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   — Vamos Cathy, Carrie necesita ir al doctor...
   — Chris, no nos devolverán el dinero y no podemos desperdiciarlo — fijé mi mirada en Carrie —. ¿Realmente crees que no lo soportarás?
   — No — susurró Carrie.
   Se suponía que al escapar de esa prisión, seríamos felices, seríamos normales pero ahora sólo éramos más sensibles a más enfermedades.
   — ¡Si sigue vomitando tendré que bajarlos! — gritó el conductor, se veía demasiado enfadado, como si Carrie estuviera vomitándolo a él.
   — ¡Sólo está mareada! — grité con lágrimas en los ojos. No podía creer que así nos recibía el mundo después de estos años. “Sólo está mareada” cuando debí haber dicho “sólo está desnutrida y pide ayuda a gritos”.
   — Cathy no llores — dijo Chris, mi eterno optimista, pero lo dijo con un dejo de tristeza.
   — Nos bajaremos en el poblado más cercano — le confirmé a Chris entre lágrimas.
   — Y pensar que faltaba menos para llegar a Sarasota — dijo Chris, después miró la cara de Carrie, que se veía sin duda, culpable —. Pero nada nos impedirá que Carrie esté bien.

   Aun con todo la lástima que el conductor demostraba, nos tuvo que bajar. Nos entregó las maletas y setenta dólares además de decirnos que podíamos pedir devolución si presentábamos nuestros boletos.
   — ¿En dónde estamos? — preguntó Chris, pues ese pueblo era similar a Charlottesville en cierto modo.
   — Un poblado llamado Pembroke, cuidado chicos.
   Y se subió al camión sin mirar atrás.

   Estuvimos perdidos por varios minutos. Chris cargaba con casi todo y yo cargaba a Carrie.
   Después de minutos y minutos de caminar por el mismo sitio, encontramos la clínica. Chris me dijo que me apresurara, pues era domingo y los domingos cierran más temprano o hacen menos cosas.
   Abrimos la puerta y cuando una enfermera miró los ojos de Carrie, la cargó y llevó al consultorio inmediatamente.
   A Chris y a mí nos formulaban preguntas de todo tipo, pero en el camino ya habíamos inventado nuestra historia.
   Les diríamos que nuestros padres murieron en un accidente y nos tuvimos que quedar con una tía alcohólica que nos odiaba hasta el punto de que nos tuvimos que escapar de sus garras. Si me parecía convincente a mí, debió parecerle a ellos.
   La enfermera dio un pequeño grito cuando el doctor le estaba diciendo las posibles enfermedades que Carrie podría tener.
   — Tiene desnutrición y una anemia avanzada pues incluso le hace falta la vitamina D que dan los rayos de sol y ustedes están muy pálidos como ella. Tengo sospechas de que tal vez padezca alguna infección grave en el estómago o una úlcera que sea la causa de sus vómitos porque no parece estar muy mareada.
   — ¿Estará bien? — pregunté.
   — Mmmm..., no pronto, ¿sabe? Esta clínica es muy humilde en cuanto a servicios, carecemos de pruebas más avanzadas y necesitaremos trasladar a...
   — ...Carrie...
   — A Carrie hacia Lamberton, quizá, ¿tienen dinero?
   — No, veníamos en camión y este nos tuvo que bajar porque Carrie no soportaría llegar hasta Florida.
   — ¿Tan lejos iban? — preguntó la enfermera, parecía una universitaria loca pues no despegaba los ojos de Chris.
   — Exacto pero no sabemos dónde queda la central de esos autobuses para que nos den rembolso.
   — Bien, mi ética de doctor me pide que traslade a esta niña aunque ustedes no tengan un céntimo para los gastos pero no puedo llevarlos a ustedes.
   — ¡Cathy! ¡Chris! ¡Quiero ir con ustedes.
   No quería dejarla ir, ¿y si sucedía igual que Cory? Que llegara el doctor diciendo que fue muy tarde.
   — Doctor, nosotros prometimos no separarnos, iremos todos o ninguno — dije muy resuelta.
   — Cómo les digo..., no puedo dejar a la niña pero tampoco puedo cubrir los análisis de los tres...
   — No nos importa nuestra salud, no es tan mala como la de Carrie — dijo Chris.
   — El problema, es que llegan solamente por el paciente y su tutor, ¿alguno tiene su tutoría?
   — Claro que no, ¿no escuchó que nuestros padres murieron? Vámonos Chris y Carrie, y Chris; procura no ser nunca como este doctor: que tiene en sus ojos a una niña cerca de la muerte y es muy decidioso sin saber que el tiempo es oro.
   — Bien..., irán mañana, pero mientras internamos a Carrie y comunicamos que la necesitamos trasladar, junten hojas en un patio para juntar más dinero o qué sé yo, pueden investigar dónde queda la central para el rembolso, mientras, no creo que unos riquillos no suelten dinero para ayudar a esta niña.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora