Así pues, con veinticinco años, me sumergí en una nueva aventura en nombre del ballet. Y deseaba que mamá hubiera leído el recorte que envié donde se informaban los triunfos de Carrie y los míos.
Tomamos el avión privado a Rusia, a San Petesburgo en donde seríamos recibidos por la Academia de Danza Nacional de Rusia.
— ¿Feliz de volver a su natal Rusia? — preguntó Camila, la encargada de la agenda de Madame Karenina, en pocas palabras, su asistente.
— ¿Feliz? ¿Crees que estoy feliz de volver al lugar de donde tengo tanto tiempo huyendo? ¿Feliz de estar en el lugar que negó mi talento por orgullo? Estaré feliz de ver los rostros de las personas que no creyeron en mí y le daban el protágonico a una bailarina hueca, pero a eso no se le podría llamar felicidad. Yo no pertenezco a ningún lugar, he venido a Rusia porque mis alumnos merecen una gira de calidad.
— Madame, usted dijo que había conocido a Madame Jolie...
— ¡Tal vez ella sea la mejor bailarina después de mí! — me interrumpió llena de orgullo —. Es una lástima que haya eligido un pueblo para enseñar.
— ¿No me recuerda cuando nos visitó? Las fechas coinciden cuando yo estaba allí y era prima ballerina.
— Catherine, Madame Jolie nunca hablaba de mí porque en cierto sentido la opaqué aunque nuestros triunfos fueron de manera diferente. De modo que, al visitarla, nunca anunciaba mi presencia a sus alumnos porque temía que se los robaría o algo así, entonces, si te miré no podría estar segura porque de lejos en el escenario no te alcanzaría a distinguir. Deja que el tiempo pase Cathy, no te sigas entreteniendo con el pasado.
— Solamente quiero un tema de conversación porque Rusia no está a la vuelta de la esquina, hábleme de usted y Madame Jolie.
— Bien. Madame Jolie y yo siempre hemos tenido una extraña amistad. Después de todo, ambas estábamos conquistando el mundo en el mismo periodo, su fortaleza era su delicadeza francesa, en cambio mi fuerte era mi técnica rusa llena de cáracter.
» No quería decírtelo en este momento, pero ahora que lo mencionas, Madame Jolie solía mencionarme a una chiquilla de su compañía que yo amaría, y tal vez se refería a ti, pues me dijo que tenía lo que nos caracterizaba a ambas y fue lo primero que noté en ti, eres inolvidable y no cabe duda que Madame Jolie te describía a ti.Al llegar a Rusia, fuimos recibidos por Lord Graham Abbot de Keyston y su esposa Lady Lorianne de Abbot de Keyston, así es, tuve que memorizar sus nombres para no quedar mal.
— Les hemos de enseñar mañana el tamaño del Bolshoi para que se puedan desenvolver bien sin problemas de espacio, pero primero necesitan descanzar.
¡Y qué si no! Al llegar al hotel cercano de la Academia, no hice más que acostarme y quedar dormida hasta que...
— ¡Catherine! Estos americanos holgazanos — dijo entre dientes Madame.
— ¿Qué ocurre? — dije medio dormida.
— ¿Qué ocurre? Faltan dos horas para asistir a una fiesta ostentosa con Lord y Lady Abbot, además de que acudirán más celebridades del arte ruso en el Palacio de Lavrov, el más prestigioso de Rusia.
— ¿Qué? — pregunté sorprendida —. Me daré un baño y me pondré lo mejor que he traído.
— Usa algo rojo para que destaques, no uses tonos crema.
Aún bostezando me metí al baño del hotel cinco estrellas y al salir de la ducha busqué mi vestido rojo de seda que me regaló Chris para navidad y unas joyas que tardé meses para poder comprar y unas zapatillas plateadas que resaltaban mi maquillaje de noche. Tomé mi cartera plateada y al salir, me encontré con Niccolo quien dijo:
— Vaya desperdicio de maquillaje y belleza derrochada si no eres mi esposa.
— ¿Y eso qué tiene que ver?
— Los estadounidenses son demasiado superficiales, en Italia, cuando contraes matrimonio por alguien, vives para esa persona, le dedicas lo mejor de ti...
— ¿Crees que no se lo dedico todo a Chris? Tú estás lejos de saber lo que he vivido y cuánto me cuesta confíar en las personas y vivir para ellas.
— Me dices que se lo dedicas todo pero yo nunca te visto así de bella antes, y tu esposo no está para contemplarte...
— Niccolo, me rindo. Tienes razón. Soy un espirítu libre que navega todo lo que antes no pudo, nunca podría encasillarme solamente en el papel de esposa porque también quiero ser la mejor bailarina.
— Debemos llegar a Lavrov en media hora, debemos buscar a Madame Karenina.
— No cambies el tema, espero que algún día puedas amar.
— Pero es que yo ya te amaba.
— No te aferres a lo viejo, dime qué miras, a una bailarina casi con treinta años, un hijo fallecido, huérfana y con un hermano muerto, ¿me sigues amando?
— Con la misma vehemencia.
— Jóvenes ya es hora — dijo Camila.Al entrar en el palacio de Lavrov, mi respiración comenzó a fallar y mis piernas a flaquear: ¡Era más magnífica que Foxworth Hall!
Cuando tenía doce años, creía que el techo de Foxworth Hall era enorme pero Lavrov era el doble y con candelabros el doble de fascinantes. De las paredes color crema pendían cuadros clásicos de la realeza rusa y otras personalidades que Madame Karenina explicaba.
Todos los invitados vestían prendas de ensueño aunque era notable que estaban de moda los abrigos de terciopelo azul y cada dama lucía uno de diferente diseño aunque igual de elegantes.
— Recuerden — nos susurró Madame Karenina en una esquina —. Esta fiesta no es en vano, es para ser recomendados, pues aquí hay cantantes de ópera, bailarines, actores, pintores y todo lo relacionado al arte, y no son de cualquier categoría. Catherine y Niccolo, no se separen de mí, pues aunque muchos hablen inglés, tal vez yo necesite traducir algo.
Así, todos nos felicitaban y nos hacían sentir importantes a Niccolo a mí.
— Ella es Madame Darya, Madame, ellos son mis bailarines: Catherine y Niccolo.
Madame Darya tenía cara de pocos amigos y nos husmeó de un modo poco amigable.
— Esperemos a la presentación — solamente dijo y se marchó.
— Eso significa que le cayeron bien. Ella es heredera de una de las academias más antiguas de Rusia y su opinión es muy tomada en cuenta por todos.
La noche pasaba y en realidad no había nadie que no hablara con nosotros por más de unos minutos. No era fanática de la champaña y el vino, además de que los cannapés no eran tan deliciosos. Lo único que me entretenía era mirar los cuadros aunque en realidad no supiera mucho de pintura.
— ¿Es pintora? — dijo un hombre mayor con su cabello casi cano.
— No, soy bailarina. Catherine Bellmer — le extendí la mano.
— Vlad Serkin, soy pintor, en especial en el óleo.
— Eso es... Interesante — dije buscando a Madame Karenina.
— Usted es la estadounidense que debutará en el Bolshoi. Le seré honesto, sus facciones tienen una armonía increíble con el rostro, sus ojos azules tal vez serían lo más díficil de pintar en usted, debido a que además de ser azules, también son grises, violetas y verdes.
— Disculpe mi ignorancia en el tema, pero no creo que en pintura mis ojos cambien de color.
— No te disculpo — sonrió amistosamente —: en la luz, se ven verdes pero al mirarme se tornan grises pero por su vestido tienen un toque violeta. Debe aprender a mirar más allá, señorita Bellmer.
— Es que... — me ruboricé —. Nunca he sido pintada...
— ¡No se diga más! Hace tiempo que no encontraba a una musa que me inspirara. Por favor, llámeme cuando tenga tiempo para ser plasmada — me entregó una tarjeta y dijo —: Madame Karenina fue una de mis musas, la pinté mientras usaba un vestido violeta que resaltaba su piel pálida. Hace veinte años o más.
— ¡Catherine! Al parecer ya conociste al señor Vlad, profesor de la Universidad de Artes.
— ¡Karenina cuánto tiempo! — dijo mientras se saludaban de beso y Camila me dijo que ya me estuviera yendo al auto.
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Las Muñecas De Dresden
FanfictionSi has leído después del segundo libro, sabrás que Cathy y Chris no tuvieron una vida sin conflictos. Este fanfic tratará sobre lo que sucedió después del escape pero de color rosa.