Una proposición demasiado indecente para rechazarla (parte 4)

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  La misión de Ron estaba siendo condenadamente larga y ya habían pasado dos semanas desde que había estado con Draco por última vez, dos largas semanas desde aquel fatídico momento en el que se equivocó de nombre. Había sido horrible, en el trabajo Draco no le hablaba apenas, huía cada vez que la veía y no la miraba. Pero ella sí le miraba a él y no tenía buen aspecto, de hecho le veía muy demacrado, más de lo que le había visto en mucho tiempo.

  Tampoco es que ella estuviese mucho mejor, de hecho no recordaba haberse sentido tan mal nunca. Lo único bueno era que no tenía que ver a Ron por lo que nadie sabía a qué dedicaba sus tardes, cuando se encerraba en casa y hacía lo que estaba haciendo en ese momento, tratar de distraerse para no acabar ahogada en sus propias lágrimas.

  Llamaron a la puerta con firmeza y Hermione se secó las lágrimas. Estaba destrozada por como la había mirado, por como la estaba ignorando y encima no tenía a nadie a quien contárselo, normalmente era a Draco a quien le contaba sus problemas.
  Se levantó del sofá intentando tener un aspecto medianamente aceptable pero su pelo era una maraña desordenada y llevaba un pijama desastroso. Esperaba que no fuese Ginny porque no soportaría un interrogatorio en ese estado, suficiente tenía con que fuese constantemente a su despacho a decirle que por qué no salían a tomar algo. Volvieron a llamar con fuerza.
  —Ya voy —dijo con cansancio. Llegó hasta la puerta y abrió; se quedó sin aliento al verle—. ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida, sintiendo los nervios anudando en la boca del estómago, como siempre le pasaba cuando estaba con él. Draco no respondió, solo se acercó a ella y poniendo una mano en su mejilla y la otra en su cadera la besó intensamente. Hermione se derritió mientras le abrazaba, había echado de menos sus besos más que nada en el mundo, sentía que los necesitaba como el agua para vivir—. Draco... —murmuró separándose, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Pudo observar de cerca aquello que había percibido al observarle durante esas semanas: estaba ojeroso y pálido, más de lo normal, parecía terriblemente cansado y dolido.
  —Estás dos semanas sin ti han sido un infierno —manifestó él apoyándose en su frente, poniendo las dos manos en su cuello y respirando hondo. Ella se sorprendió de escucharlo.
  —Tú eres el que me ha ignorado —espetó enfadada y frustrada. Draco asintió.
  —Lo sé —admitió—. Sabía que me mirabas, que querías hablarme —respiró lentamente—. Y yo también quería hablarte, te he echado mucho de menos —confesó. Hermione sintió que el corazón le latía con intensidad.
  —Yo también a ti —susurró abrazándole. Draco pegó la nariz a su pelo respirando despacio y la estrechó entre sus brazos—. No te vayas, por favor —susurró sin dejar de llorar silenciosamente. Él se separó para limpiar sus lágrimas sin darse cuenta de que también le caía una que ella se encargó de limpiar.
  —No quiero irme y no quiero que me dejes —reconoció mientras clavaba su mirada en los marrones ojos de la chica. Ella no lo aguantó más y le besó queriendo perderse en él, buscando ese contacto que su cuerpo parecía necesitar para funcionar con normalidad.

  Draco devolvió el beso y deslizó las manos por su cintura, pegándola a su cuerpo intentando tenerla lo más cercs posible. Hermione buscó los botones de su camisa y desabrochando el primer botón metió las manos por su espalda mientras le besaba.
  Draco la separó un instante y acariciando su mejilla con suavidad la observó con devoción. Necesitaba hablar con ella pero primero tenía que demostrarle lo que de verdad sentía.

  La besó con pasión, encendiendo cada fibra de su ser y Hermione correspondió gustosa mientras de un salto se enganchaba a su cintura
  —No está, ¿verdad? —preguntó comenzando a caminar en dirección a lo que supuso sería su habitación. Ella negó con la cara pegada a su cuello, repartiendo besos por su mentón.
  Draco dejó escapar un jadeo y la devolvió a su boca para besarla hasta llegar a la habitación y ya allí la depositó en el suelo.
  —Draco, es mi dormitorio... —murmuró Hermione cohibida por acostarse con él en la cama en la que Ron dormía.
  —¿Y qué? —preguntó quitándose los zapatos y los calcetines. Ella se cruzó de brazos y le miró molesta.
  —No pienso follar contigo aquí —declaró indignada, intentando obviar las ganas que tenía de arrancarle la ropa en ese instante. Él la miró seriamente y acarició su mejilla con suavidad.
  —Oh, cariño, pero es que hoy no vamos a follar —sonrió mientras se acercaba y volvía a abrazarla—. Hoy vamos a hacer el amor —susurró en su oído.
  Y entonces cualquier barrera que Hermione hubiera podido poner se esfumó como una lágrima en el mar y le besó con todo el deseo acumulado de los últimos días, con todas las emociones que hacía ya muchos meses que se acumulaban en su interior.

  Se besaron como si nunca lo hubieran hecho y solo se detuvieron cuando él le quitó la camiseta del pijama por encima de la cabeza.
  Después dejó que intentase terminar de desabrochar su camisa y mientras le bajó los pantalones. Ella salió de ellos dando un saltito y le sacó la camisa por los hombros dejándola caer al suelo.
  Puso una mano en su espalda y se llevó un pecho a la boca mientras llevaba la otra mano a sus bragas y pasaba el dedo por encima, disfrutando al oír sus gemidos entrecortados y como metía las manos en su pelo. Ella estaba muy mojada, le quería en ese instante y eso contribuía notablemente a endurecerle más de lo que ya estaba.
  —Draco, por favor... —él suspiró complacido al escuchar sus palabras y volvió a besarla mientras la llevaba a la cama.
  La tumbó y se puso de pie para bajarse los pantalones. Ella se sorprendió al ver que en esa ocasión sí llevaba calzoncillos.
  Ambos terminaron de quitarse la ropa interior sin despegar la vista del otro: ella admirando al chico completamente desnudo y deseoso a juzgar por su erección; él intentando controlar las quinientas emociones distintas que se agolpaban al verla allí tumbada, esperándole, deseándole... Oh, la necesitaba tanto...

  Lentamente Draco se tumbó y besándola suavemente fue entrando en ella.
  —Oh, Hermione... —susurró él mientras comenzaba a moverse despacio, en un lento baile totalmente distinto al que estaban acostumbrados, sin ese frenesí que les había marcado en un principio, sin esa búsqueda de la frialdad que ambos habían decretado; no, en ese momento no era únicamente sexo, práctico, pasional, placentero. No, en ese momento, como Draco había dicho, estaban haciendo el amor, el único problema era que realmente, y aunque no quisieran admitirlo, llevaban mucho tiempo haciéndolo.
  —Draco... —gimió ella mientras sentía sus besos en el cuello. De repente él dejó de moverse y ella dejó escapar un sollozo frustrado.
  —Dime —dijo él en su oído, pasando la boca por su mandíbula.
  —No pares —imploró apretando los dientes. Él la miró y puso ambas manos a los lados de su cabeza.
  —Abre los ojos y mírame —pidió apoyando sus frentes. Hermione los abrió mirándole fijamente y él respiró hondo—. ¿Le dejarías? —preguntó casi con dolor. Pero ella no podía pensar, solo quería que él se moviese, que satisficiese lo que su cuerpo pedía, así que asintió sin pensar en nada.
  —Sí, sí—él sonrió sintiéndose pletórico y volvió a embestir con fuerza mientras la volvía a besar tragándose sus gemidos.
  —Vamos, Hermione, ven conmigo, llega para mí —murmuró mordisqueando su labio—. Grita mi nombre, amor—susurró él en su oído.
  —Draco... —murmuró ella débilmente.
  —Más fuerte —pidió cerrando los ojos para no llegar él antes.
  —¡DRACO! —gimió llegando al orgasmo más fuerte de su vida.
  —Oh, nena —jadeó él acompañándola en bruscas sacudidas—. Mi hermosa Hermione...

  Se quedó con la cara enterrada en su pelo, caído sobre ella mientras ambos recuperaban la respiración.
  —Draco... ¿Qué dejo? —preguntó acariciando suavemente su espalda, sintiéndose satisfecha como si fuese un puzle que por fin había completado todas sus piezas. Él besó su piel antes de contestar.
  —A Weasley —murmuró sabiendo que las cosas se iban a torcer en ese momento.
  —¿¡Qué!? —exclamó deteniendo la caricia. Él se separó y la miró fijamente, con un gesto dolido.
  —No quiero... No puedo seguir así, quiero que estés conmigo, no puedo seguir siendo tu amante —declaró—. No quiero ser el otro, el tío ese con el que te ves a escondidas —sus palabras estaban tan llenas de dolor que Hermione sintió una opresión en el pecho.
  —Pero Draco... —murmuró ella sin creerse lo que acababa de escuchar.
  —No puedo más, Hermione —susurró besando su frente antes de quitarse de encima.
  —Draco... —susurró ella con voz temblorosa. Él la miró y vio las lágrimas a punto de salir de sus ojos.
  —No digas nada, tranquila —acarició su mejilla con suavidad—. He incumplido el acuerdo, dijimos que solo sexo, que si empezábamos a sentir algo pararíamos al momento y no lo he hecho —afirmó sin dejar de mirarla con esa tristeza abrumadora.
  —Oh... —ella suspiró mientras sus ojos se abrían asustados.
  —No era mi plan, creía que había pasado demasiado tiempo para revivir mis sentimientos por ti pero me equivocaba —acarició su labio y sonrió con lástima antes de separarse—. Lo siento, Hermione, sigo enamorado de ti —se puso de pie y volvió a ponerse la ropa ante la cristalizada mirada de la chica—. No volveré a molestarte, lo siento mucho —suspiró mirándola. Se pasó la mano por la cara—. Perdóname, por favor, yo no... —pero no pudo seguir hablando, el nudo en su garganta se lo impidió, y sin decir nada más se fue de allí.

  Hermione le vio salir pero no hizo nada, se sentía impotente. Solo reaccionó cuando escuchó el sonido de la puerta cerrarse y rompió a llorar sintiéndose peor de lo que se había sentido esa semana.
  La quería, él la quería, seguía enamorado de ella...
  —Draco... —balbuceó mientras las lágrimas salían a raudales—. Te amo...—dijo con un hilo de voz. Pero él ya no estaba.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora