33. parte III

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   Los ensayos me lastimaron un tobillo, un tendón, me dio un desgarre y una uña se me clavó de lo intenso que fue todo.
   A la hora que inició el ballet, sentía que el dedo gordo del pie aún depedía una vaga sensación de dolor pero la ternura de los niños del primer acto me distrajeron de mi dolor.
   Cuando finalizó la escena en que la pequeña Clara duerme con su cascanueces, llegó se puso al lado de mí y dijo:
   — Me gustaría ser como usted, bailar como la Clara adulta en el futuro.
   — ¿Cómo te llamas?
   — Clara, mi madre era bailarina, tengo doce años, disculpe mi inglés.
   — Mira Clara, yo habría deseado bailar en el Bolshoi a los doce años como tú, creo que eso merece más mérito.
   Era igual a mí, Lady Abbot realmente la eligió similar con su cabello ondulado y rubio, era como una versión mía a su edad.
   Me dijo, que era admiradora mía, y no pude contener la felicidad, y pedí a Niccolo que nos tomara una foto a las dos Claras, que en realidad una era realmente Clara. Así, quedamos retratadas ambas con un camisón blanco, y al mirar la foto de ambas, me sentí tan nostálgica.
   — Es mi turno... — dije sin aliento.
   Me acosté en la cama para fingir dormir y después ser despertada por la lucha del Rey Ratón y el Cascanueces, después me sorprendería por ser adulta y no niña.
   Al finalizar cada variación, los bailarines rusos me felicitaban con su inglés mal pronunciado y con Niccolo no era diferente.
   — Tal vez, terminemos viviendo en Rusia...
   — ¡No digas eso! Estoy aquí por el Bolshoi y el Marinsky, no por nada más.
   — ¿Oíste hablar de la espectadora que no ha dejado de llorar? Y eso que apenas inició nuestra danza, aún no se hace la variación del hada de azúcar, ni siquiera la danza de los copos de nieve. Esa mujer tiene unas fibras nerviosas muy sensibles.
   — Calla y dime dónde está.
   — Tiene dinero, apartó con tiempo los VIP de las primeras tres líneas, allí está.
   ¡Pero si esa mujer era mamá! ¿Cómo podía perseguirme hasta Rusia?
   Nuestra antaño querida madre, lucía un abrigo color vino que resaltaba su piel pálida, y un peinado que hacía que todas las espectadoras sintieran envidia de su meticuloso recogido. Estaba corrigiendo su maquillaje, pero en vano porque sus ojos aún estaban llenos de lágrimas. En cambio, no miré a su esposo, tal vez no le gustaba el ballet y prefirió ir a beber vodka barato en un bar.
   Salimos en mi escena favorita: el viaje por el mundo. Ya habían pasado los árabes, los rusos, los griegos y volvimos a entrar para finalizar la ficticia vuelta al mundo.
   Los aplausos eran tantos, que no podía contener las ganas de llorar porque mientras todos aplaudían, mi madre estaba allí hecha la tristeza en persona con un pañuelo. Pero a pesar de todo, logré sonreír para agradecer los aplausos y hacer unas reverencias.
   Al finalizar el ballet y salir todos los bailarines, el público se puso de pie y lanzó rosas, silbaban, entonces tal como lo planeamos, di unos pasos enfrente con la Clara pequeña, después con Niccolo, incluso la orquesta nos aplaudía y gritaba bravo. Solamente un asiento estaba vacío.
   Tardamos más de media hora con los aplausos y al terminar, todos fuimos a nuestros respectivos camerinos para cambiarnos y entonces al abrir la puerta me sobresalté al encontrar a mi madre dentro con un asistente.
   — Señorita Bellmer, ella es la señorita Foxworth, ganó uno de nuestros pases para ir al camerino, las dejo solas.
   — ¡Espera...! — no pude terminar porque cerró la puerta.
   Yo no podía creer esa escena que se me presentaba, solamente estaba parada en una esquina como una chiquilla nerviosa hasta que pudo decir:
   — Creí que... que te pondrías Dollanganger por tu padre.
   — Mi padre está muerto, ¿lo olvidó? No podría ponerme semejante apellido después de todo lo que Amelie hizo por mí. Si me disculpa, debo prepararme para la gran fiesta que habrá al salir.
   — Lo sé, también fui invitada, contacté con amigos de mi fallecido hermano Joel.
   La ignoré para que no creyera que encontró un tema de platica.
   — Catherine si pudieras prestarme atención...
   No dije nada, solamente me dirigí al espejo para desmaquillarme.
   — He venido desde Estados Unidos para presenciar tu presentación...
   — ¿Y tu esposo no pudo venir?
   — Tengo divorciada varios años Catherine, al final tuvimos nuestras diferencias, soy Foxworth nuevamente.
   A pesar de estar asombrada ante esa noticia, no la miré y comencé a buscar el vestido que utilizaría para la fiesta.
   — Bien, intenté ser dulce contigo. No pido que me perdones, dado que es imposible, solamente quiero oirte decir que gracias a mí estás aquí.
   Su cáracter y manera de decirlo me hizo reír a carcajadas.
   — ¿Agradecida con usted? Estoy aquí porque me he fracturado las costillas de tanto ensayar mientras que usted está disfrutando de un dinero que heredó.
   — ¿Quién le pagó a Amelie sus deudas?
   — ¡Usted pero ni siquiera sabía nuestro paradero!
   — ¿No sabías que cuando fuiste a la capital de Carolina del Norte yo fui la que pagó tu estancia en el Conservatorio? ¡Pedí que dijeran que fue una beca pero en realidad yo costeé todo ese tiempo!
   — Qué bien ahora vete de dónde veniste porque gastaste en vano, al final me fui a Los Ángeles.
   — ¿Y quién crees que mandó a esos cazatalentos? ¡Eres tan ingenua como hace diez años Cathy!
   — ¿Qué haces aquí?
   — Quiero estar en su vida nuevamente antes de que...
   — ¿Antes de que qué? Ya me cansé de tenerte aquí. Dilo rápido.
   — Gracias a ti me he quedado sin marido, pues un día miró una de tus cartas y cansado de tantos enigmas sobre mí, sencillamente me dejó por otra abogada. ¡Ya no tengo a nadie! Tus hermanos y tú solamente.
   — Pues alejáte de ellos.
   — Sé que Chris me perdonaría, Carrie lo haría también, el problema eres tú, aceptame si no deseas que tu madre muera sola como un perro.
   — ¡Tienes a toda la socialité de Virginia contigo! A los que visitabas en vez de visitarnos a nosotros, que ellos te den un lugar para morir — dije mientra me ponía mis zapatillas.
   — ¡Catherine! Tengo cáncer — comenzó a llorar y me quedé helada y giré mi mirada hacia ella.
   — Me encontraron un bulto en el seno, igual que a la madre de tu padre, tu abuela, ¿crees que quiero morir en pleito con mis bebés?
» No se pudo detectar a tiempo, debido a que si acudía a un ginécologo y me examinaba, éste saldría con el chisme de que tuve hijos.
» ¡Esto de fingir no tener hijo llegó muy lejos pues dañó mi salud!
   Recuperé mi aplomo, y dije:
   — Señora Foxworth, haga el favor de marcharse de nuestras vidas. A nosotros no nos incumben sus asuntos personales pues nada somos.
   Mamá se fue lentamente y cuando cerró la puerta, agradecí no estar maquillada aún pues comencé a llorar a grito tendido casi enloquecida.
   Después de que pude recuperar la compostura, me maquillajé y juré no volver a pensar en ella.
  
   Tanto tiempo deseando una venganza, intentando escribirle cartas crueles y dolorosas para que cuando la vida le diera lo que merecía, me desplomara junto con ella. Sin duda debía guardarme esto y no decírselo a mis hermanos, pues aunque la vida se había encargado de mi venganza, nunca esperé hacer algo de esa magnitud.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora