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   Era inicios de enero, había entrado al año en que cumpliría dieciocho y me graduaría del instituto.
   Por ser por primera vez prima ballerina de Madame Jolie, teníamos que hacer el doble de pancartas para que las personas asistieran a mi primer ballet como protagonista: Romeo y Julieta.
   Los ensayos comenzaron después de navidad, y Madame Jolie no se mostraba tan feliz por haberme elegido.
   — Bien, Catherine — dijo en el ensayo que pausó a medias —: Dominas la técnica, los movimientos. Y te elegí por esa sensación eléctrica que me provocaste cuando te miré en el recital, pero careces de la sensualidad de Julieta. Yo no veo a Julieta interpretando este pas de deux de una manera tan sosa...
   Siempre era lo mismo con ella. Pero callaba y seguía. Le añadía el mejor frenesí apasionante que podía, pero simplemente Oscar y yo, no podíamos congeniar.
   — Me estás agotando la paciencia. Y no hagas ese rostro, Oscar fue seleccionado por segunda vez continua, él no tiene por qué sentirse dichoso de que lo haya elegido a ciegas.
   — ¿Me eligió porque no tuvo mayor opción? — pregunté dolida y con falta de aire.
   — Esa maldita coreografía — inició —. Te diré las cosas como son. Me gustan tus emociones y tu técnica, aunque carezcan de congruencia con tus emociones, pero, a pesar de ello, te considero otra chiquilla fingiendo a ser prodigio. En cambio, Fredek no deja de decirme que estoy desperdiciando tu talento al no hacerte mi prima ballerina. Él te dio el número y lo coreografió, pues cree en ti e hizo que yo también lo hiciera. Ahora, nos decepcionas a ambos porque eres un rotundo fracaso como Julieta.
   ¡No soportaba las ganas de llorar! Mis ojos se cristalizaron y ella lo notó.
   — ¡Bah! ¿Llorarás acaso como una niña malcriada? ¿No te puedo corregir como toda profesora? Oscar, llama a Jessica para que hagan una pieza juntos y ver qué tal...
   Oscar, como todo un buen alumno, me dio la espalda para ir en busca de Jessica, pero yo le tomé del brazo impidiendo que saliera y le dije en tono exigente:
   — Desconozco la causa por la que fui elegida, Madame, y honestamente, no sé si lo dice para zaherirme, por lo tanto, abstengáse de ser ruin con su prima ballerina. ¡En la parte de la variación del primer acto, por favor! — ordené al pianista.
   Comencé a bailar como si nada hubiera ocurrido y Madame Jolie se mostraba asombrada, y en cierto modo, orgullosa de sí misma. Y cuando ordenó que pusieran el último pas de deux, comencé a llorar. Daba gracias en mi mente, que lloré en la interpretación (pues le da más dramatismo al último dueto de Romeo y Julieta) ya que si hubiera llorado en otro momento, me hubiera echado y llamado a Jessica.
   — ¡Enhorabuena! Al público le encantará esto, señorita Bellmer, y no la basura que había bailado en el inicio del ensayo.
   Como pude sonreí, y después de cinco horas de ensayo, dijo:
   — Ya, retirense a su casa. Nos vemos mañana. Señorita Bellmer, a usted la quiero media hora antes.

   — ¿Nunca fue prima ballerina antes?
   — No...
   Aún no llegaban los demás alumnos, sólo estábamos Madame y yo.
   — Eso explica tu extásis al bailar, y tu vergüenza cuando tu pareja te toca.
   Me sonrojé.
   — Catherine, no te he llamado antes que los demás para hablar de chicos. Sino, he tenido tantos alumnos, que puedo leer los gestos de mis alumnos. Y, siento que tú estás tan perdida que lo demuestras en tu danza.
   — ¿Qué quiere decir?
   — ¿Cuáles son tus planes cuando termines el instituto? Por favor — añadió rápido cuando abrí la boca para responder —. No respondas que deseas ser prima ballerina, dime qué planeas hacer para lograrlo.
   — No lo sé aún...
   — ¿Sabes? Si trabajas conmigo por dos años más, eso te abrirá muchas puertas a otras academias... O conservatorios...
   — ¿Qué me pueden enseñar que no sepa?
   — Coreografíar, más historia sobre el ballet, detalles sobre la técnica rusa, francesa e italiana, ¿quieres que continúe?
   — Pues, no sé qué hacer aún.
   — Catherine, siento que no te concentras en tu danza porque no tienes convicciones. Además, mi academia es para iniciarlos en el ballet, no para que bailen aquí hasta los treinta años.
   — ¡Oh, Madame, estoy aterrada! No sabría responderle.
   — Pero Jessica sabe bien lo que quiere — replicó.
   — Si le habla a Jessica para hacer cualquier movimiento de mi papel... Me iré a la Academia de Danza Ivanov.
   — Escucha — dijo con tono alterado —. No serías la primera que se va y se asegura el olvido como ballerina, y si te marchas ahora que por fin tienes un protagónico, te puedes ir cuando gustes, no sin antes decirte que eres una niña muy estúpida.
   La miré seriamente. Ella siempre decía la verdad.

  

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora