Capítulo 35, "Distracción"

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Lindsey canturreaba melodías felices mientras se daba los últimos retoques sobre el cabello. Llevaba una pequeña coleta que se deslizaba y perdía en su larga y ondulante cabellera castaña, más unas hebillas largas cerca de la cima de su cabeza para sostener algunos mechones rebeldes que se asomaban en sus ojos. Sonrió con euforia frente al espejo de su dormitorio cuando vio que estaba lista y bajó con apresuro por las escaleras de su residencia, donde la esperaban April y Charly. Era un atardecer ideal, donde no hacía ni frío ni calor; ni siquiera estaba esa molesta humedad que ponía a Lindsey los pelos de punta.

—¡Te ves genial! —elogió Charly cuando la vio bajar.

—April tiene buen gusto para la ropa —masculló ella, avergonzada.

—Ya lo creo —dijo el moreno mientras le guiñaba un ojo a la pelirroja, pero ésta estaba tan nerviosa por el evento que apenas miró el gesto.

—Te ves contenta... más de lo normal —enfatizó April, escrutando la brillosa mirada de su amiga—. ¿Algo bueno que haya pasado ayer?

—Quién sabe —bromeó Lindsey mientras no paraba de sonreír.

No podía parar de recordar las palabras exactas que le había dicho Christian el día anterior. «Siento algo» le repetía la dulce voz de su consciencia, a su vez que se entrelazaban imágenes del beso apasionado que se habían dado en ese oscuro y estrecho callejón. Aquél sentimiento de ser besada y manoseada por él la volvía loca, eufórica y llena de esperanzas. No quería pensar en nada más, solo en volver a verlo y abrazarlo con todas sus fuerzas.

—Lindsey... —la llamó su amiga, impaciente. Charly ya había salido del lugar y ella estaba parada bajo el umbral de la puerta—. Hay que irnos.

—Oh, sí —farfulló Lindsey, intentando caminar con los tacones de diez centímetros que se había puesto esa noche. Tenía miedo de en cualquier caerse y rodar por la escalera de la pequeña galería de la salida.

* * *

Christian llegó a la puerta de su casa y se quedó unos segundos suspirando con las llaves dentro de la cerradura. Estaba exhausto, tres clases seguidas desde la mañana hasta casi la noche del sábado le estresaba demasiado. A pesar de ser las materias con las que tenía más facilidad, lo cierto es que quería abandonar la carrera y tomarse unas vacaciones en Miami. Muchas situaciones lo estaban superando, entre ellas, Lindsey. Para él era más que una situación complicada. Ella lo estaba volviendo inestable, inseguro de sus objetivos, de seguir obedeciendo. Sus sentimientos con respecto a la joven habían cambiando radicalmente, pero no iba admitirlo. Antes muerto que pensar y decir que se había enamorado de ella, porque le daba vergüenza y porque pensaba que seguro iba a lastimarla como siempre lo hacía con su alrededor.

Entró al recibidor y lanzó las llaves sobre una estrecha mesa cerca. Caminó dos pasos y se encontró a su padre, el Sr. Foster, acomodándose las mangas de su traje en las muñecas. Alzó una mirada intimidante hacia su hijo, a quién hizo tragar saliva con nervios.

—Hola —saludó Christian con demasiada timidez, sin atreverse a preguntar porqué su padre iba vestido casi de gala.

—Christian, prepárate formalmente para esta noche. Tenemos un evento importante al que asistir —soltó de sopetón su padre, sin inmutarse de la expresión de estupefacción de su hijo. No paraba de arreglarse las mangas de las muñecas y observar el costoso reloj que llevaba en su mano izquierda.

—¿Eh?

—¿No me escuchaste? —dijo con una mirada torva.

—Sí, pero... No sé, es sorpresivo. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —cuestionó Christian.

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