Capítulo 29, "Indecisión"

889 79 3
                                    

—Lindsey... —la llamó April mientras entraba a su cuarto y le traía un vaso de agua con un medicamento.

La joven ronroneó sobre la cama y abrió lentamente los ojos. Al segundo se arrepintió de haberlo hecho. La cabeza le punzaba con fuerza, como si le fuese a explotar. Tenía la vista doble y la garganta seca, agria y dolida. Su cabello era un terrible nudo enredado en lo alto de la cabeza y la humedad no le ayudaría mucho a peinarse.

—April... ¿qué ha pasado anoche? —preguntó con la voz ronca y adormilada.

—¡Qué no ha pasado! —exclamó su amiga mientras le alcanzaba el vaso.

—No recuerdo... —manifestó Lindsey mientras tomaba el medicamento. El dulce frío del agua sobre su seca garganta hizo que comenzara a carraspear de dolor—. Lo siento... me salí de control.

—Disculpas aceptadas —dijo April mientras se cruzaba de brazos y formaba una sonrisa ladina sobre sus labios—, porque sin lugar a dudas tendrás que pagar por lo que has hecho.

—Te daré el dinero del taxi...

—¿Qué taxi, Lindsey? ¡Christian nos ha tenido que traer a las cuatro de la mañana a la residencia porque a ti se te ha ocurrido ponerte como una cuba en el lugar más recóndito del campus! —vociferó la pelirroja, haciendo retumbar su voz en los oídos de Lindsey y aumentando su dolor de cabeza—. ¿Qué ha pasado entre ustedes para que te pusieras así?

—¿Entre nosotros? —preguntó Lindsey, aún embobada por el dolor y el sueño.

—¡Sí, entre él y tú! —desgañitó—. Mira, no quiero meterme en tu relación con él a estas alturas, pero es que no puedo creer lo que has hecho anoche, Lindsey. —April se mostraba decepcionada, posicionando sus brazos sobre la cintura y disintiendo la cabeza—. Nunca en estos cinco años, inclusive en las fiestas en las que hemos asistido, te has puesto así.

Lindsey meditó unos instantes hasta que imágenes en su cabeza empezaron a viajar en su cerebro. Se recordó con más de seis botellas en la mesa, en el bar Rainbow, un lugar de mala muerte y más visitado por borrachos y ladrones que por estudiantes normales. Recordó sus lamentaciones por lo que le había hecho Christian, a sus amigos intentando llevarla, ella rehusándose y diciendo que Christian tenía automóvil y que podía alcanzarlos a la residencia; a él en el lugar insistiendo en llevarla, luego bajo suyo sobre el butacón mientras ella le pedía sexo...

—Oh, Dios mío... —se apenó ella mientras se agarraba de la cabeza. Cuando vinieron los recuerdos de ella besándose con él en la puerta de la residencia en el que incluía la lengua, enrojeció hasta alcanzar el morado—. ¡Dios mío! —vociferó.

—Bueno, si ya recuerdas... —dijo April en un suspiro, pero fue interrumpida con una confesión poco convencional:

—¡Lo besé con lengua!

Su amiga quedó perpleja.

—¿Qué coño estás diciendo? —inquietó la pelirroja en una mezcla de estupefacción, incredulidad y asco.

—Yo... ¡Dios mío, April! Soy una maldita pervertida.

—¡Qué novedad!

—April, hablo enserio —espetó Lindsey mientras agarraba la cabeza—. Yo lo... oh Dios, ahora sí no quiero volver a verlo.

—¿En dónde lo has besado?

—Aquí en la entrada de la residencia, cuando ustedes se fueron... Ay Dios, qué bien besa —reveló en un suspiro, con la mirada risueña y acariciándose los labios—. Pero espera... él fue quién lo hizo, no yo. Yo le deposité uno en la mejilla y...

Planes de Vida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora