Capítulo 71, "Difícil decisión"

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Puso la alarma de su celular a las siete y la apagó al instante para que nadie escuchara, sabiendo que ese era también un día libre para dejarlos descansar a los tres hasta que sus ojos ardieran de tanto dormir.

La luz del sol rabioso se colaba por la fina cortina de la ventana, espabilándola en un segundo. Se frotó la cara con ambas manos y se mantuvo un par de minutos mirando el techo, meditando en su difícil decisión.

Se iría a su casa para recuperarse, dejaría los exámenes finales de lado para adelantar sus vacaciones aburridas en el pueblo dónde nació y se crió. Lo bueno de Dyersville —su pequeña ciudad natal— es que se podía respirar el aire fresco, la tranquilidad y el silencio que no se hallaba en un campus atestado de estudiantes alterados. Pero lo consideraba aburrido porque no había mucho qué hacer más que cosechar en los campos o las huertas.

A veces Lindsey hubiera deseado tener los dones de su madre para poder entretenerse. La Sra. Peterson siempre fue talentosa con las manualidades y la pintura, aunque últimamente sabía que se estaba dedicando al Diseño Floral.

Como tenía muchas ganas de ver eso, decidió levantarse de la cama y tomarse una ducha rápida y fría para calmar sus pensamientos. Mientras se masajeaba el pelo, reflexionaba todo lo que le había pasado.

Su corazón sentía pena por Christian, lo extrañaba. Mucho más después de que él le terminó su cita y también le había metido la lengua hasta la garganta. Quería odiarlo, pero un sólo toque por parte de él la calentaba hasta el punto de perder la razón. Lo que realmente odiaba era sentirse así, excitada con sus recuerdos cuando en realidad él la humilló y la confundió miles de veces. Pensaba en que debía recuperar ese amor en sí misma, ese que tanto había perdido por culpa de un capricho infantil.

Luego la imagen de Caleb se le vino a la cabeza. Sí, parecía un buen hombre cómo lo había aparentado las últimas semanas y hasta ese entonces lo había defendido demasiado, tanto que le costó dos amigos sin razón alguna. Pero también pensó que lo mejor era perder contacto con él. No sentía nada especial cuando la elogiaba o la intentaba hacer feliz. Estaba agradecida con sus intentos, pero no quería insistir más y terminó dándole la razón a su amiga: no iba a olvidar a Christian y curar su corazón metiendo a otro hombre a su vida. Ellos eran de mundos e ideales muy distintos, lo mejor para ella fue determinar estar sola para siempre.

Terminó de bañarse y se vistió con la velocidad de un rayo. Ordenó sus últimas pertenencias en la maleta y caminó con extremo sigilo por la pequeña sala de descanso que dividía las habitaciones y el baño. Bajó las escaleras con cuidado, aunque ya no fue tan silenciosa ya que las habitaciones de sus amigos estaban arriba y no quería que ellos la escucharan irse.

Porque sí, no les había avisado que se iría esa misma mañana. Estaba huyendo como la cobarde avergonzada que se sentía. Pero tampoco tenía los ánimos necesarios para disculparse, necesitaba despejar la mente y recuperarse de manera emocional.

Apoyó la maleta en el suelo mientras cerraba la puerta con llave. Luego, mientras buscaba y ordenaba el dinero en sus bolsillos para tomar luego un bus de larga distancia, una voz que carraspeó con notoriedad la sacó de su mundo.

Se puso lívida como un fantasma cuando se dio cuenta que quién estaba mirándola en la acera era Caleb, llamando la atención con su lujoso convertible color blanco.

—Ca-Ca... —tartamudeó Lindsey intentando decir su nombre. Sintió como el alma se le iba del cuerpo. No era el momento adecuado para verlo—. ¿Qu-Qué es-estás ha-hacien-haciendo aquí?

—Te llamé muchas veces pero no me has respondido. Temí que Christian te hubiera hecho algo —expresó Caleb en voz alta y apenada, ya que Lindsey seguía ubicada en lo alto de la entrada de la residencia, donde los dividía la escalera. Observó sus maletas sin descaro y preguntó—: ¿A dónde vas?

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