Capítulo 81, "El castigo de Lindsey"

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La luz de la mañana entraba radiante y furiosa a través de la pequeña ventana de la habitación de Lindsey, obligándola a despertar y abrir los párpados con molestia.

Se quedó patidifusa cuando vio la tranquila figura de Christian a su lado, acostado sobre la estrecha cama y a centímetros de caerse al suelo. Ella llevaba la cabeza apoyada sobre su hombro derecho, mientras que el brazo de él pasaba por debajo de la joven para acariciarle la espalda. Lindsey pensó que probablemente la extremidad de él no tuviera vida por el poco movimiento que tuvo, así que lo acomodó sobre el regazo del joven.

Ella se pensó que él estaba dormido, pero se sorprendió cuando Christian giró la cabeza en su dirección y la vio a los ojos bastante despabilado.

—Buenos días —saludó Lindsey con una voz dormilona y una pequeña sonrisa. Sus ojos brillaban de felicidad.

¡Y cómo no estar feliz cuando tenía a Christian como su novio! Le parecía tan tierno y dulce que se sentía vagar en las nubes, en una realidad alterna de la cuál no quería salir jamás.

Nunca pensó en la posibilidad de reconciliarse con él ni mucho menos que ambos terminasen durmiendo en la misma cama. Aún su maldita consciencia la asustaba con ideas de que él se arrepentiría un día de esos y la abandonaría otra vez, destruyendo su corazón.

Pero dejó de lado esos pensamientos oscuros y se concentró en lo que tenía frente a sus ojos. Christian siempre se comportó como un hombre serio y sin escrúpulos. Que estuviera en su cama era más que suficiente para probar que él era real y estaba ahí, decidido a una relación.

—Buenos días —farfulló él nervioso. Y es que le ponía los pelos de punta cuando los ojos de ella se quedaban mirándolo fijamente.

—Lo siento —se disculpó, ganándose una mirada de sorpresa por parte de él—. Te pedí que te quedaras conmigo, pero seguro dormiste muy incómodo.

Christian disentió con la cabeza mientras sonreía. La verdad es que durmió tan bien y tranquilo como nunca en su vida que ni siquiera sintió que se estaba por caer al suelo.

—Dormí de maravilla —expresó él sin dejar de sonreír. Se seguía sintiendo un idiota, pero no podía evitarlo—. Me tranquiliza mucho tu presencia.

—¿Qué? ¿De verdad? Pero sí soy un monstruo roncando... —dijo ella entre risas, sin creerle.

—De verdad —constató feliz—. Creo que nunca he dormido tan sereno en toda mi vida. —Lindsey lo miró con ternura, queriéndoselo comer a besos—. Siempre tuve responsabilidades o preocupaciones encima, sin tomarme un descanso. Estar aquí me despeja la mente y hasta no me dan ganas de irme.

—Dyersville tiene ese efecto en la gente.

—No es sólo Dyersville —replicó Christian, tornando su mirada en el rostro de Lindsey—. Eres tú —confesó con timidez—. Me transmites calma, calidez y hasta cosas que son difíciles de explicar. Eres todo lo que necesito... Lo que siempre he necesitado. Y he sido un imbécil en negarlo durante tanto tiempo.

—Exageras... —susurró ella con una sonrisa. Estaba demasiado emocionada.

—No estoy exagerando —discrepó molesto.

—Tú necesitabas un título universitario, no sólo a mí.

—Todavía lo sigo necesitando... Bueno, ambos deseamos uno, ¿no? —Lindsey rio, dándole la razón—. Pero ahora es diferente. Recién estaba pensando en que antes creía que un título universitario me brindaría la felicidad y la tranquilidad que no podría darme una relación sentimental o un grupo de amigos. Creí que estaría bien solo... pero en realidad nunca fue así. Estaba ciego...

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