quieras, lo importante, es que estamos aquí, juntos.

Sollozo.

—No es real —digo en medio del llanto—. No estás, te fuiste.

—Nunca me he ido —dice y acuna mi rostro entre sus manos—. Siempre he estado aquí —coloca una mano en mi pecho—. Siempre estoy aquí —coloca la otra en mi cabeza—. Y mientras esté en esos dos lugares, realmente nunca me ha ido.

Llevo mi mano hacia su mejilla, su barba cosquillea mi palma. Se siente real, honesto, no quiero que sea un sueño, no quiero que sea una ilusión. Está vestido de blanco, yo también lo estoy, cuando miro a mi alrededor todo es blanco y hay una enorme puerta detrás de nosotros, es alta, tan alta que debo alzar la cabeza y achinar los ojos para intentar ver algo, pero la luz no me deja ver si tiene un final.

—¿Dónde estamos? —inquiero, viendo el color dorado de la puerta.

—Algunos lo llaman el lugar de descanso, otros lo llaman el paraíso, otros la nada.

Imparable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora