Dos desgraciados

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  Las lágrimas caían por su rostro, tenía rastros de hollín ennegreciendo su piel y sus ojos reflejaban un dolor que le partió el corazón en dos. Corrió a su encuentro, atrapándola entre sus brazos antes de que estuviera dispuesta a permitir que lo hiciera.
  Luchó para liberarse de él, lista para exigir que le contara lo que había pasado. ¿De qué se trataba aquello? ¿Cómo habían entrado los mortífagos en Hogwarts y por qué se escapaban? Pero él la sostuvo lo más cerca que pudo, aferrándose como un niño perdido a su madre. Enterró el rostro en su cabello y sollozó mientras se disculpaba una y otra vez. Las palabras que salían de su boca sonaban extrañas y sin saber qué más hacer, ella se rindió y devolvió el abrazo.
  Draco se retiró cuando una voz aguda gritó su nombre desde el pasillo pero Hermione lo ignoró centrándose en él.
  —Lo siento. No tenía opción... —dijo agarrando sus manos—. Perdóname, Hermione, por favor... —volvieron a llamarle y ella intentó asomarse a ver quién le llamaba, pero entonces los labios de Draco estaban sobre los suyos, desesperados y profundos, como si quisiera memorizar su sabor; y ella se tuvo que agarrar mientras se perdía en el mar de sensaciones. Débilmente supo que esa sería la última vez que lo viera, que si quería tener recuerdos de él esa era la última oportunidad de crearlos. Pero no pudo. Estaba como hipnotizada y no podía detenerlo. Él se separó dejando sus frentes pegadas y acarició sus labios con el dedo—. Te lo compensaré, lo juro —esa promesa, esa afirmación, perdida entre todas las mentiras, entre todos los recuerdos... Y por si eso no fuera suficiente acarició su mejilla antes de añadir—: creo que te amo, Hermione Granger, encuentra la manera de perdonarme porque volveré a por ti.

  Eso había sido lo último que Draco le había dicho antes de separarse y salir corriendo. A lo lejos le pareció ver al profesor Snape, que en cuanto estuvo con Draco se marcharon por el pasillo sin mirar atrás.
  Hermione se quedó allí, de pie, mirando a la nada mientras veía al chico del que se había enamorado marcharse asegurando que la amaba. No tuvo apenas tiempo de pensar cuando un nuevo grito y una nueva cara aparecieron ante ella.
  —¡Hermione! ¡Vamos tenemos que seguir defendiendo Hogwarts! —gritó Ginny.
  Y ella asintió, nadie se había fijado en su encuentro con Draco y nadie parecía advertir la situación por lo que, como una autómata, se movió, y siguió combatiendo mortífagos y esquivando maldiciones gracias a la Felix felicis que Harry les había dado.

  El tiempo transcurría lento y la lucha fue continuada pero los mortífagos fueron huyendo poco a poco. Hubo una baja: un mortífago. En su bando nadie pereció pero sin embargo Bill Weasley quedó seriamente herido por culpa Greyback.
  A pesar de sus ganas de buscar a su amigo, ni Ron ni ella escaparon de la obligación de ir a la enfermería a descansar y reponerse. Por ello, cuando Ginny regresó con Harry, Hermione corrió hacia él y lo abrazó.
  —¿Te encuentras bien, Harry? —preguntó preocupada. Él asintió como perdido en alguna clase de pensamiento.
  —Sí, estoy bien. ¿Cómo está Bill? —quiso saber él, pero nadie contestó. Harry miró por encima de su hombro y observó al chico que había sido atacado por Greyback y que, a pesar de no haber estado convertido en hombre lobo, le había dejado en un estado lamentable—. ¿No puede curarlo con algún encantamiento? —preguntó a la señora Pomfrey, que le estaba dando un ungüento.
  —Para esto no hay encantamientos, he probado todo lo que sé pero las mordeduras de hombre lobo son incurables —explicó la mujer.
  —Pero no lo han mordido con luna llena —objetó Ron, que miraba con aprensión a su hermano—. Greyback no se había transformado, así que Bill no se convertirá en un... En un... —miró dudoso a Lupin.
  —No, no creo que Bill se convierta en un hombre lobo propiamente dicho —respondió Lupin—, pero eso no significa que no exista cierto grado de contaminación. Esas heridas están malditas, es poco probable que se curen por completo y... Bill podría desarrollar algunos rasgos lobunos a partir de ahora —todos respiraron afligidos.
  —Seguro que a Dumbledore se le ocurre alguna solución —insistió Ron—. ¿Dónde está? Bill peleó contra esos maníacos bajo las órdenes de Dumbledore, así que el director está en deuda con él, no puede dejarlo en la estacada...
  —Dumbledore ha muerto —interrumpió Ginny.
  —¡No! —exclamó Lupin atónito, y miró a Harry esperando que él lo desmintiera. Pero Harry no habló, y Lupin se dejó caer sobre una silla junto a Bill tapándose la cara con las manos. Todos miraron apenados al profesor.
  —¿Cómo ha muerto? —susurró Tonks—. ¿Qué ha sucedido?
  —Lo mató Snape —declaró Harry. Hermione sintió un escalofrío recorrer su espalda y automáticamente pensó en Draco. Se había prohibido a sí misma pensar en él pero algo le dijo que esa misteriosa misión que él no le había contado estaba relacionada con la muerte del anciano profesor—. Yo estaba delante, lo vi con mis propios ojos. Dumbledore y yo fuimos directamente a la torre de Astronomía porque ahí había aparecido la Marca. Él no se encontraba bien, estaba muy débil, pero creo que sospechó que nos habían tendido una trampa cuando oyó pasos que subían por la escalera. Entonces me inmovilizó; yo no podía hacer nada, y además llevaba puesta la capa invisible. Luego Malfoy abrió la puerta y lo desarmó —Hermione se tapó la boca con la mano al ver sus sospechas confirmarse mientras Ron soltaba un gemido lastimero y Luna temblaba entera—. Llegaron más mortífagos, y entonces Snape... Snape... Lo mató. Con la Avada Kedavra —Harry no pudo continuar, la señora Pomfrey rompió a llorar y Hermione sintió el nudo de su garganta hacerse más grande.

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora