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Camila Cabello - Something's Gotta Give

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—No tienes que hacer nada del otro mundo, ¿entiendes? Solo le haces las preguntas y ya, es mi jefe, y no quiero que me despidan por tu culpa

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—No tienes que hacer nada del otro mundo, ¿entiendes? Solo le haces las preguntas y ya, es mi jefe, y no quiero que me despidan por tu culpa.

Arqueo una ceja y lo observo a través del espejo mientras me hago una cola alta.

—¿Quién es la periodista aquí? —inquiero—. ¿Tú o yo? —Lo veo a punto de replicar y antes de que pueda decir algo prosigo—: Lo soy yo, tú no, así que deja tu idiotez un segundo y cálmate, solo es una entrevista, no el fin del mundo. Ni que fuera a escribir un libro sobre tu jefe.

—Pero escribirás una nota sobre él.

Bufo y aplico labial rojo sobre mis labios.

—Nada del otro mundo, Sam —me levanto de la silla y tomo mis cosas para salir de la habitación, con él siguiéndome por detrás—. Estas algo paranoico, ¿no crees?

—Es mi trabajo el que está en riesgo.

Resoplo y salgo de la casa después de haber comprobado tener todo, me montó en el auto de Sam y coloco el cinturón de seguridad, después ambos salimos en marcha al bufete de abogados Collard&Asociados.

—Solo haré las preguntas necesarias y luego me iré, escribiré mi nota e intentaré no cortarle la cabeza a tu jefe con mis palabras.

—Hailee —masculla.

Sonrío un poco.

—No te desesperes Samuelito, no te despedirán del bufete por mi nota, así que respira un poco. ¿Quieres?

—Bien. —Aplana los labios, convirtiéndolos en una fina línea—. No te pases del tiempo estipulado para la entrevista, hoy llegara una nueva socia y al parecer es muy buena.

—Tú también lo eres —le sonrío un poco y observo como su cuerpo, el cual estaba tenso, se relaja. Por sus labios una brillante sonrisa se desliza y asiente con la cabeza.

Samuel siempre ha sido preocupado por todo, le gusta que todo esté en su lugar, que todas y cada una de las cosas estén en orden, es perfeccionista, aunque no mucho, solo cuando se trata de algo que realmente lo tiene entusiasmado o asustado.

—Escuché que la nueva socia proviene de Canadá —dice cuando estaciona el auto en el edificio donde trabaja—, también que es pelirroja —me da una mirada de reojo y sonríe burlón—. Aunque, tú eres una zanahoria.

—Deja mi cabello en paz —mascullo entrando al ascensor.

Se echa a reír y golpeo su estómago, robándole el aliento y sonrío con inocencia cuando me lanza una mirada llena de reproche. Mi cabello es rojizo y gracias a la luz se ve de distintas tonalidades, predominando más el color zanahoria. Algunos niños les dicen a sus mamás que me parezco a la princesa Merida, aunque lo único diferente es que mi cabello no es rizado, sino liso.

Imparable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora