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   — Nunca me cansaré de esta vista — dijo Chris.
   — Ni yo. Estamos a solamente siete cuadras del Buckingham Palace, nuestra Clara se criará con los royal.
   — ¿Clara? Al parecer ya decidiste nombrarla cuando ayer ni siquiera sabías.
   — Sí, decidí que se llamará Clara por cuatro razones. La primera; inicia con C. La segunda; porque fue el primer papel que bailé en el Bolshoi. La tercera; la niña que interpretó a la Clara pequeña, me pareció tan simpática que no puedo esperar a contarle que la nombré igual a ella. Y la última; Madame Karenina rompió su regla de no ponerse vestuarios para ponerse el que utilizó cuando bailó para la reina y tomarnos una foto tres generaciones de Clara.
   — Debiste decir que es lindo y ya.
   — Pues también le pondré Amelie, como nuestra heroína.
   — Suena bastante bien.
   — Lady Abbot me ha dicho que en el ático hay muchas cosas de bebés para cuando Clara nazca. Le ha emocionado que la nombre así.
   — Lady Abbot, Lady Abbot, Lady Abbot, nunca dejas de hablar de ella.
   — Bueno, gracias a ella tenemos esta mansión tan cerca del palacio y los mejores servicios.
   — Ya, ya — dijo entre risas —. Me alegro que todo nos resulte tan bien, pero no creas que seré yo el que suba al ático por esas cosas — nos reímos a carcajadas.
   — ¿Quién lo diría? — prosiguió Chris —. Te estás riendo por el comentario que he dicho, la Cathy del ático me habría dado una buena golpiza.
   — ¿Acaso lo dijiste para que te golpeara? Anda, yo revisaré el ático, tú ve a traerme unos pastelillos, que se me han antojado.
   Chris fue sin vacilar, y yo, con casi nueve meses de embarazo, subí las escaleras del ático de la mansión.
   Lady Abbot me contó que nuestra nueva mansión con pinta victoriana con sus paredes rosas, solía tener un nombre pero en 1956 sus dueños decidieron quitarle el nombre: «¡Belmont! — había dicho Lady Abbot — gracias a los cielos decidieron quitarle el nombre. De no ser así, jamás habría comprado una casa que se llamase bello monte en francés, ¿qué dirían los Watson?»
   Cuando después de un pequeño dolor de espalda subí las escaleras y abrí la puerta del ático, apenas pude armarme de valor para abrir los ojos y ver por lo poco que había abierto la puerta, lo que había dentro. Lo primero que miré fue un caballito de madera como el que había en el antiguo ático de Foxworth Hall. Me quedé inmóvil un instante, viendo lo delicado de su estructura. Todavía no entraba cuando escuché una carcajada infantil.
   — Cory — susurré con una sonrisa y abrí por completo la puerta, al poner el pie para entrar en el ático, sentí una contracción en mi vientre y supe que ya era el momento de dar a luz.
   Gritaba a Chris una y otra vez, aunque supe que sería difícil bajar de las escaleras tan estrechas.
   — Cathy no había de red velvet pero he traído de frambues...
   — ¡Chris, ya va a nacer el bebé!
   Como pudo, el pobre me ayudó a bajar y nos fuimos, sabiendo que el problema no era la distancia del hospital, sino el maldito tráfico londinense.
   Camino al hospital, evoqué los recuerdos de mi primer embarazo, tan breve... Aún recuerdo mi casa en Los Ángeles, la de Pembroke, la de Foxworth Hall y la de Gladestone. Aún recuerdo la muerte de mi padre, la de Cory y la de Colin. Aún recuerdo a Madame Danielle, Madame Jolie, Madame Leyre y a Madame Karenina. Los Estados Unidos..., dejaba toda una vida, pero en este momento ahora creaba otra en Reino Unido.

   Tras varias horas de haber salido de casa, tuve a mi bebé, pero en vez de dármela para tomarla en mis brazos como otras madres, me alejaron de ella y me dejaron sola después del parto. Chris iba y venía, aclaraba que era doctor y dialogaba con algunos. Después de más de cuarenta minutos de espera, en donde creía lo peor, se apareció el doctor y el grupo de enfermeras y me entregaron a la niña:
   — Clara — le susurré —: era tu carcajada la que escuché en el ático, ¿no es cierto?
   — Señora Dollanganger.
   — Diga doctor.
   — Su hija ha nacido con un soplo en en el corazón. Después de haberla revisado y descubierto que en todo lo demás está saludable, nos dimos cuenta que su padecimiento del corazón no es tan grave como usted cree, tal vez, con tratamiento logre controlarlo pues no es peligroso, en ocasiones, los soplos se quitan con el tiempo.
   ¡Con qué facilidad lo decía! ¡Podría jurar que Malcom Neal Foxworth decidió maldecirme dándome una hija que se parecía a él con padecimientos del corazón! ¡Era imposible no evocarlo; él se ha de estar riendo al ver mi reacción al comprobar que nunca saldremos de esto!
   — Ella... ¿Podrá bailar?
   — No, en casos con niños de soplo del corazón, es recomendable que no se agiten.
   Tan irónico, Malcolm murió por causas del corazón, y me hija nacía con problemas del corazón. Dejé de pensar en eso, y me centré en los pocos cabellos blancos de la bebé, sus labios rojos y su pequeña cabecita casi como la de los gemelos.
   — Puedo ver que no serás de alta estatura, pero no importa, tu padre y yo te amaremos aunque midieras cinco centímetros o tres metros. Te prometo darte lo mejor, no acepto que no podrás bailar pero podrás ser como tu tía Carrie y tu abuela Amelie, una gran pianista, o quizá una doctora como tu padre Chris. Clara, vivirás todo lo que no pudieron vivir Cory y Colin.

Las Muñecas De DresdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora