Capítulo seis.

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Stefano era el nombre del (al parecer) tan reconocido estilista que Cameron había traído. El hombre entró a mi habitación, era bastante bajo, su cabello en la cabeza era casi inexistente y poseía bastante clase. Me miró por encima de su hombro como si él fuese algo mucho más superior a mi, como si estuviese mal que Cameron me hubiese traído a este lugar.

Me observó de arriba abajo como si me estuviese examinando detenidamente, me incomodé al instante.

—Un diamante en bruto— murmuró, y una de sus estilistas soltó una risilla. ¿Acaso acá todos actuaban de esa manera tan miserable?

—¿Has venido a reírte de mi o a ayudar? — le dije, y su sonrisa se borró de inmediato. Carraspeó.

—Hoy es la cena de compromiso de uno de los mayores inversionistas en la empresa de Cameron, ya te debe de haber dicho que irías con él— dijo, ignorando mi comentario anterior. Asentí— Vale, lo que te haré será algo... extremo, bonito. Tu tono de piel me gusta mucho, tu cabello también. ¿Esas ondas son naturales?—me dijo, a la vez que tomaba mi cabello con una de sus manos.

—Sí— murmuré. Como si tuviera dinero para una peluquería. Solía cortarme el cabello yo sola, jamás tuve complicaciones con ello.

—Vale, las dejaremos pero Stefano le hará unos ajustes— dijo, hablando de sí mismo en tercera persona. Quise reírme de la situación, se parecía al estilista de la película "el diario de una princesa" que nos habían mostrado en la escuela hacía algunos años.

—Está bien.

Él me seguía observando, como si tratara de descifrar algo.

—Tengo una hora y media para hacer un milagro— susurró, y una de sus asistentes secó su frente. El chasqueó los dados y en ese instante sentí unas cinco manos en mi cabeza. Se parecía cuando de pequeña mi madre me sacaba los piojos que tenía.

Mis ojos se aguaron otra vez, la extrañaba muchísimo.Dolía no tenerla aquí, y una angustia horrible sentía a cada instante, pero me repetía que era lo mejor, lo necesitábamos, ella lo necesitaba.

Y yo haría de todo por ella.

—Y dime, ¿Cómo te llamas pequeña?— susurró Stefano. Le miré por el espejo, no tenía idea de cuanto tiempo llevaba haciendo quizás qué en mi cabello.

—Leah.

—Me gusta tu nombre, ¿ahora vives aquí?— dijo, bastante entrometido.

—Sí— respondí borde, a la vez que un jalón de cabello me hizo chillar. Lo miré mal.

—Joder , eso me ha dolido.

—Lo siento, tienes el cabello hecho una maraña. Niña, por Dios ¿Por qué no le has dicho a Cameron que te compre productos para el cabello? Esta sequísimo— dijo, a la vez que comenzaba a esparcir un líquido en él— . Debe de tener algo bueno vivir con Cameron, ya que ya sabes.. dicen que es el diablo personificado— rió bajito. Pero a mi no me causó ni una gracia.

—Y yo lo creo— dije, recordando todos los desplantes y malos tratos que había recibido de su parte en unas cuantas horas.

Stefano siguió con su trabajo unos minutos más, y yo me pregunté que Diablos era lo que yo hacía en un lugar como este, cómo era posible que se me diera aquella oportunidad tan grande de ser una chica de un estatus social altísimo, y no pudiera disfrutar ni un poco la sensación. Ni siquiera podía disfrutar de los beneficios que se me daban, era algo realmente horrible vivir así.

Y era el primer día, no quería ni siquiera imaginar qué pasaría al mes. Cameron era una persona terrible, y me alegraba de no ser la única que creía eso.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora