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   Trasladarían a Carrie a las nueve de la mañana. Y nos habíamos despertado a las seis, Chris y yo nos quedamos sentados en las bancas del parque, pues Carrie se despertaba más tarde.
   — Sé que este no es el momento para decirlo — dijo Chris —. Pero  no lo soporto más, Cathy, sin ti no soy nadie. Y espero que algún día me puedas amar como yo lo hago por ti.
   ¿Por qué lo decía con un tono tan triste y deprimente que me dieron ganas de llorar? Chris sabía que era por culpa de mamá, ¡Sí que lo sabía!
   — Chris, yo te amo, pero ya no compartiremos la misma habitación, es cuestión de tiempo para ser como lo éramos antes de la muerte de papá.
   Se sobresaltó pues nosotros ya no mencionábamos nada sobre nuestra antigua vida perfecta, pero así era yo, impidiendo que las cicatrices de los demás sanaran como las mías.
   Estábamos abrazados en la banca, cuando llegó la anciana, la señora Amelie al parque, Chris y yo dejamos de abrazarnos al verla, aunque no hacíamos nada malo.
   — ¡Qué gusto volver a verlos! ¿Dónde han pasado la noche?
   — Aquí — respondió Chris con la mirada fija en el suelo.
   — ¡Oh! Sería una tonta si no les brindo desayuno, ¿hay noticias de su hermana?
   — La trasladarán a las nueve.
   — Me gustaría ir a verla.

   Primero llegamos a su casa para desayunar antes de mirar a Carrie, la señora Amelie dijo que le llevaría algo a Carrie.
   — La comida del hospital sabe mala — notó Amelie.
   Estábamos desayunando cereal y frutos secos cuando ella se fue a tocar el piano. ¡Lo tocaba hermoso! Sentía que me transportaba a la época en donde Mozart seguía vivo. Chris y yo sonreímos.
   — ¿Toca bien, cierto?
   — ¿Toca bien? ¡Toca fantástico! — repliqué —. Es como si el fantasma de Haydn la poseyera a la hora de tocar el piano.
   Después sin razón alguna, me entraron ganas de llorar, Cory habría alcanzado ese nivel algún día si siguiera vivo.
   Me controlé para que Amelie no se compadeciera de los húngaros que ya le estaban quitando de su comida.
   — Yo solía estar en una orquesta — dijo cuando ya estábamos lavando los platos —. Cientos de personas aplaudían cuando llegaban mis solos de piano. Pero decidí casarme y tener hijos. Cuando la mayor tenía catorce, mi esposo, que me llevaba por cinco años, decidió divorciarse de mí porque según él yo era poca cosa para él...
   ¡No cabía duda que las historias amargas estaban donde sea!

   Al llegar al hospital, Amelie, con voz cariñosa susurró:
   — Pequeña Carrie.
   Cuando miró que no despertó, paso su mano por su frente, quitándole un mechón de la frente.
   — Se ve idéntica a ustedes. Son como los querubines de las pinturas.
   — Cathy, ¿a dónde iremos?
   — ¡Nos llevaran a Lamberton a los tres! — respondí con entusiasmo. Pero después palidecí, ¿de qué nos servía sanar a Carrie si viviríamos en la calle?
   — ¿Quién es ella? — preguntó Carrie.
   — Me llamo Amelie, y tú y tus hermanos vivirán conmigo.
   No podía creer que mis miedos eran visibles para ella, era claro que le teníamos lástima.
   — ¿En serio? — dijo Carrie con una sonrisa, la más grande que había hecho desde la muerte de Cory —. ¿Cory vive con usted?
   La anciana nos volteó a ver, Chris y yo tragamos sáliva al mismo tiempo.
   — No, Carrie, ¿nos das permiso de llevar sus cosas a mi casa? Yo sé que sí.
   — ¡No! ¡Yo nunca me separo de Cathy y Chris!
   — La señora Amelie y yo iremos — dije rápido —. Mientras, quédate con Chris.

   Su casa era de dos pisos, y vivía en una zona elegante, donde en los jardines había flores exóticas y las adolescentes de mi edad vestían prendas finas que les quedaban bien. ¡Ni hablar de los chicos como Chris! Usaban motocicleta y se creían rudos, sólo mi Chris Doll era dulce al lado de ellos.
   — Ustedes no lo contaron todo — empezó Amelie, dejando el banjo en una habitación decorada de rosa —. ¿Quién es Cory?
   ¡No estaba Chris! Con rienda suelta, le conté todo, tal vez me veía como si todo fuera mentira pero yo sabía que era de esas ancianas que creen en todo.
   Le conté que deseaba ser bailarina y Chris médico.
   — Si ustedes siguen haciendo quehaceres para mí, les daría dinero extra, aunque mis hijas son muy recelosas.
   » Desde que me dejó Roger, yo tuve que dedicarme a enseñar a niños, y mis hijas se fueron alejando con ese pretexto. Se portaron como malagradecidas, sólo tomaban mi dinero, lo gastaban y después se quejaban.
   » Querían que costease sus clases de violín, arpa y flauta travesera y cuando les sugerí que trabajaran, se volvieron más rebeldes y en contra de mí, mientras su padre se reía mientras me decía «cría cuervos y te sacarán los ojos». Pero a pesar de todo, mis hijas por fin se fueron.
   — Nos alegra que nos reciba aquí, pero intentaremos no molestarla mucho. Usted trabajó demasiado para sus hijas y no necesita otras tres cargas.
   — ¡No me importa cuidar de ustedes! Mis hijas al crecer se olvidaron de mí y rara vez veo a mis nietos, ustedes son como mis nietos.
   — Tengo miedo de sus hijas, ¿y si le llaman a la policía?
   — No lo harán porque les juraré arruinar sus empleos, yo tengo muchas palancas en el mundo de la música ¿sabes?
   — Usted se ve que es inteligente, no como mi madre que no supo hacer lo mismo que usted hizo aunque claro, usted ya había sido famosa, y mamá no era buena para nada, era inútil.
   — Debes respetar a tu madre porque te dio la vida. Sé que fue cruel lo que hizo por su fortuna, pero nosotros hemos arruinado la vida de alguien sin darnos cuenta.
   Eso era cierto, porque yo se la había arruinado a Chris, paseando de allá para acá con un batín casi transparente, ¿pero qué estoy diciendo? ¡Si eso también era culpa de mamá!
   — Sólo recuerda los tiempos felices, antes de que su pesadilla ocurriera. Creo que es tiempo de ir al hospital. Y no te preocupes, también le pagaré los análisis a ti y a tu hermano.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora