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   Estimada señora Winslow:
   Felicidades, finalmente se deshizo de nosotros, su carga.
   Sabemos que no le importamos, pero deseo hacerle un breve resumen de esta hermosa nueva vida que llevamos ahora, una señora, de nombre Amelie, tuvo la hospitalidad de darnos más cariño de lo que usted nos dió los últimos años.
   Estamos viviendo en el paraíso, ya verá usted la dirección en el sobre de la carta, no es cualquier lugar y Amelie no es cualquier anciana bondadosa.
   A veces me pregunto cómo es usted capaz de dormir por las noches, sabiendo que pudimos haber sido asesinados o secuestrados, pero eso a usted no le importó ¿verdad? ¿Sabía usted que cuando llegamos, todos creían que éramos cirqueros húngaros por nuestra ropa y apariencia? Ciertamente, tenía ganas de llorar como una loca y al mismo tiempo, tenía ganas de que la tierra tragase a esas personas crueles.
   Amelie es una mujer que toda su vida ha sabido dar todo lo que tiene, a su profesión, a su antiguo esposo y a sus hijas. Y ni aunque estuviera en la mayor bancarrota, haría lo que usted hizo.
   Desgraciadamente, la vida de nuestra pobre Amelie no ha sido un lecho de rosas, pues, su marido la engañaba con diferentes mujeres, y con sus cuentas en diversas compañías, su esposo la endeudó hasta el punto de tener que mudarse. Y además, llegamos nosotros, con nuestras clases a la vuelta de la esquina, nuestras necesidades que no deberían de ser asunto de ella pero ella desea ayudar, haciendo que usted se libre de sus responsabilidades.
   Estamos necesitados de dinero, no exigimos más de cien mil dólares, sólo queremos salir del apuro. Y si no cumple, mis hermanos y yo nos presentaremos ante la policía y mostraremos las pruebas de nuestro encarcelamiento... ¡Y un asesinato!
   Con esperanzas como siempre: La ahora Catherine Bellmer.

   Amelie y yo nos observamos antes de enviar la carta.
   — ¿Estás conciente de que nos puede denunciar por extorsión?
   — ¡La crees tan tonta!
   — Tiene dinero, Cathy, puede sobornar.
   No lo había pensado, el dinero influye mucho a la hora de un juicio.
   — Pues, no tiene opción, además, no creo que sea extorsión por completo, porque sólo diremos en voz alta lo que ella susurra.
   Metí la carta en el buzón, mientras abría otra de la Academia de danza Chaussée.
   — ¡Por fin contestaron! — exclamé llena de entusiasmo —. Han de decir que ya están disponibles para que pueda audicionar.
   Abrí el elegante sobre en la casa cuando Amelie se marchó al trabajo, Chris me miraba orgulloso de mí, como si ya fuese toda una prima ballerina.
   — No puedo esperar a ver su rostro cuando te vean bailar, ¡Demostrarás ser la nueva Ana Pavlova!
   — Chris, no te hagas tantas ilusiones, ¿acaso no recuerdas que seré la número doce de veinticinco en audicionar?
   — ¡Quién te entiende! En el ático hablabas elocuencias sobre tu futuro, ahora es como si los pisaras tú misma.
   — ¡Sólo soy realista! Madame Jolie me escribió en el posdata que ella corre a alumnos tan fácil como decir un, dos, tres.
   — Cree lo que quieras. Pero no dejes que Carrie te escuche hablar de una manera tan pesimista — ella se encontraba en el piano y Chris tuvo cuidado de no ser oído —. No quiero que piense que sólo nos pasan desdichas en la vida. Se ve tan... Feliz, y no sabe que aprende piano sólo porque Cory lo habría hecho.
   — Creo que lo sabe, y Chris, también hay que procurar no mencionar a Cory o hacer una alusión de él. Tampoco hay que mencionar el ático, ni lo que sucedió, incluido lo nuestro.
   — Será díficil para mí, pero no podemos permitirnos que Amelie se entere. Nos quiere tanto, incluso ya nos llama por su apellido. Y la verdad, es que Bellmer suena muy exótico y distinguido, más que Foxworth.
   — Lo sé, Chris, lo sé...

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora