Capítulo 78, "Hablar"

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—Lo siento, Lindsey. Creo que... me apresuré contigo. Me dejé llevar. Esto nunca va a funcionar —dijo Christian con la voz muy seria.

—No puedes estar hablando en serio —gimoteó Lindsey con agitación. El corazón se le iba a salir del pecho.

—Lo mejor es que no nos volvamos a ver, que cada uno haga su vida como siempre quiso.

—¡Pero dijiste que querías tener una vida a mi lado! —sollozó ella, destruida—. Y yo también lo quiero...

—No —replicó terminante—. Tenías razón, yo no soy capaz de quererte. Confundí el amor con obsesión y eso no está bien.

—Por favor, Christian...

—No insistas. Mi prioridad son los estudios ahora. No quiero volver a verte —determinó con desdén, para después darse la vuelta e irse entre la penumbra de ese misterioso escenario.

—Christ... —lo estaba por llamar ella cuando una mano desconocida la sujetó del brazo con fuerza. Giró para verlo y se horrorizó cuando vio a Caleb con una sonrisa burlona en el rostro—. ¡Suéltame! —gritó.

—¿Por qué prefieres a un patán como él, eh? Yo puedo hacerte sentir mujer, Lis. ¿No sientes curiosidad de saber cómo se siente? —Acercó su entrepierna a la espalda baja de Lindsey. Ella se estremeció—. Vamos, Lis. Déjame hacerte mía...

—¡No! —chilló despavorida mientras él le sujetaba todo el cuerpo con las manos.

Sus fuerzas, su voz y la oscuridad comenzaron a desvanecerse, rindiéndose en la soledad y en la risa de Caleb sonándole en los oídos.

Susurró un «no» una y otra vez hasta que cerró los ojos.

—No por favor... —jadeó con el torso inflado por la mala respiración y los ojos bien abiertos por haber despertado abruptamente.

Estaba en su cuarto, acostada sobre la estrecha cama con un increíble sudor en la frente y la espalda. Todo lo que había visto tan sólo había sido una pesadilla. Pero la dejó tan asustada al pensar que podría cumplirse, que levantó la mitad del cuerpo para abrazar sus rodillas y casi romperse en un llanto.

Tenía miedo de que Caleb volviera, pero más importante era su temor a que Christian se arrepintiera de estar con ella y la dejara abandonada otra vez, como todas aquellas veces que la entusiasmó.

Se levantó de la cama y lo primero que hizo fue darse una ducha para enfriar sus pensamientos y calmar el calor que los nervios le habían provocado. Su corazón le decía que no dudara más, que él estaba ahí dispuesto a ser mejor. Pero su subconsciente le decía que tuviera cuidado, que se asegurara de que él no estaba jugando con ella.

«¡Pero dijo que quería ser mi novio! ¡Y estuvimos a punto de tener sexo!» recordó con dulzura en sus pensamientos. «Sus labios, sus caricias, su cuerpo... Oh, Dios, estoy enloqueciendo... Pero no puedo distraerme con eso... Tenemos que hablar. Aún hay cosas que aclarar entre nosotros. Quiero estar segura de que esto no es un juego o que sólo busque una amistad. Estoy tan insegura...» terminó por pensar mientras se masajeaba el pelo.

Terminó de ducharse y se vistió con lo primero que encontró en su maleta. Miró la hora y eran todavía las nueve de la mañana, pero con un calor de verano que parecían las tres de la tarde. Podía jurar que estaba haciendo más de treinta grados.

Bajó por las escaleras esperando que nadie estuviera despierto, pero su mala suerte creció cuando divisó a su madre haciendo el desayuno. La Sra. Peterson rara vez se levantaba temprano, así que se le hizo extraño que estuviera ahí preparando el café.

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