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  Cada día llegaba sofocada a casa.
  Amelie no había exagerado cuando dijo que Madame Jolie era controladora y exigente, incluso lo minimizó, pues descubrí que lo era más.
   Por lo que me contaba Chris, la pobre Carrie se sentía solitaria cuando yo me marchaba. No tenía amigos. Y Chris y yo, sólo teníamos a Brenda.
   Cada día, sin falta, me fijaba por la ventana pero no había nada nuevo de mamá.

   Compartía clases con diez chicos y nueve chicas, con las que audicioné. Era una constante guerra por ver quién era mejor haciendo esto o lo otro.
   Madame Jolie siempre nos llenaba de preguntas:
   — ¿Qué desayunaste? — Me preguntó un día.
   — Ensalada con patatas, Madame — Respondí, segura de mí misma.
   — ¿A qué horas? — Replicó, sus ojos mieles me estrujaban el alma.
   — A las ocho y media, madame, hoy es sábado, de modo que desayuné tarde.
   — ¡Ignorante! Siempre presumes que tu hermano será el mejor médico del mundo, ¿acaso no te dijo que desayunar carbohidratos después de las ocho es como veneno para tu cuerpo?
   — N... No... Madame, lo siento — respondí, humildemente, pues, a pesar de todo, era mes de prueba.
   — ¿Acaso tengo que regir cada una de tus comidas, señorita Bellmer?
   — No volverá a ocurrir, madame Jolie.
   — Eso espero. — Se giró hacia Grace —: Señorita Wallace, ¿cuánto tiempo calienta sus músculos por la mañana?
   — Cuarenta minutos, madame Jolie.
   — ¡Bah! ¿Quieren saber mi secreto? Solía calentar una hora por la mañana y otra por la noche. Así, querida señorita Wallace, está quedando como una holgazana...
   ¡Odiaba sus insultos hacia nosotros! Me recordaba a la abuela, nunca éramos perfectos para ella.
   Me sentí tentada a decirle que yo sólo calentaba por veinte minutos, pero nos dijo:
   — Jóvenes, si soy tan estricta con ustedes, es porque hace demasiados años descubrí que lo más importante es la vida que llevas fuera de la academia. Este año no habrá ballet del cascanueces, debido a que Fredek y yo, partiremos a talleres hacia Rusia y Francia, respectivamente. ¿Acaso ustedes no desean seguir teniendo una vida interesante después de viejos?
   La juventud de Madame Jolie Chaussée fue como un cuento de hadas. Bailó por todo el mundo y aún es muy amada por el mundo del ballet. En una ocasión, mi antigua profesora de Gladstone, se emocionó al saber que Madame haría su academia en Estados Unidos. Tal vez fue hace ocho años.

   A la mañana siguiente, llegó la carta que tanto temí y al mismo tiempo me alegraba. Como era temprano, y era la única despierta pues tenía que calentar, tomé la carta y me escondí en el baño para leerla a mis anchas y analizar qué haría con ella según lo que dijera.
 
   Para: Catherine.
   ¡Has ganado! Intenté buscar a espaldas de Bart, una manera en la que si tú decías algo, yo no saldría afectada ¡Pero no la hay, Catherine! Así que, esta verdad nos pertenecerá hasta el fin de nuestros días, ¿sabes por qué? He depositado, a nombre de Amelie Bellmer, no cien mil dólares, ¡Si no quinientos mil!
   Tómalos, hagan con ellos los que quieran, y si no les parecen suficientes: ¡Por el amor de Dios, Cathy, escríbeme de nuevo y no se te ocurra decir algo de más a alguien!
              Atentamente:
       Corrine Winslow.

   ¿Era todo? No preguntó por Carrie, ni por su amado Chris, mucho menos tocó el tema de nuestra huida. Todo fue fríamente escrito, incluso puedo apostar que lo escribió alguna de sus secretarias confidentes.
   Sentada, con la tapa del escusado cerrada, comencé a llorar como una niña perdida en un parque. ¡Ya vería, un día!
   — Cathy, el desayuno está listo — dijo, Amelie, tocando la puerta.
   — Voy...
   Me lavé el rostro para disimular y fingí desinterés.
   — Ella... Ella respondió — dije fríamente, y al ver su rostro triste, sonreí y dije —: Y ha depositado mucho más.
   Se alegró y dijo:
   — ¡Sí! ¡Pagaremos las cuentas y tus clases! — Después de chillar, susurró —: Tengo planeado comprarle a Chris una enciclopedia médica que abarca desde los inicios de la medicina, los médicos más influyentes y otras cosas. Estuve investigando, y será envíada desde Washington, DC.
   Me alegré por Chris, pues en su cumpleaños, debido a la situación de las hijas de Amelie, sólo fuimos a un restaurante japonés y Amelie le regaló un sencillo juego de lupas.
   Ya faltaba menos de un mes para entrar a clases, de modo que podía pedirle más dinero a mamá, y ella aceptaría, aunque si Chris se enterara, me odiaría.
   — Madame Jolie me pide comprar verduras exóticas y carnes de una carnicería en específico — inicié —. Y son bastante costosas...
   — Cuando pague las deudas, nada nos detendrá, pues mis hijas no tendrán de dónde presionarme, ¡Entonces podría comprarte hasta el capricho más absurdo que pida Madame Jolie!
   — Quiero hacer lo que ella diga, pues creo en lo que dice. Y tengo tiempo para volverme la mejor, no va a haber presentación del Cascanueces, debido a sus talleres, pero nos compensará con Romeo y Julieta, el catorce de febrero — me emocioné —. ¡Y ella cree que quedaría excelente aunque aún sea muy pálida!
   — Te dije que eres la clase de bailarina que Madame Jolie tiene demasiado tiempo buscando...

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora