Una segunda oportunidad (parte 2)

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  Unos golpes en la puerta le despertaron, se había quedado dormido boca abajo con la ropa puesta y al abrir los ojos la luz le cegó. Se dio la vuelta bostezando.
  —¡Draco! —oyó que le llamaban a través de la puerta y recordó que aunque no se había quitado ni la ropa ni los zapatos sí que había bloqueado la puerta. Estiró la mano hasta la mesilla y cogió la varita para abrirla. Automáticamente entró su madre, vestida con un impresionante vestido plateado.
  —Buenos días, madre, estás muy guapa —dijo desperezándose.
  —Draco, por Merlín, te casas en tres horas, muévete —Narcisa abrió las cortinas—. ¡Erin! —el elfo doméstico hizo su aparición.
  —Señora Malfoy.
  —Que mi hijo se vista y se prepare —ordenó mientras sacaba el traje que Draco tenía que ponerse.
  —Sí, señora Malfoy —el elfo asintió mirando al chico.
  —No tengo dos años, no necesito la supervisión de Erin, puedo prepararme solo —farfulló sentándose en la cama.
  —Mira, Draco, sé que no quieres casarte con Astoria pero tienes que mostrarte colaborativo, ayer Kenneth estaba furioso porque no te hubises dignado ni a aparecer en la pedida, no sé ni cómo conseguimos que se calmase.
  —Me importa lo que le pase a Kenneth Greengrass exactamente lo mismo que su hija: una mierda —rebatió Draco comenzando a desvestirse para ponerse el traje.
  —Draco, yo sé que no quieres hacerlo pero... —Narcisa se sentó en la cama, se sentía una madre terrible obligando a su hijo a casarse con una mujer a la que no quería.
  —Lo sé, madre, no te preocupes, ya he asumido lo que será mi vida —la voz de Draco sonaba tan destrozada que tuvo que reprimir las ganas de llorar.
  —¿Aún la amas? —preguntó Narcisa. Él la miró y esbozó una sonrisa triste, no hacía falta decir su nombre para saber de quién hablaba.
  —Cada maldito segundo de mi vida, y nada podrá cambiar eso —respondió. Narcisa ahogó un sollozo y él se acercó y se sentó para abrazarla.
  —Lo siento tanto, hijo, tantísimo... —lloró en su cuello.
  —Da igual, madre, no llores, por favor —separó su cabeza y limpió las lágrimas de su rostro.
  —Vete, Draco, no te cases —agarró las manos de su hijo.
  —¿Qué dices? —preguntó mirándola como si se hubiese convertido en un sapo.
  —Que te vayas, no te cases con Astoria —Narcisa parecía tan segura que Draco empezó a temblar.
  —Madre, te recuerdo que me caso para que no acabemos viviendo debajo de un puente —ella cerró los ojos.
  —¿De verdad no podemos hacer otra cosa?
  —Lo he intentado, madre, lo sabes bien, pero Kenneth Greengrass tiene un contrato blindado —besó su frente y se levantó—. Voy a terminar de vestirme, baja y lidia con los Greengrass, ahora no me apetece escucharles —pidió poniéndose la camisa.
  —Está bien, hijo, como quieras —la mujer se puso de pie y se dirigió a la puerta—. ¿Se lo has dicho?
  —¿El qué? —miró a su madre.
  —¿Le has dicho por qué te casas?
  —No, no quiero que lo sepa, porque entonces intentará cambiar algo que no se puede y no será feliz, y me niego a que eso ocurra, suficiente la lié ayer —se abrochó los botones y se puso los pantalones.
  —¿Qué hiciste ayer? —le miró seriamente.
  —La besé, no pude soportar saber que se va a casar con Weasley y la besé. Un error, lo sé, pero ya da igual —su expresión aparentaba indiferencia pero Narcisa sabía que nada daba igual.
  —Lo siento, Draco —se disculpó antes de salir y cerrar la puerta. Pero no pedía perdón por la boda, sino porque acababa de decidir que no quería tener por nuera a Astoria y que solo había una cosa que podía hacer y era algo que su hijo iba a odiar.

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  El sonido del timbre hizo que se sobresaltase ligeramente, no porque estuviese enfrascada en su lectura, sino porque llevaba perdida en su mundo desde la noche anterior. Quitó a Crooshanks de su regazo y dejó el libro sobre el sofá para levantarse a abrir la puerta. Al llegar al recibidor se detuvo en el espejo: su imagen era la voz de la tristeza, tenía el pelo recogido en un descuidado moño, unas ojeras kilométricas de lo poco que había dormido y los rastros de haber estado llorando horas. Al recordar a Draco el labio le tembló y no pudo evitar recordar las sensaciones que el beso le había transmitido. Una nueva lágrima cayó por su mejilla y tuvo que sacudir la cabeza para no romper a llorar. Necesitaba aparentar estar bien porque si al otro lado de la puerta estaban sus amigos no quería sufrir un interrogatorio. El timbre volvió a sonar.
  —¡Voy! —gritó mientras se secaba las lágrimas y se apresuraba a abrir la puerta con una falsa sonrisa.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora