Ordenar las prioridades es importante

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  Este fic es una adaptación demasiado literal del primer capítulo de De la A a la Z, de LuciaFraschetti. Ella es la responsable de la idea original, yo simplemente he cometido el error de mezclar lo leído con las ideas propias.
Todos mis respetos y todos los créditos a la escritora original.

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  Hermione resopló y rebuscó entre los papeles de su mesa. ¿Dónde diablos estaba el informe del duende?
  —¿¡Brenda, llamó el director de Gringotts!? —gritó siendo incapaz de encontrar nada.
  —Sí, encanto, llamó hace un rato, ya se ha solucionado el problema con el duende que hizo magia frente a muggles —respondió la chica entrando en su despacho.
  —¿¡Qué!? —exclamó indignada—. ¿Y por qué nadie me lo había dicho?
  —Te lo dije, Herms, pero estabas muy ocupada con no se qué papeles —se excusó Brenda. Hermione suspiró y se apoyó en la mesa.
  —Desde que nos movieron a la dirección del departamento esto es un caos —suspiró con la cabeza enterrada entre sus brazos.
  —Ya sabes, las mejoras de Kingsley con vistas al futuro, pero bueno, si vas a cambiar de departamento pronto todo irá mejor, ¿no? —preguntó ella sonriendo.
  —Sí, eso espero... —murmuró haciendo girar inconscientemente su alianza con el dedo.
  —Volviendo a lo de Gringotts —continuo Brenda mirando su libreta—, ya está arreglado, el equipo de aurores del señor Potter se hizo cargo
  —Uf, vale —agradeció mentalmente a Harry por quitarle trabajo—. ¿Algo más que me hayas dicho pero no te haya escuchado? —preguntó mientras buscaba su varita.
  —Tu marido ha llamado —respondió Brenda. Hermione la miró automáticamente.
  —¿Draco?
  —Sí, me dijo que te recordase que mañana es... —revisó lo que tenía apuntado—. ¡Ah, sí! Mañana es el cumpleaños de tu hija —informó sonriente, y Hermione abrió la boca sorprendida.
  —¡El cumpleaños de Rose, joder! —murmuró molesta—. Mierda, lo he olvidado por completo —se frotó los ojos cansada—. Brenda, puedes por favor escribir a mi marido y decirle que...
  —Puedes decírmelo tú —la voz de Draco sonó desde la puerta. Brenda se giró y, al verle, sonrió.
  —Yo os dejo solos —se apresuró a decir antes de salir. Hermione se levantó y rodeó la mesa acercándose a él, que la miraba serio.
  —Cariño, ¿qué haces aquí? —preguntó ella conteniendo las ganas de besarle que tenía. Él levantó una ceja.
  —Vengo a recordarte que mañana es el cumpleaños de nuestra hija, porque lo has vuelto a olvidar —la miró seriamente.
  —Lo siento —se disculpó ella sintiéndose extremadamente culpable. Draco se pasó la mano por el pelo.
  —Tenemos que hablar —dijo enfadado.
  —¡Señora Malfoy! —sonó la voz de alguien por el pasillo—. La reunión es en diez minutos...
  —¡Mierda, la reunión! —exclamó ella—. Necesito encontrar los papeles de...
  —Hermione... —intentó decir Draco sujetándola.
  —Lo siento, cariño —se disculpó apresuradamente cogiendo los informes de su mesa abarrotada—. Tengo que irme.
  —¡Vamos, Hermione! —repitió la voz.
  —Herms, tenemos que pasar por el despacho de Claire y Tom antes de la reunión —informó Brenda desde la puerta.
  Hermione suspiró y miró a Draco.
  —Luego hablamos en casa —le dijo componiendo una sonrisa—. Te lo prometo —le besó suavemente, pero él parecía bastante frío. Estaba a punto de salir cuando él sujetó su brazo.
  —Hemos quedado con tus padres para cenar a las siete, ven un poco antes, por favor —pidió mirándola a los ojos. Hermione asintió y salió apresuradamente al pasillo.

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  Llegó a casa cuando ya había oscurecido. Miró su reloj de muñeca al abrir la puerta de la calle y suspiró, eran las nueve y media, estaba exhausta.
  Caminó por el pasillo con la desagradable sensación de que había olvidado algo importante, pero sin recordar qué. Se quitó los zapatos y el abrigo dejándolos en el armario de la entrada y después fue a la cocina para comer algo. Sin embargo, sentado en una de las sillas y con un vaso de leche entre las manos, estaba Draco. Y al verle recordó la cena con sus padres, esa que había olvidado.
  —Hola, Hermione —saludó él secamente—. Espero que hayas tenido un buen día.
  —Oh, Merlín Santo, Draco, perdóname, lo he olvidado...
  —Como siempre... —suspiró él—. Llevas olvidándolo todo desde hace ya mucho tiempo —la miró dolido—. Los cumpleaños de los niños, el mío, nuestro aniversario... —ella sintió unas terribles ganas de llorar en ese instante—. Pero no se te olvidan las reuniones, ni los informes, ni los casos en los que trabajas... —su voz sonó tan dura que ella tembló.
  —Draco, yo... —intentó decir.
  —Te mentí, no cenábamos hoy con tus padres, por si lo has olvidado están en Portugal pasando el mes de diciembre —dijo pasándose la mano por el pelo. Ella se quedó impactada, ni siquiera había recordado que sus padres no estaban—. Pero pensé que a lo mejor así salías del Ministerio a la hora que debes, y no te quedarías a hacer horas extra, como siempre —ella quería que dejase de mirarla así, nunca le había visto tan decepcionado.
  —Draco, yo...
  —Hermione —se levantó de la silla en la que estaba y caminó hacia ella—, mañana Rose cumple 13 años y ni siquiera te has acordado, siempre estás con el trabajo, nunca tienes tiempo para nosotros...
  —¡Eso no es cierto! —trató de defenderse.
  —Te veo únicamente por las mañanas y antes de dormir, ya ni siquiera comemos juntos —su voz sonó áspera—. Cuando los niños están en casa apenas te ven, de hecho ni siquiera van a venir estas Navidades, se van a quedar en Hogwarts —dijo con cansancio—. Pero tú eso no lo sabes porque esa carta llegó ayer a las ocho y media, mientras tú estabas trabajando.
  —¿Crees que me importa más mi trabajo que vosotros? —preguntó dolida.
  —Sí —respondió él sin dudar. Hermione contuvo las lágrimas que amenazaron con escapar de sus ojos.
  —Pues que sepas que detesto trabajar tantas horas y lo sabes... —su voz empezó a sonar cristalizada.
  —Tu trabajo es de diez de la mañana a seis y media de la tarde pero siempre te quedas más tiempo, y si no, trabajas desde casa o estás con cosas de la asociación, más preocupada por si un elfo está cobrando un galeón de menos que por si Scorpius ha empezado bien el colegio—la miró y parecía tremendamente cansado, a ella le pareció que había envejecido como diez años de golpe—. Lo siento pero yo ya no puedo más con esto —decretó terminando de beberse la leche y dejando el vaso en la pila. El corazón de Hermione dio un vuelco al escucharle y comenzó a temblar.
  —Draco... —balbuceó no queriendo saber a dónde llevaba esa frase.
  —Hermione, ¿de verdad nos quieres? —preguntó volviendo a mirarla.
  —Por supuesto que os quiero... —intentó decir.
  —¿Sigues enamorada de mí? —se acercó a ella y agarró suavemente su mano.
  —Draco... —la voz de Hermione tembló más aún.
  —No he vuelto a oírte decir que me quieres desde hace mucho tiempo —murmuró—. Y yo te recuerdo que te amo cada mañana cuando te levantas y cada noche cuando te acuestas, aunque ni siquiera te vea —ella cerró los ojos y las lágrimas se escaparon cayendo por sus mejillas—. ¿Dónde está mi Hermione? ¿Dónde está mi mujer? Esa que me regañaba por maldecir frente a los niños y por dejarles mi varita. ¿Dónde está esa mujer valiente y fuerte de la que me enamoré? Aquella que conseguía sacar siempre lo mejor de mí —puso las manos en sus mejillas y retiró las lágrimas con los pulgares—. ¿Dónde está la pasión que siempre había cuando estábamos juntos? ¿Hace cuánto que no hacemos el amor?
  —Draco... —intentó decir ella.
  —¿Qué te ocurre, cariño, dónde estás? —la miró preocupado—. Te quiero de vuelta, te necesito de vuelta. Y los niños también necesitan su madre, Scorpius echa de menos tus cartas. ¿Hace cuánto no coges vacaciones? —Draco la abrazó y besó su cuello lentamente, haciéndole sentir ese calor interno que él siempre había sabido provocar. Hermione pasó las manos por detrás de su cuello para que no se separase—. Hermione... ¿Cuándo planeabas decirme que quieres cambiar de departamento? ¿A qué esperabas para decirme que una de tus opciones es mí departamento? —susurró acariciando su espalda.
  —Yo... Draco... De verdad que iba a decírtelo pero... Creí que no te gustaría —balbuceó ella, y Draco suspiró.
  —Eres mi mujer, te amo y me duele que no confíes en mí —murmuró—. Apoyo todas tus decisiones pero no puedes cambiar de departamento si no ordenas tu vida primero —su boca se deslizó hacia su hombro depositando suaves besos, y Hermione respiró entrecortadamente. Draco se separó y la miró fijamente—. Dime que al menos eso sí lo sientes, dime que sientes el mismo fuego de siempre, que eso no lo hemos perdido —Hermione asintió tragando con dificultad—. No quiero perderte, Hermione, no puedo perderte —susurró casi con dolor—. Desde aquella noche en la Mansión me juré que nunca dejaría que nada volviera a ocurrirte, que nunca te dejaría sola... Por favor, no me impidas cumplir mi promesa —acarició su mejilla secando las nuevas lágrimas.
  —Draco... —intentó decir temblorosa.
  —Hay veces que pienso que te iría mejor sin nosotros —confesó mirándola con tristeza. Y esa mirada terminó de romperla. Ella se escondió en su pecho mientras lloraba incapaz de detenerse.
  —Lo siento mucho, Draco, soy la peor mujer del mundo, no te merezco —dijo aferrándose a su camiseta del pijama. Draco besó su cabeza y la separó suavemente para secar sus lágrimas.
  —No llores, por favor, sabes que odio verte llorar —la miró de cerca y acarició su mejilla de nuevo.
  —Perdóname, Draco —pidió mirándole angustiada.
  —Esto tiene que cambiar, Hermione, tienes que prometerme que dejarás de anteponer el trabajo a tu vida, ya no por los niños o por mí, por ti —susurró, y Hermione vio en sus ojos esa calidez que siempre había cuando se miraban—. Has adelgazado preocupantemente, apenas duermes y cada vez ves peor, o al menos usas más las gafas —suspiró bajito—. No puedes seguir poniendo el trabajo incluso por encima de tu salud.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora