Capítulo 88, "Detalles incómodos"

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Lindsey lo observó pasmada y maravillada, terminando por soltar un chillido de felicidad.

—¡Ay, no era necesario! Gracias —expresó emocionada, aceptando la bolsa. Se acercó a él y le plantó un pico en los labios—. Ven, pasa.

Nevaba y hacía un frío bestial. Christian se sintió en el mismo paraíso al ver que la calefacción estaba prendida.

—¿Qué te parece la decoración? —preguntó Lindsey entusiasmada, señalando el lugar con los brazos abiertos. Pero éste ni se inmutó.

—Está bonito.

—No te gustó, ¿verdad? —manifestó triste. Otra vez le arribaba la inseguridad.

—No es eso, es que una festividad como la Navidad no me alegra tanto.

—A ti no te alegra nada —sentenció Lindsey un poco enojada—. Espero que no sea una molestia que mi familia venga aquí.

—No, Lindsey. No lo es. Pero es que la Navidad es de esas festividades en las que lo pasaba prácticamente solo. Y ver las decoraciones y todo el entusiasmo de la gente me hace recordar eso —confesó en voz baja. Ella sintió pena por él, así que se acercó y lo abrazó.

Christian se alegró intensamente al sentir el calor corporal de ella. Extrañaba que ésta tomara la iniciativa para darle cariño.

—Bueno, pero ahora estás conmigo. Será tu primera Navidad estando acompañado. Y bueno, estará mi familia también. Pero sí quieres, puedes contarme solo a mí —expresó alegre después de alejarse.

Él la contempló hipnotizado, perdiéndose en el color de sus ojos.

—Ven, no te alejes —le suplicó en un susurro, volviéndose aproximar a ella y abrazándola con suavidad por la cintura.

Lindsey apoyó sus manos sobre su torso para sostenerse y mantener una distancia adecuada de él. Estaban solos en la casa, en el completo silencio.

—¿Qué me regalaste? —averiguó Lindsey mientras veía de reojo la bolsa que había dejado apoyada sobre la mesa.

—Luego lo verás —musitó Christian, plantándole un dulce beso en los labios. Quiso darle más movimiento a ese beso, pero ella se alejó incómoda—. Oye, quiero hablar contigo sobre lo que pasó hace un mes...

—Luego. Quiero ver el regalo —esquivó Lindsey la conversación con total nerviosismo, acercándose a la bolsa y viendo lo que había dentro. Él la observó en su sitio. Ella chilló de alegría, aunque un poco exagerada—. ¡Chocolates! ¡Qué genial! —Christian soltó una pequeña carcajada, arrimándose poco a poco—. ¡Amo estos bombones! Son tan ricos...

—Ni se te ocurra comértelos todos esta noche.

Lindsey sonrió como una niña traviesa.

—Es tu culpa por habérmelos regalado.

—Me hubiera gustado algo mejor pero... Soy malo para hacer regalos. —Y sonrió cohibido.

—Es el mejor regalo que me pudiste dar —dijo ella con una sonrisa llena de luz.

No podía evitar sentirse cada vez más enamorada de él. Y eso también, de alguna forma, le daba miedo.

—Y tengo algo más que darte —reveló él a centímetros de su rostro.

—Ah... puedes dármelo en la entrega de regalos... —titubeó exaltada.

—Pasaría mucha vergüenza sí lo hago. Venga, cierra los ojos —solicitó Christian.

Lindsey vaciló unos instantes en sí hacerlo o no, pero finalmente decidió confiar con él y cerró los párpados. Él caminó lentamente a su alrededor hasta posicionarse detrás de ella, examinando ese delicado y suave cuello que lo tentaba a besarlo.

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