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   Era mi segundo día en casa, me encontraba recostada en la cama, mirando mi vientre plano y vacío. Aún recuerdo las lágrimas de Chris brotando cuando le dije que él había tenido razón y hubiera sido un niño.
   Pedí que enterraran e hicieran una pequeña tumba en el cementerio de Los Ángeles, al cual acudieron Carrie y Amelie con Fiorella, entristecidos de que Colin fue castigado antes de nacer.
   Carrie se deprimía por verme así, entonces salía al parque o a las cientos de distracciones que te ofrecían Los Ángeles. Fiorella limpiaba mesas que ya estaban limpias, lavaba cobijas que no estaban sucias y encontraba maneras para matar ese incómodo tiempo. En cambio, Amelie tocaba el piano barato y desafinado que compramos para sus visitas y la de Carrie.
   — Catherine, buenos días, te hice personalmente el desayuno.
   — No tengo apetito...
   — Debes estar fuerte para acudir al grupo de ayuda.
   — ¡No iré! — repliqué, mientras me aferraba a la sábana.
   Por primera vez, contradije a nuestra salvadora, a la persona que nos sacó adelante a pesar de las adversidades.
   — ¡Crees que no nos destroza verte así! No somos psicólogas y no sabemos que pasa por tu mente pero sabemos que necesitas ayuda, esto es traumático para cualquier mujer y debes recordar que la vida sigue...
   — ¡Pero sigue sin mi hijo! — comencé a llorar —: ¡Por tu culpa! Si no nos hubieras pintado un mundo de rosa a Chris y a mí, no estaríamos casados.
   En vez de herirla, lanzó una carcajada, le dio gracia lo que dije:
   — Cathy, hija mía, si yo no hubiera irrumpido en sus vidas, ustedes habrían estado juntos tiempo antes. Ahora desayuna que debes reponer tus fuerzas, ¿no deseas seguir bailando?
   — No le veo el sentido ahora.
   — Sí que sabes ser drámatica, Catherine Bellmer, pero tu dramatismo es en vano. No pagué tus costosísimas lecciones con Madame Jolie ni compré cada uno de sus caprichos para que ahora no quieras bailar.
   No respondí.
   — Christopher está devastado, pero él sabe que la vida sigue y sigue cumpliendo sus sueños.
   Ni siquiera la volteé a ver. Pero su voz se alteró como si quisiera llorar conmigo.
   — Si alguna vez has estado agradecida por todo lo que he hecho para ti y tus hermanos después de la pesadilla que vivieron... Por el agradecimiento que tanto decías tener, desayuna Catherine.
   ¡Estaba entre la espada y la pared! Entonces, quité la sábana de mi rostro para mirar el desayuno que había en el plato.
   — Son las tartas de fresa que tanto amabas en Carolina del Norte, desgraciadamente las disfrutabas muy poco porque Madame Jolie te tenía prohibido comerlas por su alto contenido de ázucar.
   Me senté lentamente como si estuviera atrapada y cuando me terminé de acomodar, Amelie se sentó a un lado de mí, y me dio de comer como a una bebé. Tal vez eso me hubiera parecido rídiculo, pero mi semblante no reflejaba nada porque nada esperaba ya.
   — Entiendo que por el momento no quieras bailar, Madame Karenina dijo que te tomaras el tiempo que desearas.
   — Yo... quiero preguntarte qué sucedió con tu viaje por el mundo.
   — Mis tres querubines me necesitan más. ¿Por qué la pregunta?
   — Es que, quisiera pedirte que Carrie se quedara con nosotros, necesitamos estar unidos los tres, habla con ella, por favor.
   — Mi pequeña Carrie, ¿crees que pueda soportar el estrés de vivir en Los Ángeles? Será díficil separarme de ella, aún recuerdo a la niña a las puertas de la muerte en esa camilla del hospital, que me preguntó por Cory, sin duda alguna me habría encantado ayudarlo a ser músico también.
   — Te lo imploro, la necesito aquí, piénsalo, entonces podrías viajar por el mundo.
   — Deberé decirle todo esto mientras vas al grupo de ayuda.

   — Soy Miranda Evans.
   — Hola Miranda Evans — respondimos todas a la par.
   — ¿Qué sucedió Miranda? — preguntó la terapeuta del hospital, que se alegró en cuanto me miró.
   — Mi bebé falleció hace casi seis meses por ahorcamiento con el cordón umbilical.
   — Lo sentimos — dijimos todas pero de todos modos se vieron unas lágrimas en el rostro de la pobre Miranda.
   Después de que le preguntamos cosas y la conocimos mejor, llegó mi turno.
   — Soy Catherine Bellmer.
   — Hola Catherine Bellmer.
   — ¿Puedes decirnos qué ocurrió, Catherine Bellmer?
   — Tuve un aborto espóntaneo en mi casi tercer mes de embarazo por mal desarrollo del feto.
   — Lo sentimos Catherine.
   — Yo siento lo de ustedes.
   — ¿A qué te dedicas?
   — Soy bailarina de ballet.
   — Eres muy hermosa para estar triste — dijo la terapeuta —. Por favor, desáhogate, díganos cómo te sientes con la vida.
   — ¡Quisiera saber cuándo dejará de terminar este sufrimiento! Mi hermano menor falleció a los seis años y me arrepentí de no haberlo cuidarlo mejor y ahora que se me presentaba la oportunidad de redimirme, resulta que ocurre otra tragedia en mi vida. Mi padre falleció cuando yo tenía doce y constanemente desearía trasladarme a la época en donde él aún vivía y las desgracias no llegaban a nuestras vidas.
   — Lamento, Catherine, que eso es imposible, pero la opción que tienes ahora es aferrarte a la vida y vivir lo que tus seres queridos fallecidos no han gozado. Debes demostrarles que aprecias la vida.
   — ¡Cómo!
   — Conviértete en la bailarina de tu generación. Eres jóven, bella e inteligente por lo que me contó tu profesora de danza. Preguntas qué cómo demostrarás que aún vale la pena que vivas, ¡Baila y no dejes de bailar! Quema tu coraje y frustración por medio de la danza, convierte tu ira en combustible y avanza. Entonces, cuando estés en la cima o al menos lo hayas intentado, verás que no es bueno dejarse llevar por los malos recuerdos. Te parecerá irónico, pero piensa en la felicidad de cuando de enteraste de tu embarazo, piensa cuando tejías lindos gorritos para Colin pero no pienses en lo malo, aférrate por una vez en tu vida.
   — ¿Triunfarás ahora? — preguntó otra mujer.
   — ¡Sí! ¡Yo lo haré! — salí corriendo de la sala —. ¡Debo ensayar!

   Llegué a la casa sin aliento, me puse a calentar en la barra y hacer ejercicios. Amelie se sorprendió de verme así, pues no estaba sonriendo y haciendo los ejercicios delicadamento, sino que lo hacía con un coraje y determinación, que causaba miedo.
   La Catherine débil se había ido con Colin aquella mañana de finales de enero, ahora era una Catherine más fuerte que la versión del ático, ahora era una Catherine más indetenible que un huracán, era el resurgimiento de la magnífica ave fénix. Y el mundo se enteraría de ello.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora