Capítulo 19, "Fogata"

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—April, estás exagerando... ¡Anda ya! —bramó Lindsey algo incómoda, soltando de forma abrupta el cabello de los largos dedos su amiga, que lo sujetaba para peinarlo.

Era viernes por la tarde, casi anocheciendo. El cielo se teñía de un azul marino y los árboles bailaban lento gracias a la dulce brisa de los finales de la primavera. Los grillos cantaban grandes serenatas con entusiasmo mientras algunas nubes se asomaban por detrás de los edificios de la Universidad. 

April deseaba que no lloviera, pues estaba entusiasmada con despejar su mente un rato del estudio. Pero también que lo hiciera Lindsey, con quién estuvo discutiendo toda la tarde. 

Ella no quería prepararse como sí asistiera a una discoteca, era coqueta y le gustaba arreglarse, pero siempre dentro de los límites para reservar algunas partes de su cuerpo. Su amiga intentaba ponerle todo el ímpetu del mundo para que superara la vergonzosa situación que pasó con Christian, pero le resultaba inadmisible.

—¡Pero estás más hermosa así! —se quejó April, con los brazos en jarra sobre sus caderas.

—No quiero llamar la atención de todos —balbuceó Lindsey, con un mechón de pelo enrededado en su dedo índice y una cara de vergüenza que causó risa a su amiga.

—¿Tienes miedo de atraer a alguien? —preguntó ella de forma cachonda; y la otra joven le dirigió una mirada fulminante reflejada en el espejo de su cuarto que tenía frente a ella—. Oh, vamos Lindsey, no te pongas así. Solo quiero que te diviertas un poco.

—Dios, tienes razón —admitió Lindsey, estampándose la cara con la mano—. Es sólo que... me he vuelto muy reservada últimamente.

—Es por culpa de él —refunfuñó April—. Hay que disfrutar esta noche, quizás sea la última de nuestra libertad.

—... Está bien —aceptó ella de mala gana, dejando que su amiga le peine el cabello en una serpenteante coleta al costado de su cabeza que descansaba sobre su hombro derecho.

Cuando terminaron de prepararse, entre risas reprendieron a Charly por haberse dormido en el sofá de la sala intentando esperarlas. Tomaron el último bus del día que los llevaría a la Residencia London, una hermandad mixta que es algo conocida dentro del grupo de estudiantes que se forman en Ciencia y Tecnología. Allí se encontraban algunos de los amigos de Charly, April y Lindsey, que a diferencia de éstos, tenían un poco más de dinero gracias a sus familias que trabajaban en la universidad y se dedicaban a grandes proyectos. 

Mientras April y Lindsey charlaban sobre cosas triviales en los asientos del vehículo, Charly atisbaba el móvil en espera de que Christian le preguntara la dirección de dónde se haría la fiesta. Pero no había respuesta ni señales de vida. Éste suspiró decepcionado y dejó de mirar la pantalla. Se había casi convencido de que Christian no le enviaría un mensaje esa noche.

Sin embargo, el joven estaba a punto de hacerlo, pero no movía los dedos para apretar el botón de «enviar». 

Estaba acostado sobre la cama, con los brazos extendidos hacia arriba con el celular en ambas manos. Después de mirar varios segundos sin saber qué hacer, relajó las extremidades sobre el colchón y suspiró mientras examinaba el cielo raso. 

Le ganaba el orgullo mientras recapacitaba que ella no se había disculpado con él por el malentendido de hacía tres semanas y que lo mejor era permanecer frío y lejano de Lindsey. Porque después de todo, no había nadie más vengativo que alguien como Christian, que te hacía pagar las consecuencias con la misma moneda. 

¿Pero cuánto tiempo podía soportar así? La curiosidad también lo estaba matando. «¿Qué estará haciendo Lindsey en este momento? ¿Se estará divirtiendo? ¿Con cuánta gente?» cavilaba inquieto, hasta que una pregunta más brotó en sus pensamientos y lo dejó deslucido: «¿Con cuantos hombres se está divirtiendo?»

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