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  Ya habíamos cumplido un mes viviendo allí.
   Debido a que la academia de danza a la que había pedido entrar se encontraba se gira, no me quedaba opción que esperar otra semana. Y eso a mí me alegró, pues tendría más tiempo de mejorar mi técnica y recuperar mi flexibilidad.
   — ¡Verás que valdrá la pena la espera! — dijo Amelie.
   — ¿Usted les conoce?
   — Fui su pianista de ensayos. Me encontraba revisando folletos de academias, conservatorios y recordé que la Academia Chaussée ha tenido varios alumnos que se hicieron mundialmente famosos. Aunque, como te dije, Madame Jolie es excesivamente controladora y tú aceptas el reto...
   ¡No podía soportar la emoción de estar en una academia de renombre! Sabía que me aceptarían, pues Amelie me dijo que sus alumnos son iguales a mí; irradian talento y emociones apasionantes.
   — ¿El lago de los cisnes? — preguntó, buscando las partituras, mientras que yo, en la nueva barra que me mandaron a construir, empecé a recordar la coreografía para añadirle mi toque.
   Me encontraba haciendo las fouttes del cisne negro, cuando tocaron la puerta. Eran las nueve de la mañana.
   — Buenos días, señora Amelie — inició Brenda —. Vine a invitar a Cathy, Chris y a Carrie al cine, pues no crean que olvidé que hoy cumplen un mes aquí.
   — Pasa...
   — ¡Oh! — exclamó cuando se sentó en el sillón de la sala —. Su correo, señora Amelie, aprovechando que vine, decidí traerlo.
   ¡Había una carta escrita por Marilyn! La segunda hija de Amelie, y en mi opinión, la más hermosa y menos testaruda.
   Amelie tomó las cartas y su rostro palideció.
   — ¿Querías decirle algo a Cathy? — Cuando dijo eso, fue a su habitación.
   Brenda me miraba con mi traje de ballet y expresaba ilusión en su mirada.
   — Puedo enseñarte algo...
   Brenda era muy buena conmigo, si había algo que le recordaba a mí o Carrie, lo compraba sin chistar, y yo pienso que lo hacía con intención de algo...
   La puse en posición de pliés. Era chistos verla, pues no era flexible y estaba tan falta de gracia.
   — ¡No te rías! — exclamó en risas.
   — Es que si no puedes hacer lo básico, no podrás con lo demás. Y ni siquiera haz hecho los pliés en pointes.
   — Cathy... — dijo mientras se sentaba en el sillón más cercano, y la seguí para sentarme también —. Hoy cumplen un mes viviendo aquí. ¿Crees que no sé que no se llevan bien con las hijas de Amelie? No necesitas amargarte, me gustaría que fuéramos al cine, hay una película que tengo muchas ganas de ver. Puedes invitar a Chris o a Carrie pero me gustaría que no fuera Carrie porque es imposible para ella estar sentada en un rincón en silencio.
   ¡Ella qué sabía! Alguna vez Carrie estaba 24/7 en un rincón y llorando en silencio. Pero eso era en pasado, ¡pues Carrie estaba siendo parlanchina de nuevo! Aunque no sonreía tan seguido, pero cada día cambiaba más pues tomaba más confianza.
   — Brenda, ten por seguro que Chris y yo, iremos.

   No sabía qué ponerme. Me encontraba en el clásico enigma de una mujer. Para Chris todo era sencillo, sólo se ponía un pantalón decente cinco minutos antes de irnos, mientras que yo me rizaba el cabello, pensaba qué brillo labial usar y qué ropa combinar.
   Carrie y Amelie irían a ver una película de Disney, y Chris, Brenda y yo, miraríamos un musical adolescente de rock.
   Decidí ir apegada al estilo del musical. Mi cabello rizado lo peiné en un moño y también lo envolví una pañoleta de color roja, sin cubrir el copete en bucle que me rizé para que quedara alrededor de mi frente.
   Me puse una blusa blanca sencilla, que transparentaba un poco el sostén blanco y me puse una chaqueta negra de cuero. Y para darle un estilo pin up me puse mi falda ancha color roja y con puntos blancos. Y para terminar, me puse unos zapatitos negros sin ningún decorado y un labial al rojo vivo, tal vez era exagerado para mi edad, pero me sentía hermosa.
   — ¿Qué tal? — pregunté, abriendo la puerta de la habitación de Chris, se estaba poniendo los zapatos.
   — Te ves... Cathy, te ves fantástica.
   Su admiración lo decía pues no dejaba de verme. Él tenía puesto un pantalón recto de mezclilla con pequeños agujeros que le daban estilo y una camiseta negra.
   — ¡Ponte una chaqueta de cuero! Debes encajar.
   Se la puso. Se veía excesivamente guapo. No importaba cuántas cosas de chico malo usara, él siempre sería un ángel, un chico bueno.
   Cuando se acercó hacia mí, entré y cerré la puerta de su habitación. Cuando estuvo lo bastante cerca, puse mis manos en su cabeza y peiné sus cabello hacia atrás para que tuviera más estilo.
   — Chris, he visto cómo te mira Brenda, ¿tú le correspondes?
   — Sabes la respuesta — respondió amargamente —. Brenda es hermosa, es lo opuesto a ti, alegre y para nada recelosa. Pero tú eres especial, Cathy, no preguntes nada porque siempre te perteneceré.
   Lo abracé de sorpresa y dio un pequeño brinco.
   — Chris, yo tampoco podría olvidarte. Ni aún cuando me encuentre en el lugar más apartado del mundo, siempre te tendré conmigo en mi alma. ¿Sabes? — pregunté casi llorando —. A veces siento que tú y yo somos una sola alma, pero entonces recuerdo que todo sucedió por culpa de mamá y que si nada hubiera pasado, nosotros seríamos unos hermanos normales.
   — Pero no lo somos — replicó Chris —. Anda, ve con Carrie, Brenda no ha de tardar en llegar.

   Amelie se notaba desanimada pero a pesar de ello, fue con nosotros al cine.
   Todos los chicos me veían a mí, del mismo modo que las chicas veían a Chris.
   Cuando Amelie y Carrie se fueron a su sala, nosotros tres nos fuimos a la nuestra. Y había un chico que ya había visto antes pero que no habíamos cruzado palabra.
   Reíamos y suspirábamos de amor. Había olvidado la libertad de poder ir al cine con tus amigos, porque yo a Brenda ya la consideraba mi amiga. Y a medida que reía, comencé a olvidarme de Chris y a mirar al chico de cabello castaño y ojos miel que se sentó a dos asientos a mi derecha.
   Cuando terminó todo. Chris y yo ya no nos sentíamos viejos y llenos del polvo del ático, sino jóvenes y vivaces, que por fin compartían el entorno con chicos de su edad y por fin ser normales, o al menos intentarlo.
   El chico misterioso, llamado William, se acercó hacia mí y se presentó y yo hice lo mismo.
   — Es un placer, Cathy, ¿es tu novio?
   — Es mi hermano — respondí ruborizada. William tenía pinta de granjero, y su voz era muy cálida y combinaba con esa nariz pecosa.
   — Disculpa, ahora que los veo, se parecen.
   Los cuatro estuvimos charlando y riendo en lo que Amelie y Carrie salían de su sala.
   — Disculpen la tardanza, chicos — dijo Amelie buscando las llaves del auto —. Antes de la película, pusieron un corto de más de diez minutos, en aniversario de que salió hace más de treinta años... ¿William, eres tú? Haz crecido mucho, muchachón.

   Cuando llegamos, Brenda fue a su casa, Carrie estaba dormida y Chris la subió a su habitación cargandóla en brazos como lo hacía papá.
   — Cathy, necesito hablar contigo...
   Entré a su cuarto, de color piel y muebles elegantes.
   — Por si lo preguntas, son franceses.
   — ¿Por qué Roger pensó que usted era poca cosa para él?
   — Conocí a Roger en la orquesta, tocaba el violín y era un prodigio.
» Cuando contrajimos matrimonio, vivíamos felices y rara vez discutíamos, y si discutíamos, se resolvía pronto. Yo creía que él era feliz conmigo, pero después descubrí que era un engaño.
» Cuando tuve a Elizabeth, él era el mejor padre que hubiera visto nunca. Siempre llegaba a casa con un regalo o un vestido mientras yo hacía los quehaceres como buena esposa.
» Mientras estuve embarazada de Marilyn, me enteré que me había sido infiel mientras se iba de gira en su orquesta. Nada me rompió más el corazón, pues Liz apenas tenía dos años y ahora me encontraba encinta de otra. Hablé con él y todo pareció resolverse, pero no completamente, pues ya no confíaba en él, y él al ver esto, se fue volviendo abusivo conmigo y comenzó a volverse alcohólico.
» Cuando nació Audrey, mi vida era un infierno, pues en ocasiones me golpeaba antes de dormir si es que volvía. Yo hice lo posible para que mis hijas no vieran a su padre así, Pero un día, simplemente no volvió a casa. Y cuando volvió, era para pedirme el divorcio.
» Si hay algo que me dolió, fue que tuve que explicarles que su padre me dejaba por una arpista diez años más joven que él, que conoció en un festival de Nueva Orleans. Yo tenía cuarenta años y él cuarenta y cinco, pero era todo un don Juan...
   — Lamento su historia...
   — Sé que te preguntas por qué te lo conté, Cathy, no soy tonta, yo sé que actúas como la madre de Chris y Carrie. Y, sé que si ocurre algo, tengo que acudir a ti.
   De la nada me escandalicé, ¿qué podía ocurrir para que ella dijera eso?
   — Marilyn me escribió una carta, y dijo que después Audrey lo haría.
   Me entregó la carta y decía esto.

   De: Marilyn.
   Para: Madre.
   Liz me ha contado lo que hiciste, debo admitir que hubiera hecho lo mismo, pues heredé tu virtud de la caridad por más que odie admitirlo.
   ¡No pudiste pagarnos criada pero se las pagarás a ellos! Eres una mujer de actos incomprensibles, pero no creas que nosotras permitiremos que esa chica bailarina, la niña enana y que el muchacho te dejen en la calle, ¡Primero lo haremos nosotras!
   Debo recordar, tus antiguas deudas en las que te metió nuestro padre, cuando a nombre de tu cuenta, compraba cosas costosas para sus amantes ¿creíste que lo olvidaríamos? Así como me es sencillo ir a la mueblería o joyería de la antigua ciudad en donde vivíamos en Lamberton, ¡Podemos denunciarte! Entonces te quitarían todo, ¡Todo!
   Sin embargo, no somos las hijas crueles a las que tanto rencor tienes, sólo te pedimos una simple cosa: nunca digas no a algo que queramos de ti.

   ¡Eran unas brujas!
   — Señora Amelie, no llore, no es necesario que tengamos criada, puedo seguir lavando la ropa al llegar de la academia.
   — No, Cathy, la necesitamos. Pero no puedo conseguir tanto dinero, tus clases, comida, la próxima criada ¡Y encima a ellas! ¿Cuándo harán su nido y se irán?
   — Podemos hacer algo — dije maliciosamente —. Aunque es poco probable que suceda.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora