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  Ya tenía veintisiete años, Chris recién había entrado a los treinta, y Carrie contaba con diecinueve años, cada día parecía estar más enamorada de Noah y éste también le devolvía las mismas muestras de afecto. En cuanto a Amelie, estaba ocupada recorriendo Australia como para enterarse que aparecería en mi primer musical de Hollywood, donde además, Madame Karenina sería la encargada de algunas escenas.
   Amelie siempre me escribía, diciendo que volvería pronto porque quería saber lo que era estar en un set de grabación, aunque yo le decía que no tenía de interesante y que sin duda me quedaba con el ballet pero aún así me alegraba.
   El libro de Chris lo mantuvo ocupado varias semanas porque era invitado a conferencias de doctores en Phoenix, Arizona y le pedían su participación en ellas. Hasta que, mientras yo estaba en las grabaciones a casi finalizar, fue invitado a unas firmas de libros en Nueva York y Europa, además de que varias instituciones de salud le reconocerían. Deseaba tanto ir, pero al suceder algo, después me pareció bueno que no le hubiera acompañado.
   Antes de irse a Europa, ya sentía algunos máreos pero lo supuse creyendo que se trataba del estrés de ser bailarina, cantante y actriz. Carrie me decía que acudiera al ginécologo pero me negaba dado que creí que los máreos eran por bailar en la playa pues mi musical era de el enamoramiento de un marinero pobre y una dama de alta clase.
   Cuando los vómitos acudieron a mí en la semana de que Chris se hubiera ido y faltaran dos semanas para que mis grabaciones finalizaran, me asusté temiendo que pudiera estar embarazada. Me maldije, no entendía cómo pudo ocurrir si nunca olvidaba las pastillas.
   — Recuerda que no son del todo efectivas — me recordaba Carrie.
   — Y Chris no me ha escrito, ya ha de estar en Inglaterra y no dice nada. No puedo escribirle yo, pues me da tanta vergüenza.
   — ¿Por qué nunca te operaste para no tener hijos?
   — ¡Y tener marcas de por vida! Carrie, mi cuerpo debe estar intacto, es el templo de los bailarines.
   — Pues, me parece que secretamente quieres tener otro hijo y no quieres admitirlo.
    — No podría, no podría. Iré por dos pruebas de embarazo, luego vuelvo.
   Fui a la farmacia y compré dos de diferentes marcas para comparar.

   — ¿Y...? — me preguntó Carrie cuando salí del baño.
   — Dieron positivo... — susurré.
   — Oh, Cathy, verás que todo estará bien. Debes decirle a Chris.
   — No le arruinaré su gira, quiero que disfrute de sus pocos minutos de fama porque si los medios se enteran de mi embarazo, todos estarán sobre mí.
   — ¿Seguirás grabando la película?
   — ¿Qué más puedo hacer? No falta mucho para terminar. Iré a ensayar la coreografía con Madame Karenina, volveré en dos horas. Carrie, no digas esto a nadie, te lo ruego.
   Carrie prometió no decir nada y cuando me llegó la primer carta de Chris, no fui valiente para decírselo, tal vez y todo se trataba de una equivocación.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora