Capítulo 43.

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Un fuerte dolor de cabeza me inmovilizaba, mis parpados pesaban y mi cuerpo se sentía tan débil.

Intenté levantarme pero algo me lo impedía, abrí mis ojos y todos los recuerdos atacaron mi mente. Mis manos y pies estaba atados con cuerdas que lastimaban mis extremidades. El miedo se apoderaba de mí, observe mejor el lugar y me di cuenta de todo lo que había en este lugar, una silla, algunas cadenas, un colchón bastante sucio el cual estaba debajo de mí y un montón de cosas más que no podía observar gracias a la poca luz del lugar. Pude escuchar como intentaban abrir la puerta así que sólo cerre los ojos, fingiendo estar dormida.

Los pasos cada vez se escuchaban más cercas, el terror no me abandonaba. Antes de lo que pude imaginar alguien me tiro agua fría, sin poder evitarlo me levante.

— Ya era hora, necesito algunas fotos tuyas bonita - un hombre toco mi barbilla.

No sabía si debía responder así que sólo permanecí en silencio, su mirada me aterraba.

— Llévala a la silla, después tómale algunas fotos y la regresas. No quiero errores - señaló a un chico.

— Está bien - él hombre salió dejándome con él chico.
— Ven, por favor no lo compliques o ellos te golpearán - sus palabras eran dulces.

Me ayudó a levantarme y a sentarme sobre la silla, saco una cámara y comenzo a tomarme fotos.

— ¿Quién eres? - su pregunta me tomó por sorpresa.

— ¿A qué te refieres? - hablé con un poco de miedo.

— A tú nombre, familia o cualquier tipo de información que me ayude a saber más sobre ti. Quiero hacerlo yo y no que ellos vengan a hacerlo - aún tomaba algunas fotografías.

— Soy Elizabeth - no sabía que decir.

— Tu apellido - mis manos temblaban.

— Sáenz - despegó su mirada de la cámara.

— ¿Qué hacías en ese hospital?, no te ofendas pero es un hospital privado y uno de los más caros del país, ¿qué hacía una chica como tú en ese lugar? - tal vez ellos no sabían que era esposa de Nathan.

— Fui a entregar unos papeles - su mirada aún estaba sobre mí.

— ¿A quién se los entregaste? - eran necesarias tantas preguntas.

— A uno de los doctores - comenzaban a aumentar mis nervios.

— ¿Quién te envió? - debía mentir tal vez así me dejarían ir.

— Un jefe de mi padre, él no podía llevarlos y yo fuí a llevarle comida a mi padre, cuando me vió me dijo que si podía hacerle un favor y accedí - intenté mentir de la mejor manera.

— Bien, debo irme - sin dejarme contestar salió del lugar.

Tenía miedo no sabía si había hecho bien pero no podía hacer nada para cambiarlo.

Los minutos pasaban y cada vez tenía más miedo, la puerta se abrió de golpe provocándome un gran susto.

— ¡No existe ningúna Elizabeth Sáenz en este lugar, ni siquiera hay un registro de nacimiento!. Conmigo no se juega niña así que más te vale decirme la verdad - pasaba uno de sus dedos por mi cara.

— Esa es la verdad - respondí aterrada.

— ¿Y porqué no existen nada sobre ese nombre? - estrelló su mano contra mi mejilla.

— No lo sé - mi voz temblaba.

— ¿Quién eres en realidad? - sin previó avisó comenzó a golpearme.

Casada Con El SexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora