Hermanitos

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  Hermione abrió un ojo para mirar el despertador. Ya eran las ocho y media, si no se daban prisa eran capaces de llegar tarde. Notaba la pesada respiración de Draco justo en su cuello, sus piernas flexionadas junto a las suyas y sus brazos abrazándola con fuerza. No podía salir de la cama si él no la soltaba, así que se dio la vuelta como pudo quedando frente a él. Le sorprendía como, sin importar los años que pasasen, seguía estando tan guapo mientras dormía.
  —Draco... —le movió con suavidad—. Draco... —él protestó en un gruñido bajo—. Despierta, amor, ya son las ocho y media y a las once hay que estar en King Cross —él medio abrió los ojos y Hermione le besó.
  —Buenos días —susurró pegándola más a su cuerpo.
  —Buenos días —rió levemente y le abrazó a su vez.
  —Estoy nervioso —dijo soltando su fuerte agarre para que ella pudiese ponerse más cómoda.
  —¿Por Rose? —preguntó acariciando su mejilla. Él asintió—. Estará bien.
  —Lo sé... Tiene una carga genética inmejorable —se tumbó boca arriba y Hermione, negando con la cabeza y sonriendo, le besó antes de dejarse abrazar.
  —¿Y qué te tiene inquieto? —apoyó la cabeza en su pecho.
  —No lo sé... —respondió mirando al techo mientras trazaba un camino de caricias por el brazo de su mujer—. Se me hará raro no tenerla aquí... La echo de menos ya y todavía no se ha ido...
  —Yo también la voy a echar mucho de menos pero es normal —respondió dejando un beso sobre su piel.
  —Bueno... —pero su frase se vio interrumpida cuando un niño de 9 años llamó a la puerta y la abrió.
  —Mamá... Papá... —sonó la voz de Scorpius.
  —¿Qué pasa, hijo? —preguntó Hermione incorporándose levemente.
  —Rose no me deja dormir —llegó hasta la cama de sus padres y se frotó los ojos con sueño.
  —Ven aquí, campeón —Draco le abrió un hueco y su hijo se metió en la cama, justo entre sus padres.
  —¿Cómo es que tu hermana no te deja dormir? —preguntó Hermione acariciando su pelo.
  —No lo sé, lleva desde hace un rato dando vueltas por su cuarto y me ha despertado porque no encontraba su varita —contestó tumbándose junto a Draco.
  —¿Y dónde estaba? —preguntó él divertido.
  —En el inmenso desastre que es su cuarto —respondió el niño bostezando. Tanto Draco como Hermione sonrieron al oírle, esa frase solo la decía porque se la habría oído decir a alguno de los dos.
  —Tiene que estar de los nervios... —murmuró Hermione pensando en su hija.
  —Voy a ver si ha perdido algo más que la varita —dijo Draco dándole un beso a su mujer y revolviéndole el pelo a su hijo antes de salir de la cama en busca de Rose.
  —A ver, señorito —se dirigió Hermione a su hijo—. Te recuerdo que tú empiezas el colegio muggle la semana que viene.
  —Por eso, mamá, puedo seguir durmiendo más por las mañanas hasta entonces —respondió con la cara incrustada en la almohada.
  —Hoy no, Scorp, lo siento.
  —Jo... —protestó. Hermione sonrió y apoyó la cabeza junto a él.
  —Piensa que vamos a ver a los Nott y a los Potter... —le susurró al oído. Él sonrió contra la tela y se giró para mirar a su madre.
  —Eres muy convincente —su respuesta le hizo reír, Scorpius se parecía tantísimo a Draco... Era como una versión en miniatura y más adorable aún.
  —Díselo a tu padre —contestó aún sonriendo—. Anda vamos —se levantó y ambos salieron del cuarto.

  Al entrar en la cocina Rose estaba en brazos de Draco, que pasaba la mano por su pelo.
  —¿Qué pasa? —preguntó Scorpius preocupado al ver la estampa.
  —Alguien está tremendamente nerviosa hoy —respondió Draco besando la cabeza de su hija. Hermione se acercó a ella.
  —¿Qué pasa, Rose? —ella giró la cabeza, que la tenía apoyada en el pecho de Draco, y miró a su madre.
  —Tengo miedo y estoy nerviosa —su voz sonó tremendamente asustada y Hermione recogió con suavidad detrás de su oreja un mechón de pelo.
  —Lo entiendo, yo también estaba muy nerviosa el primer día —respondió
  —Y yo, hija, tan nervioso que me peiné cinco veces. No sé cómo no me quedé calvo —la frase de su padre le hizo reír levemente.
  —No es malo estar nerviosa pero tienes por qué estarlo, todo saldrá bien y estarás con Lorcan y Lysander —añadió Hermione sonriendo.
  —Lo sé... —Draco besó su cabeza.
  —Y ya sabes que si algo va mal tienes mi permiso para convertirlos a todos en murciélagos —susurró en su oído. Rose volvió a reír y levantó la cabeza.
  —¿Y no me castigarás? —preguntó causando curiosidad en su madre.
  —¿Alguna vez lo he hecho? —preguntó Draco, y ella negó sonriendo—. Pues entonces —riendo le abrazó y besó su mejilla.
  —Te quiero, papá.
  —Y yo a ti, Rose —respondió mientras Hermione miraba la escena con una ceja subida. Draco dejó a la niña en el suelo—. ¿Tienes todo preparado? —preguntó poniéndose en cuclillas para estar a su altura, aunque ya no era tan bajita.
  —Sí, solo tengo que ordenar mi baúl —contestó feliz.
  —¿Has desayunado? —Rose puso cara de culpabilidad y negó lentamente. Draco sabía que odiaba comer en el desayuno y también sabía que en parte era su culpa porque tampoco él desayunaba—. Vamos, come algo —señaló a Scorpius con la cabeza y fue a sentarse con su hermano. Draco se incorporó y vio a Hermione que le miraba seria—. Solo le he dado permiso para convertir a quien la moleste en murciélago —explicó sabiendo por qué le estaba mirando así.
  —¡Draco! Ni siquiera existe un encantamiento para eso —protestó mientras se dirigía a la cafetera.
  —Pues claro que no, y tiene once años, no va a convertir a nadie en nada, como mucho alfileres en ratones cuando dé clase con McGonagall —abrazó a su mujer por la espalda y besó su cuello—. ¿Puede ser que tú también estés nerviosa? — cuestionó.
  —Puede ser... —admitió apoyándose sobre Draco.
  —Estarán bien seguro —besó su cabeza—, o al menos eso me ha dicho una bruja muy lista hace un rato —Hermione sonrió y se giró.
  —Tiene buena memoria, señor Malfoy —él sonrió también y la besó con cariño. Cuando se separó dejó un beso rápido sobre sus labios.
  —¿Habéis acabado ya? —sonó la voz de Scorpius. Ambos le miraron y el niño tenía las manos sobre los ojos. Ambos adultos rieron.
  —Sí, hijo —respondió Draco y él se quitó las manos de los ojos con alivio.
  —Vale, bien. Mamá, ¿podemos ir, después de llevar a Rose, a desayunar por Londres? —preguntó poniendo las manos como si fuese a rezar.
  —Pero si acabas de desayunar —contestó Hermione.
  —Por fi... Por fi.. —Draco rió.
  —Sí, hagamos eso, así no tenemos ni que preparar café —respondió.
  —¡Bien! ¡Me pido tortitas! —exclamó entusiasmado Scorpius antes de salir corriendo hacia su cuarto.
  —¿No te he dicho ya que eres peor que los niños? —Hermione miró a su marido fingiendo molestia pero la expresión de Draco fue tan sumamente tierna que le costó no comérselo a besos.
  —Pues sí, muchas veces —asintió mientras volvía a abrazarla—. ¿Pero me vas a decir que te desagrada? —susurró divertido en su oído. Hermione negó y se separó para mirarle sin poder evitar sonreir.
  —Sabes que amo absolutamente todo de ti —le besó rápidamente—. Vamos, hay que prepararse.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora