Capítulo 80, "Dolores del Pasado"

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La empresa de los Foster nunca fue realmente reconocida a nivel nacional y su edificación tampoco fue un conglomerado de varios pisos, oficinas varias y un montón de gente peleando por entrar.

Era un edificio de tamaño mediano, disimulado, cercano al campus y el centro de compras y con varios empleados universitarios que hacían prácticas para recibirse de su rubro.

El Sr. Foster nunca estuvo conforme con su pequeño imperio. Él quería ser más grande, poderoso y reconocido. Pero sabía que para eso debía invertir dinero que nunca conseguiría de la noche de la mañana. Y también le pasaba porque no tenía los conocimientos necesarios para crecer. Por aquella razón es que esperaba que su hijo fuera un triunfador, un graduado en Finanzas para hacer crecer esa empresa y que estuviera a la altura de la competencia con otros imperios empresariales.

Pero lo único que se estaba llevando en los últimos años eran decepciones. Christian tardaba más de lo normal en graduarse, siempre tenía problemas con los profesores o no el suficiente entusiasmo para estudiar. Y estaba cansado de insistirle, porque, aunque le dolía en el alma al recordarlo, su hijo ya era un hombre de veintisiete años que no podía tratar como a un adolescente de dieciséis. Y aunque le había lavado el cerebro lo suficiente para que no cayera en las trampas de las amistades o las mujeres, también se dio cuenta que ya no podía manipularlo a su antojo. Y repetirse eso en la cabeza una y otra vez, su furia incrementó de manera desmedida. 

Estaba caminando como un empresario —vestido de un blazer negro, una córbata y pantalón del mismo color y una camisa blanca para hacer contraste— sobre la acera llena de estudiantes hasta llegar al edificio. Y él odiaba eso, sentirse cercano a tanta gente. Siempre llegaba con su camioneta bajo la mirada de todos, pero misteriosamente su auto había desaparecido por la mañana y no conseguía un taxi que lo alcanzara. Y además estaba tan apresurado que no quería perder el tiempo. 

Lo peor para empeorar su día, es que tanto su esposa como su hijo no estaban en casa. Pensó en la remota idea de que ella se llevó la camioneta bien temprano en la mañana, pero cuando revisó el pequeño estacionamiento y notó que el vehículo tampoco estaba ahí, vaticinó al instante que Christian se lo había llevado sin razón alguna. Y encima como estuvo todo el día anterior en cama debido a un pico de estrés, no sabía sí él se la había llevado a la camioneta desde el día anterior o sólo esa mañana.

Entró al piso correspondiente al suyo y saludó a los empleados con toda la hipócrita amabilidad que pudiera simular. Se dirigió con pasos pesados hacia la oficina de la Sra. Foster, quién estaba organizando una pila de papeles sobre su escritorio. Ingresó echo una fiera intentando no levantar la voz.

Ella lo miró asustada, sabía que él la venía a enfrentar por el asunto de la camioneta.

—¿Dónde se ha ido Christian? —inquirió amenazante, apoyando de manera agresiva su maletín contra el escritorio de ella.

Ésta se sobresaltó ante el estrépito, pero intentó mantener la calma.

—¿Por qué me preguntas eso? Debe estar en la Universidad —supuso ella, encogiéndose de hombros cómo sí no le importara.

Pero en realidad sí lo hacía, su hijo estaba desaparecido, sin tener noticias suyas.

—No te hagas la tonta —le advirtió, apoyando las manos sobre el escritorio e inclinando su torso hacia adelante para que sus rostros quedaran desafiados a pocos centímetros—. Tuve que venir caminando porque el auto no estaba en casa hoy por la mañana. Y tú tampoco estabas esperándome.

—Tuvimos una pequeña emergencia aquí y me hice presente —le informó—. Ni siquiera sabía lo del auto... —mintió, bajando la mirada.

El Sr. Foster la conocía demasiado bien para saber cuándo estaba mintiendo, así que la sujetó de la mandíbula con agresión y la obligó a mirarlo a los ojos.

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