Capítulo 45, "El pasado regresa"

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Vestidos floreados, lisos, cortos y largos; chaquetas de jean, chaquetas de cuero, blusas, trajes formales e informales, leggins, jeans simples y rotos y faldas de todos los cortes y colores. Por fuera, la tienda de indumentaria parecía espaciosa, en la que podía meterse medio campus adentro y quizás, sobrar espacio. Pero no, Christian y la mayor parte del grupo —excepto Jeico, quién ya conocía el lugar— se sorprendieron al ver que la sala estaba tan llena de percheros y de ropa a exhibición que apenas podían caminar con tranquilidad sin llevarse algo por delante. Unos tonos amarillentos inundaban el lugar debido a la luz del entorno y del sol que poco a poco se marchaba para dar paso al atardecer, dando un aspecto casi nocturno y vintage a las paredes de la tienda.

Rebecca miraba con entusiasmo, ralentizando sus pasos y deseando empezar la entrevista cuánto antes para luego husmear en la ropa; Jeico caminaba recto y derecho hacia donde se encontraba el vendedor, y en eso lo seguían sus otros dos compañeros. Christian también caminaba despacio, curioseando cada prenda de mujer colorida y escotada que colgaban en las perchas de un fino y plateado alambre. Pero no observaba con la misma curiosidad que Rebecca, sino como de alguien que se sorprende por lo que ve.

Una de las cosas que más le incomodaba, era comprarse ropa. Siempre destacaba con sus ropas holgadas y oscuras, jeans que parecían todos iguales entre sí y zapatillas lo más deportivas posibles. No importaba cuánto calor hiciera, casi siempre lo veías visto con sudaderas y capuchas, muy rara vez con remeras. Era un poco tímido con su cuerpo, pero no tanto.

—Quiero comprarme la tienda entera —comentó Rebecca con una sonrisa de oreja a oreja y tactando con sus dedos la tela fina de un vestido floreado.

—¿Cómo ese vestido? —preguntó Christian, observando esa prenda. Un vestido negro con flores naranjas, amarillas y azules, mangas cortas y un largo que quizás le llegaba a las rodillas de cualquier mujer. Por un momento se le cruzó por la cabeza lo hermoso que se le vería a Lindsey.

—Dios, no. No me gustan las prendas floreadas —expresó con desdén y soltando el vestido de sopetón—. Mi madre suele usarlos a menudo y pienso que le quedan ridículos. Creo que son vestimentas ridículas.

—Quizás porque no a todas les queda bien —soltó él con ofensa, porque pensaba todo lo contrario, aunque no vistiera esa clase de cosas.

—¿Conoces a alguien que le quede bien? —investigó Rebecca entre risas.

—Por supuesto —afirmó en voz baja, dejando de verla a la cara y paseando su mirada por las prendas que colgaban cerca del techo.

—Adivinaré, ¿a Lindsey? —aseveró molesta, caminando detrás de él y sacudiendo las ropas con la mano, una por una, como sí las estuviera ojeando.

Christian sintió un calor avergonzante en sus mejillas, hasta supuso que se había puesto colorado al ser descubierto. No podía evitarlo, últimamente todos sus pensamientos o conversaciones concluían en ella.

—N-no —dudó.

—¿Ella te...? —No pudo formular la pregunta, porque el saludo tan eufórico de Jeico con el dueño del local los descolocó por completo.

Christian ignoró por completo la figura de Rebecca y se acercó a dónde estaba el resto. Ella tenía la ira en la punta de la lengua, por lo que respiró profundo y se fue acercando de a poco para tener tiempo de calmarse. Se sentía insoportablemente celosa cuando ni siquiera ella y Christian eran amigos.

El hombre de la tienda tendría casi la misma edad que Jeico y sus vestimentas eran tan coloridas como la kombi de su amigo. Christian se sentía invadido con demasiado color cuando lo único que tenía en sus pensamientos eran cosas frías y acromáticas.

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