Envidia

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  Scorpius salió de su habitación y aporreó la puerta del cuarto de su hermana antes de abrir y meter la cabeza.
  —¡Rose! —al entrar y ver que estaba vacío se dio la vuelta y bajó por las escaleras—. ¡Rose! —se asomó al salón y vio a su padre sentado en el sofá leyendo.
  —No está —informó sin dejar de leer—. Se ha ido con tu madre a... —levantó la vista y lo pensó durante un segundo—. Pues no me acuerdo, sé que me lo ha dicho pero... —Scorpius le miró y sonrió al ver sus calcetines.
  —¿Y esos calcetines? —Draco se miró los pies, cubiertos por unos calcetines rojos con rayas amarillas.
  —Tu madre consideró gracioso regalarme unos calcetines como si fuesen de Gryffindor —respondió con ironía pero sonriéndole a través de sus gafas de lectura.
  —¿Y te los has puesto? —su voz sonó divertida mientras se sentaba junto a él.
  —Son cómodos —se encogió de hombros—. Y además yo le regalé a ella unos verde y gris —sonrió de lado y Scorpius dio una carcajada al ver su cara de pillo.
  —¿Y se los ha puesto? —preguntó divertido. Draco lo meditó unos segundos.
  —Digamos que se le ocurrió una idea para convencerme de ponerme estos y que tiene que ver con ella con esos calcetines... —su sonrisa se acentuó—. Solo con esos calcetines —resolvió en un murmuro volviendo a su lectura. Scorpius se sonrojó al entender por dónde iba la situación y decidió no indagar más.
  En su lugar miró a su padre, que leía tranquilamente.
  —¿Qué lees? —preguntó mirando el título del libro.
  —Un libro muggle que tu madre me insistía que leyese —respondió enseñándole la portada—. Matar a un ruiseñor.
  —¿Y te está gustando? —él asintió.
  —Sí, tu madre tiene un ojo estupendo para saber las cosas que me van a gustar —sonrió involuntariamente al hablar de Hermione y Scorpius no pudo evitar reparar en el detalle.
  —Papá... —susurró al rato.
  —Mmm... —Draco seguía concentrado en su lectura.
  —¿Te cuento un secreto? —su padre levantó la vista, se quitó las gafas y las dejó, junto al libro, en la mesa.
  —Claro, cuéntame —Scorpius sonrió al ver que se giraba y suspiró.
  —Cuando era pequeño muchas veces tenía envidia de mamá —Draco parpadeó sorprendido y él rió suavemente—. Sí, porque yo veía como mirabas a mamá, como hacías lo imposible por ella, como te volvías loco si le pasaba algo... Nunca he visto a un matrimonio mirarse como vosotros, compartir tantas bromas... Bueno, supongo que si no fuese gay de quién habría tenido envidia habría sido de ti, porque mamá también te mira como si fueses el único hombre en la Tierra —su frase sono más para él mismo que otra cosa.
  —Scorpius, yo quiero mucho a tu madre pero... —intentó decir Draco.
  —Sí, si yo sabía que tú querías a los tíos, a los abuelos y a Teddy. Y por supuesto sabía que nos querías muchísimo Rose y a mí, y de verdad que no puedo estar más orgulloso de ser tu hijo, porque sé lo mucho que me quieres —sonrió—. Pero también sé que con mamá es distinto, que es otra cosa, otro nivel —Draco tragó despacio—. A nada ni nadie la mirabas como a ella, bueno, la mirabas y la miras, porque eso no ha cambiado —Scorpius pareció meditar antes de seguir—. Siempre ha sido tan distinto, tan... Profundo, como si pudieras arrancarte el corazón en cualquier momento para dárselo —se humedeció los labios antes de reír ligeramente—. Y claro, yo decía: pues genial, jamás voy a tener a nadie en mi vida que me mire como mi padre mira mi madre, jamás voy a encontrar a nadie que me quiera igual —Draco no sabía ni dónde meterse y miraba a su hijo con aprensión—. Y en su momento no me daba cuenta pero ahora, mirando hacia el pasado, lo pienso y, joder, es que realmente era envidia, que yo quería muchísimo a mamá pero era como: Merlín, si alguna vez tengo pareja, que por aquel entonces Albus solo era mi amigo, va a ser imposible que alguien me mire como se miran mis padres, nunca voy a saber lo que es sentirse como ellos —sonrió negando con la cabeza—. Y con el tiempo esa envidia se transformó en miedo —Draco escuchaba atentamente—. Sí, miedo, miedo porque mientras que los tíos Theo y Luna o Harry y Ginny lo del afecto lo tienen más controlado, vosotros no. A vosotros yo os veía y siempre estaban las caricias, el abrazo al dormir o al sentaros en el sofá, los besos en la cabeza, los golpecitos de mamá que solo te hacían reír... —sonrió mientras lo decía—. Y sobre todo las miradas, esas que, da absolutamente igual cuánto tiempo pase, te hacen seguir pareciendo un idiota enamorado —Draco se sonrojó ligeramente y Scorpius dio una carcajada al verle—. Y claro, yo las veía y me daba miedo que os pasase algo. Es decir, no solo porque yo os quisiera y no me apeteciera veros morir, sino porque estaba seguro de que si te ocurría algo, mamá lo pasaría fatal, pero que si era al revés, si era a mamá a la que le pasaba cualquier cosa... —dejó la frase en suspense y le miró con obviedad—. Yo siempre pensaba: si mamá se muere, papá también —Draco dejó de respirar al escucharle—. Y alguna vez se lo decía a Rose y ella me solía dar la razón, ella solía decir: joder, Scorp, ya estas con tus manías de pensar en eso, mamá no se va a morir —rió al imitar a su hermana—. Y yo solía insistirle diciendo que era un supuesto y ella añadía: sí, probablemente papá se moriría en vida pero deja de pensar en esas cosas y largo de mi cuarto —rió mientras negaba con la cabeza—.
Que ahora lo pienso y vaya pensamientos homicidas para tener catorce años, la verdad, pero es que era algo a lo que no dejaba de darle vueltas —miró hacia arriba y suspiró antes de volver a mirarle—. Y lleváis veinte años casados y todavía te pasa, lo de sonreír inconscientemente al hablar de ella, seguir encontrándola tan guapa como el primer día, confíar ciegamente hasta en tus... Gustos literarios... —señaló el libro—. Y aunque sé que adoras a tus ahijados, a pesar de que lo digas poco, y que quieres con locura a la abuela Cissy y a los abuelos, y que sé sin lugar a dudas que podrías dar la vida por Rose y por mí, aunque sé todo eso también sé que nunca nadie ocupará el espacio de mamá en tu mente y tu corazón —el labio inferior de Draco tembló y Scorpius agarró su mano—. Y no pienses que a mí me molesta, porque todo lo contrario, estoy muy orgulloso de que mis padres quieran tantísimo, pero cuando era pequeño yo también quería un novio que me quisiese así de bonito —le sonrió con sinceridad—. No le digas a Albus que te he dicho esto, porque con lo celoso que es se puede hasta enfadar —sonrió bromeando.
  —Scorp... —susurró Draco con voz ronca.
  —No te agobies papá, que de verdad que yo... —Draco apretó suavemente su mano.
  —No, no, solo es que... —la voz le tembló—. Bueno, es que todo esto es abrumador, la verdad. Nunca he hablado con nadie de esto, bueno, con Hermione, pero no suelo necesitar decírselo porque ella ya lo sabe... —Scorpius sonrió.
  —Lo sé, papá, no quería obligarte a decir nada... —Draco negó con la cabeza.
  —No, pero me gustaría... —hizo un gesto con la mano y Scorpius supo que necesitaba decirlo—. Es difícil de explicarlo porque yo la conocí siendo muy joven y desde ese momento... Uf, a ver... —se pasó la mano por el pelo abrumado—. Hijo, la quiero, mucho, más de lo que jamás pensé que podría querer a alguien y sé que haría cualquier cosa que me pidiese —suspiró—. Pienso que la quiero más que a mí mismo... Y no creas que a mí no me da miedo, que solo de pensar en perderla me aterro, especialmente porque no vas desencaminado y la mera idea de no soportarlo y perjudicaros a vosotros... —enterró la cara entre sus manos y Scorpius pudo escuchar como su voz se quebraba—. Rose y tú sois lo mejor que me ha pasado en la vida, de verdad, habéis sido mi prioridad desde aquel lluvioso 6 de diciembre de 2004, día en el que nació tu hermana —le miró y sus ojos estaban vidriosos—. Y eres mi niño y me da igual que tengas dieciocho años y que pienses en irte a vivir con Albus, siempre serás mi niño y te querré como tal —Scorpius sonrió al verle.
  —Pero a mamá la quieres más —afirmó, y Draco cerró los ojos con dolor.
  —No... —susurró, y Scorpius agarró su mano.
  —Es distinto —añadió el chico. Su padre suspiró y asintió.
  —Sí... Tu madre... Ella... Ella es mi vida, Scorp, no te haces una idea de lo que pasamos para estar juntos, de la cantidad de errores que cometí y que ella supo perdonar, de sacrificios que pasé con toda la mierda de la pureza de sangre... —tragó, sentía la boca seca—. Me metí de cara en la guerra porque necesitaba protegerla... Siendo tan tonto de pensar que ella no podría protegerse sola cuando es la persona más fuerte y con más valor que conozco —suspiró—. Hubo un momento en el que de verdad pensé que la perdía...
  —¿El día en la Mansión Malfoy? —preguntó Scorpius aún agarrando la mano de su padre. Draco le miró y él pudo ver el dolor en sus ojos.
  —Te juro que la vi morir, vi como ella me miraba, chillando de dolor, incapaz de soportarlo más, y yo no podía hacer nada por ella... —se pasó las manos por la cara—. Y luego escapó, pero estuve sin saber nada de ella tanto tiempo... Y la siguiente vez que la vi ella estaba peleando por su vida, otra vez, y derrotó a su oponente, otra vez, y cuando me vio y vi el brillo desafiante en su mirada, perdonando que fuese un cobarde de mierda que no hizo nada mientras ella se retorcía de dolor, y me acuerdo perfectamente que solo dijo: te veo vivo, Malfoy, aguanta así hasta que esto se acabe... —a esas alturas las lágrimas caían por su cara y él se apresuró a secarlas.
  —Fue injusto lo que te pasó, papá... —intentó decir Scorpius, pero él interrumpió tajantemente.
  —No, fue justo todo, yo merecía un castigo por haber sido un completo gilipollas —resopló frustrado—. Pero eso no quita que acabase derrotado... —sus ojos se tornaron menos tormentosos—. Cuando por fin la abracé después de tanto tiempo me juré a mí mismo que nunca volvería a dejarla, que daría mi vida en el intento si hacía falta, pero que ella iba a estar bien por siempre —explicó.
  —Pues has cumplido tu juramento, papá, lo has cumplido mejor que nadie —le sonrió y Draco intentó devolverla, pero solo le salió una mueca.
  —Nunca me perdoné haberle hecho daño, ni haberla mentido con la tonta idea de protegerla, ni haberme quedado inmóvil mientras ella sufría —apretó la mandíbula y le miró resentido. Levantó la mano y le revolvió el pelo, como hacía cuando era pequeño—. Lo siento muchísimo Scorpius, Rose y tú sois mis hijos, y os quiero con toda mi alma, pero debería quereros más que a nada y no puedo, vuestra madre es mi vida —el chico no aguantó más y le abrazó con fuerza.
  —No te preocupes, papá... —murmuró en su oído.
  —Sí me preocupo, porque no es lo que debería ser y me siento mala persona y mal padre —reconoció aún abrazado a su hijo.
  —Eres un padre genial, y te lo digo con conocimiento de causa, que soy tu hijo —aseguró frotando su espalda.
  —Durante un tiempo lo intenté —se separó para mirarle—, lo de quererla un poco menos, pero es que no sé que me pasa con ella que cada segundo que pasa la quiero más, de verdad que no sé cómo es posible —dijo en un susurró.
  —Es bonito oírte hablar así —afirmó sonriendo cálidamente.
  —Lo siento mucho, Scorp, no sabía que te habías sentido así tanto tiempo —le miró profundamente arrepentido.
  —No, papá, nada que sentir, eres el mejor padre del mundo y todo un ejemplo a seguir, ojalá todo el mundo supiera querer como tú quieres a mamá —la frase de su hijo volvió a hacerle mantequilla.
  —Scorpius... —el chico volvió a abrazarle.
  —Todo está bien, papá, de verdad. Rose y yo te queremos muchísimo y sabemos que tú nos quieres a nosotros, no te agobies con esto, solo quería contártelo —Draco le estrechó con fuerza y besó su cabeza.
  —Te quiero mucho, Scorpius, muchísimo, de verdad —susurró, y Scorpius pudo asegurar que no mentía, podría poner la mano en el fuego por su padre.
  —Lo sé, papá, lo sé —respondió disfrutando de estar entre sus brazos, uno de sus sitios favoritos cuando era pequeño.
  —Cariño, ya hemos llegado —se oyó de pronto una voz, pero aun así Scorpius no le soltó.
  —Sí, ya hemos vuelto, papá... ¿Qué os pasa? —preguntó Rose mientras ella y Hermione se quedaban mirándoles impactadas.
  —Nada, hija, solo... —la frase de Draco se perdió en un murmullo.
  —Rose, ¿puedes venir conmigo? —preguntó Scorpius mirándola significativamente. Ella miró rápidamente a su padre y volvió a mirar a Scorpius antes de asentir. El chico abrazó por última vez a su padre y le dio un beso en la mejilla—. Te quiero, papá —susurró. Esperó a que su padre le estrechase entre sus brazos y le diese el habitual beso en la cabeza y cuando se separó Draco le miró sonriendo.
  —Muchas gracias —susurró en un hilo de voz. Su hijo sonrió y se apresuró a acercarse a su hermana y ambos subieron las escaleras rápidamente mientras ella interrogaba a Scorpius.
  —¿Me explicas qué ha sido eso? —preguntó Hermione, que había observado la escena impactada, acercándose a su marido, y su cara de incomprensión cambió a una de preocupación cuando se sentó junto a él—. Draco, ¿qué te pasa? Casi estás llorando —él sonrió suavemente y la abrazó—. Cariño, ¿qué está ocurriendo? —Hermione sonó angustiada y él se separó agarrando sus manos.
  —Nada grave, es solo que he estado hablando con Scorp y me ha contado que... Bueno, que hemos hablado de... Cómo se sentía conmigo cuando era pequeño —Hermione secó sus lágrimas y le miró preocupada.
  —¿Quieres hablar? —él sonrió y la besó en los labios. Hermione devolvió el beso aún asustada y cuando Draco se separó y la miró de cerca, pudo verlo en su mirada.
  —No te preocupes, te lo explicaré luego —acarició su mejilla con suavidad.
  —¿Cuando nos vayamos a dormir? —preguntó ella.
  —Cuando nos vayamos a dormir —aseguró sonriendo, antes de dormir era cuando más conversaban.
  —Está bien —le colocó el pelo bien y él la observó mientras lo hacía.
  —Te amo —se le escapó desde los más profundo de su ser. Ella le miró un poco sorprendida por tal manifestación pero sonrió y le besó lentamente.
  —Yo también te amo, Draco, siempre —susurró quedándose abrazada a él, apoyada en su hombro.

  Draco suspiró suavemente y besó su cabeza. Quería a sus hijos por encima de todas las cosas y le jodía no habérselo demostrado como debía, pero era inevitable para él querer a Hermione como la quería, mucho, muchísimo, más de lo que debería estar permitido. Y es que el amor era demasiado caprichoso y él estaba demasiado enamorado de su mujer, su hijo llevaba razón, si dependiera de sí mismo no superaría su pérdida jamás, pero estaba seguro de que por Rose y por Scorpius sí, porque no solo eran sus hijos, también eran hijos del amor de su vida, y eso era todo lo necesario.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora