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   — Vancouver es fantástico — dije a mi familia después del ballet en Nueva York —. Carrie, algún día irás conmigo a Canadá.
   La verdad, decía esas cosas para controlar mis nervios, todas conocieron a Chris como un antiguo compañero de instituto, pero tenía miedo de que Carrie le dijera hermano por error enfrente de todos pues en el restaurante estaban compañeros míos de ballet y espectadores. Así que, la única que hablaba en la mesa del restaurante, era yo.
   — Amelie, debiste decirme antes que el escenario de Ontario es demasiado amplio...
   — Lo siento, Catherine mía, es que he estado en tantos escenarios que los confundo todos.
   — Pues, vaya si no es grande. Tuve que practicar el doble para poder tener una mejor memoria espacial, puedo apostar que es casi igual que el Bolshoi, excepto que el piso es de otro material un poco más resbaloso.
   Hablaba de cosas insignificantes para perder el tiempo, hasta que Amelie dijo:
   — ¿No planeas decirle, Chris?
   — Cierto — dijo Chris, bajando la voz, apenas audible —. Estoy mudándome a Lamberton. Si vamos a jugar a no ser familiares, hay que jugar bien.
   No supe si reír o asustarme porque me pareció haber visto un poco de oscuridad en sus ojos.
   — Estás ganando fama y todos saben que te estoy pretendiendo, bien, pues no planeo arruinar tu carrera. Así que, soy el casi doctor Christopher Dollaganger, señorita Bellmer y he estado enamorado de usted desde los catorce años para mi pena...
   Cuando dijo "enamorado" todos nos voltearon a ver. Y Chris, tan fanfarrón e incluso ridiculo, se puso de rodillas y dijo:
   — Aquí, después de esta hermosa representación. Al lado de estas personas que son testigos de este acontecimiento: ¿quisieras ser mi novia?
   Enmudecí. Volteé a ver a Carrie, quien sonreía a Amelie quien la tomaba de la mano. Quería llorar pero reír a carcajadas. Todas las personas me decían con la mirada que dijera que sí y eso hice. Y nos abrazamos.

   No dejaba de comprar recuerdos a los diferentes países que íbamos, ya estábamos en Cuba, habíamos finalizado la gira bailando el lago de los cisnes.
   Lo que más deseaba era volver a casa para ir a la graduación de Chris. Estuve como un chiquilla, con risas, diciéndole a mis compañeros en el avión, que Chris se graduaría.
   — Sin duda le deseo éxito — dijo Niccolo — Por haber conquistado un corazón tan duro.
   Niccolo me acosaba, creía que por ser mi danseur asignado ya podía ser su novia. Él sentía que por tener una técnica perfecta y un futuro asegurado ya podía elegir a su amada como elige camisetas.
   Niccolo era sumamente vanidoso y egocéntrico, y lo peor era que Madame Karenina no le decía nada porque: «Niccolo es una tempestad de emociones que solamente le sientan bien en el escenario». Pero no era del todo perfecto, pues su manera de agarrarme las caderas eran muy brusca y me dejaba los dedos pintados por un buen rato.
   — Niccolo — dije, bostezando —. Estoy cansada, pero dime, ¿no te ha encantado Cuba? Es demasiado colorido.
   — No cuando es tu tercera vez viniendo. Catherine, no hay nada tan bello como mi Italia, pareces una diosa siciliana y no te das cuenta...
   — ¡Oh, Niccolo! Tus poesías baratas no me convencerán. Eres un príncipe en el escenario pero un canaya fuera de él.
   Sin embargo, veía sinceridad en sus ojos color avellana.
   — Catherine — dijo con su acento italiano —. Puedes irte al diablo, siempre tienes que arruinar toda muestra de mi afecto hacia ti. ¿Acaso no deseas casarte con un bailarín soñador de Pompeya?
   — No soy fanática de los italianos ni de los bailarines, sólo prefiero a mi Chris.
   — Sí, le conocí en Nueva York. Es bastante encantador pero si me dieras una oportunidad...
   — Niccolo, estás agotando mi paciencia. Sólo somos pareja de baile. Cuando nuestro avión despegue, tomaré otro hacia Carolina del Norte para mirar a mi familia y a Christopher para ponernos al tanto el uno del otro, después volveré con el mismo aire mítico para continuar sin él. Y tú sólo estás aferrándote a alguien que ya es feliz, debes buscar a alguien, así que, déjame dormir.
   Me dio la espalda. Odiaba tener que discutir con él, pero tampoco me gustaba que creyera que le pertenecía.
   Estaba intentando quedarme dormida, hasta que sentí la mirada de Niccolo en mí, ¿ése era el costo de mi fama?

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora