Capítulo 33.

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— ¿Qué hacías con él? - giré hacía donde estaba la voz, toda la casa se encontraba en completa obscuridad a excepción de la luz que estaba por las enormes paredes de cristal.

— Me asustaste - Nathan estaba sentado en un escalón de la escalera principal.

— No respondiste mi pregunta - su voz era más profunda de lo regular, podía notar su enojo.

— No se de que hablas - los dos sabíamos perfectamente que estaba evadiendo su pregunta.

— Sabes de que hablo Elizabeth, así que responde - alzó un poco la voz.

— No lo sé - esto terminaría mal sin duda alguna.

— ¡Hablo de que todo el maldito día estuviste con el imbécil de Sebastián! - a kilómetros se notaba su molestia.

— No es así - intente defenderme.

— Claro que sí, a caso se te olvida que todo el mundo me conoce y ahora a ti también por ser mi esposa - paso sus manos por su cabello.
— A caso no pensaste que alguien te podía ver y decirme - jamás pensé en eso.

— ¿Quién te dijo? - una risa amarga escapó de él.

— Ahora lo aceptas - se levantó de la escalera.

— No respondiste mi pregunta - quería saber quien le dijo.

— No se de que me hablas - repitió mis palabras.

— No estoy para tus juegos Nathan - esas palabras salieron de mí con bastante enojo.

— ¡Yo soy quien no esta para tus juegos! - grito haciendo estremecer toda mi piel.
— Estaba con Alex y él por casualidad revisó una de sus redes sociales justo en ese momento en que aparecía una fotografía tuya, al parecer estabas distraída pero aún así eras tú y estaba en el perfil de Sebastián Peters - las últimas palabras salieron de sus labios con un gran enojo.
— Y no te atrevas a negarlo, porque yo lo vi - no lo iba a negar al parecer él ya sabía todo.

No sabía que decir o que hacer mi mirada estaba en el piso, odiaba sentirme débil a los demás pero la palabras de Nathan me habían dejado sin habla. Me sentí débil y expuesta a su mirada.

— No vas a hablar - estaba justo frente a mí unos pocos centímetros nos separaban.
— Sólo dime que hicieron después de estár en ese café, porqué obiamente no estuvieron todo el día ahí.

— Sólo fimos a comer - las risas amargas y sarcásticas salieron de sus labios.

— ¿A dónde, a un motel? - escuche bien.

— ¿Qué dijiste? - sin duda alguna estaba sorprendida.

— Lo escuchaste perfectamente, te pago después de su visita porque mínimo después de fo...- no lo deje terminar la palma de mi mano se estrelló en su mejilla. El sonido del impacto retumbó en toda la casa.

Lentamente Nathan giró su cara, sabía que después de ésto me arrepentiría pero estaba muy molesta. Nathan iba a hablar pero lo detuve.

— Yo no soy como las mujeres a las que estás acostumbrado Nathan, yo no vendo mi cuerpo por dinero, joyas o simplemente por el prestigio que pueda ganar estando al lado de una persona como tú - ni un mes y pedía a gritos el divorcio.

— ¿Y si no es por dinero, qué haces casada conmigo? - maldito contrato quisiera gritarle en la cara toda la verdad.

— Pregúntaselo a tu papi - otra risa salió de él.

— Jamás me dirá nada - su mejilla estaba completamente roja.

— Pues entonces quédate con la duda - iba a subir las escaleras pero me detuvo.

Casada Con El SexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora