Capítulo 68, "Lástima"

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Sí las miradas matasen, Caleb ya estaría desplomado en el suelo rogando por piedad.

Christian nunca había sentido tanta impotencia y odio en su vida como en ese momento. Ver con sus propios ojos como la mujer que quería fue besada casi en los labios por el hombre que siempre detestó le daban ganas de despotricar a los cuatro vientos toda su furia o renunciar a todo aquello que su corazón creía que valía la pena.

Se preguntaba qué hubiera pasado sí no hubiera pateado esa lata de cerveza en el suelo para interrumpir el momento. ¿Acaso ellos se habrían besado? De tan sólo imaginárselo los celos invadieron todo su cuerpo, haciéndolo apretar los puños y entrecerrar los ojos con ira.

Lindsey no pudo evitar temblar al ver la cólera en sus ojos, y también preguntarse el porqué él estaba reaccionando de esa manera cuando todo ya se había terminado entre ellos. Estaba convencida de que él nunca sintió nada por ella, de que sólo jugó a ser su amigo. Pero entonces, ignorando el hecho de que estaba en presencia de Caleb, ¿por qué se interesaba tanto en lo que hacía? Ella no lo entendía, o más bien, no lo quería entender.

Los tres se observaron unos segundos en silencio entre furia, sorpresa y resentimiento. Pero entonces cuando Caleb expresó una sonrisa ladeada y burlona en su rostro, Christian entró en un estado de ira y se acercó a ellos con decisión.

Sin importarle nada más, empujó a Caleb con extrema agresión y se interpuso entre él y Lindsey, dándole a entender que se alejara de ella. Ésta, por su parte, abrió los ojos más de la cuenta y temió lo que pudiera pasar entre ambos sujetos.

Christian —quién había quedado a espaldas de ella— se giró para verla y sin esperar un segundo más, la sujetó con fuerza del brazo.

—Lindsey, tenemos que hablar. Así que andando —determinó, queriéndola arrastrar hacia una dirección distinta.

Sin embargo, ella se rehusó y protestó ante su ataque de manipulación, tirando con fuerza sobre su lugar.

—¡¿Pero qué demonios, Christian?! ¡No me voy a ir a ningún lado contigo! —increpó Lindsey en voz alta. Por suerte no había nadie en esa plaza observando el espectáculo.

Christian desestimó la idea de soltarla y volvió a tirar de ella mientras le suplicaba con los ojos que por favor lo siguiera. No obstante, sus pupilas volvieron arder de ira cuando Caleb se metió entre ellos y sujetó el brazo de Lindsey para escabullirlo de las gruesas manos del joven.

—Ya escuchaste a la dama. Dijo que no iría a ningún lado —espetó Caleb con tono maliciosamente provocativo.

Christian lo acribilló con la mirada mientras Lindsey sólo tenía ganas de salir corriendo de la presencia de ellos dos.

—Y yo estoy hablando con ella, tú no te metas —le advirtió él entre dientes. Después volvió a mirar a Lindsey, con quién su mirada se endulzaba y se llenaba de arrepentimiento—. Por favor, Lindsey. Ven conmigo —suplicó en un susurro.

Lindsey lo examinó detenidamente a los ojos, se hundió en ese hermoso color azulado que la enamoró la primera vez que los vio. Flaqueó en sus sentimientos, se olvidó por un momento de su corazón roto.

—No voy a ir a solas contigo a ningún lado. Lo dicho, dicho está, así que vete —le pidió Lindsey, bajando la cabeza y acercándose un poco más a Caleb.

—Yo no dije todo lo que tenía que decir —le espetó Christian. No iba a desistir con la idea de irse hasta decirle todo lo que llevaba guardado en su corazón.

—Hombre, eres un pesado. Déjala en paz —fustigó Caleb un poco hastiado de la situación.

Christian se acercó a él y a centímetros de su rostro, masculló:

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