Capítulo 15, "Hechizados"

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—¿Qué es lo que quieres hacer? —preguntó Christian con un gesto exhausto y los ojos en blanco sobre su rostro.

A decir verdad, Lindsey no sabía que hacer, ya que en su mente se confirmaba desde un principio que Christian la rechazaría y tendría que vagar sola con su soledad y depresión. 

Pero al ver que éste había aceptado a regañadientes su invitación —sin saber ella si podría tener segundas intenciones por detrás, cómo aquella vez que la salvó de una moto—, no había planificado nada en absoluto. 

Lo único que hacían hasta ese entonces era deambular a paso lento entre algunos de los puestos que habían organizado mucho de los estudiantes, que trataban sobre comidas, plantas, artesanías o regalos para el «comienzo del amor».

—La verdad es que no he planificado nada... —confesó Lindsey, haciendo pucheros con los labios—. Sólo pensaba gastar un poco el tiempo.

—¡¿Ah?! —En el rostro de Christian podía notarse una leve rabia al haber escuchado eso. Él odiaba perder el tiempo en hacer nada—. ¿Me lo dices en serio?

—¡Bueno, creí que ni aceptarías pasear conmigo! ¡Así que no he pensado en nada que hagamos juntos! —se excusó ella, levantando la voz, llamando la atención de algunas personas que pasaban y sonreían por ver a la «pareja».

—¿Hacer algo juntos? —preguntó Christian shockeado, para luego estallar en una risa—. Yo no quiero hacer nada, solo te estoy acompañando para que no te sientas sola.

—Bueno, eso cuenta como una actividad que estamos haciendo juntos —retrucó ella con una sonrisa ganadora y Christian frunció el ceño, en señal de verse frustrado por no ocurrirsele nada para replicarle.

El festival era enorme, ya que estaban hasta preparando un pequeño escenario para conciertos más tarde. Christian lo vio y se disgustó un poco por eso, ya que se ponía nervioso cuando se trataba de actividades con mucho tumulto de gente. Lindsey también era igual, pero no reaccionaba como Christian como si padeciera Agorafobia.

—¿No quieres...? ¿Comer algo? —indagó él con cierta timidez. No sabía cómo hablar sin tener una pizca de miedo de que Lindsey lo viera de forma tierna y comenzara a reírsele.

—Puede.

—¿Puede?

—No lo he pensado.

—Eso no se piensa. Se tiene hambre y ya —discutió Christian algo impaciente. Sentía que Lindsey le estaba tomando el pelo con ese gesto tan despreocupado que tenía.

—Es que a veces estoy tan distraída en otras cosas que me olvido de que tengo hambre.

—¿Y qué estás mirando ahora?

Lindsey enrojeció, ya que no podía apartar la vista hace rato de un puesto de flores. 

Una de las cosas que había soñado en su adolescencia, es que algún chico le regalara una flor, pero eso nunca sucedió. Los pocos novios que ha tenido a lo largo de sus veinticinco años fueron chicos que solo la querían para pasar una noche o no la soportaban por su extroversión. Lindsey siempre se sintió una fracasada en el amor, pero cómo todo sentimiento de tristeza, siempre lo ocultaba con una gran sonrisa.

Y ahora ese sueño se hizo presente de nuevo con el hombre de quién más se había enamorado y con un puesto de flores —pero principalmente de rosas— a pocos metros suyo. Pero no quería —o más bien no podía— decirle a Christian que estaba mirando eso, o si no él lo entendería como indirecta de que le compre una.

—En estos momentos, nada. Hay mucha gente para ver algo ja, ja —mintió la joven mientras se rascaba la nuca.

Christian la miró por el rabillo del ojo sin ninguna expresión, mientras se decía mentalmente que ella le había mentido, que lo leía en sus ojos y era muy fácil de predecir.

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