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   Se acercaba navidad. Me había graduado del Instituto, y Chris, había ingresado a una universidad pues ya tenía veintiún años. En cuanto a Carrie, a pesar de que ya no era tan niña, aún me recordaba a la pequeña sentada en un rincón del ático. La pobre crecía irregularmente, pero al menos lo hacía, aunque perdió tres valiosos años de crecimiento.
   Tras haberme graduado, me entregué el cien por ciento a la danza, pero Chris se mostraba dudoso de mi plan de permanecer dos años con Madame Jolie.
   — Cathy, sé que yo tendré que tomar un bus para ir a la Universidad, pero el Conservatorio de Carolina del Norte está muy lejano pero te espera el éxito. Interpretarás a Clara en dos semanas y no habrá nada más.
   — Christopher, es tan sencillo para ti — respondí cansinamente mientras cenábamos —. El problema no es que no quiera estar sola, pues Oscar y Grace también están decididos a partir, el problema tampoco es el dinero, pues becan a los jóvenes de otras ciudades, sino... La competencia, habrá bailarinas que no se andan con rodeos.
   — Tú bien más que nadie, sabes que te has enfrentado a personas peores.
   — ¡No los dejaría por nada del mundo!
   — Catherine — inició Amelie —: Lo que más deseo, es que logres tus metas. Chris irá a una excelente universidad y Carrie seguirá aquí conmigo. Claro, tu partida nos va a entristecer pero sonreíremos cuando pensemos que fue por tu bien.
   — ¡Cathy, yo no quiero que te marches!
   — ¿No deseas verla como prima ballerina? Carrie, no seas egoísta, además, nos visitará y viceversa.

   El día del Cascanueces, todos sabían que tenía una aplicación para audicionar en el Conservatorio Nacional de Carolina del Norte.
   — Pues he oído que es imposible — dijo la odiosa Grettel —. En cambio, yo estoy con los arreglos de mi pasaporte para partir hacia Londres.
   — ¿Eso no es aún más imposible? — pregunté mientras jadeaba pues acababa de llegar del escenario, al principio no me escuchó por los aplausos pero continuó:
   — Es imposible para ti, querida, que eres la oveja negra de las bailarinas. ¡Mírame! Soy descendiente de bailarines alemanes, tengo todo a mi favor.
   — Sí, claro, se vale soñar, sobre todo cuando nunca has tenido un protagónico en estos tres años — respondí rápidamente —. Ahora interpretaste a la bailarina china mientras que yo interpreté a Clara, dime quién tiene más posibilidades de triunfar.
   No pudo responder porque tuve que marcharme para continuar.
   Cuando el ballet terminó, y parecía que la pequeña Clara había tenido un largo sueño, salimos a recibir los aplausos y las rosas. Entonces, al dirigirme al camerino, Fredek me llamó.
   — ¡Señorita Bellmer! — notaba el entusiasmo en su voz —. La Revista Poliakov desea entrevistarla, pues son muy admiradores de Madame Jolie.
   Les abrí la puerta del camerino al joven adulto y a la anciana, entonces por eso su cámara tenía letras rusas.
   — Me habían contado que ustedes son de Virginia, qué curioso — inicié.
   — En realidad — respondió la anciana —: Nuestra editorial se encuentra en Virginia, pero nos dedicamos al ballet de toda nuestra costa, ya sabe usted...
   — Mi nombre es Alexander y ella es Margot.
   — Catherine Bellmer.
   — Bueno — miró su cuaderno —: ¿Cómo es trabajar con Madame Jolie? Y ser la preferida de ésta.
   — Yo..., no soy la preferida. Pero sin duda es una grata experiencia de la cual intento aprender lo mayor posible.
   — Claro, lo suponemos. ¿Dónde tómo clases por primera vez? Pues cuando veníamos antes, usted no estaba aquí.
   Enrojecí, ¡Ellos debían tener registros sobre Pensilvania!
   — En Gladstone, Pensilvania.
   — Vaya, inicios humildes — notó Margot.
   — ¿Metas a futuro?
   — Entrar en el Conservatorio de la capital.
   — ¿Pedirá beca?
   — Así es...
   Alexander, apuntó algo rápidamente, entonces noté que estaba paranoíca, realmente no era espía o algo así, pero lo podía usar a mi favor:
   — ¿Dónde puedo comprar el siguiente ejemplar de la revista Poliakov?
   Entonces respondió Margot.
   — Es exclusiva de Virginia, si desea comprarla alguien de otro estado, se le añade más costo.
   — No importa, conozco a una aficionada al ballet en Virginia. Manden mi entrevista a Corrine Winslow, a dirección de Foxworth Hall.
   — No sabía que a la señorita Corrine le gustaba el arte.
   ¡La conocían! Por lo menos, Margot.
   Me dijeron otras cuantas preguntas, mientras yo no dejaba de imaginarme a mamá leyendo mi entrevista.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora