Capítulo 40, "Los Duch"

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Ojeras oscuras que se dibujaban en la parte superior de sus pómulos, un dolor explosivo en la cabeza y el cabello enrededado por la humedad, así se encontraba Lindsey, sentada sobre uno de los taburetes que se unían en las encimeras de la cocina, esperando que Charly terminara de cocinar el desayuno.

—¡Qué resaca tienes, Lindsey, por Dios! —bromeó Charly, mientras terminaba de tostar el pan.

—April tomó más que yo y no se descontroló tanto. Me siento tan mal —expresó ella mientras se agarraba la cabeza y se terminaba por desplomar sobre la encimera.

—Deberías dejar de tomar sí te hace tan mal —sugirió él—. Tendría que haberle pedido a April que cuidara de ti, no tú de ella —volvió a bromear.

—Ahora no sé sí quiero ir a clases.

—La clase de hoy será muy interesante —le recordó Charly, poniendo una taza frente a sus narices—. Es té amargo, anda, tómalo.

—Gracias, hoy tengo el humor perfecto para tomar té amargo...

—Cuidado, está calien... —advirtió él demasiado tarde, porque ella le dio un buen sorbo, quemándose la boca entera—... caliente...

—Madita zea —se quejó Lindsey mientras sacaba la lengua por el ardor.

—Oye, Lindsey...

—¿Q-qué?

—April... —susurró él, obligando a su amiga a acercarse más—... Ella... ¿ha conocido alguien ayer?

—N-no... —dudó Lindsey por un instante, cuando sabía perfectamente que April no hizo más que competir con ella a ver quién soportaba más cantidades de alcohol en el cuerpo. Iba a decir algo más cuando su amiga hizo acto de presencia en la cocina:

—Conocí a alguien —dijo ella en voz alta, haciendo que Charly trague saliva con nerviosismo porque lo había escuchado. Sin embargo, una pequeña felicidad floreció en su corazón, porque le dirigió la palabra en las dos semanas que ni siquiera se miraban a los ojos—. Pero no se interesó en mí, sino en Lindsey.

Ella tosió de forma escandalosa y se volvió a beber el té hirviendo, aumentando su ardor.

—¿Ah?

—April exagera —apuntó Lindsey en su defensa.

—Claro que no —replicó la pelirroja—. Tienes que admitir que estaba interesado en ti.

—No lo estaba —insistió ella.

—¡Te comía con la mirada! —exclamó April mientras tomaba sin permiso una tostada de la encimera. Charly abrió la boca en protesta—. Y te pagó una botella de cerveza. Eso no lo hace cualquiera. Ese hombre merece el cielo.

—A ti también te la pagó —masculló Lindsey.

—El trato fue diferente. Todo el rato te hablaba a ti y a mí ni me miraba.

—Te lo regalo —bromeó Lindsey y Charly tosió enfurecido—. Lo siento.

—No, gracias —contestó April—. Ojalá lo vuelvas a ver.

—Suficiente, April —musitó Lindsey con una sonrisa tímida.

—¡No te niegues a conocer alguien más! Que con Christian no haya funcionado no quiere decir que estés destinada a estar sola —discrepó la joven de ojos verdes.

—April tiene razón —comentó Charly con timidez, ganándose una sonrisa satisfactoria de ella. Eso lo puso el doble de feliz. Adoraba verla sonreír, por más que fuera de forma irónica.

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