Esa delgada línea que separa el amor de la locura (parte 1)

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  La doble clase de pociones se estaba haciendo eterna, el aula estaba lleno de vapor morado y literalmente no se veía nada.
  —Malfoy, puedes hacer el favor de moverte —espetó Hermione exasperada. Él la observó y ahogó una risita al ver su cabello, todo despeinado por la humedad, aparecer en medio de la neblina.
  —Relájate, Granger, la poción va bien... —respondió con calma.
  —Pero no gracias a ti porque no te veo hacer nada —increpó ella removiendo con ahínco el caldero.
  —Granger, no podrías verme ni aunque estuviera montando en escoba porque apenas se ve —se burló él.
  —Mira, Malfoy, este no es momento para tus estúpidas burlas —advirtió agarrándole de la corbata—. Cállate y ayúdame para que podamos acabar y salir de aquí cuanto antes —él se quedó mudo al ver su mirada crispada a centímetros de su cara.
  —Queridos alumnos —habló Slughorn desde algún punto de la niebla—. Queda media hora, deberíais estar echando la achicoria —se oyeron numerosos murmullos desaprobatorios. Hermione le soltó y siguió con la poción.
  —¡Neville, cuidado con mi pelo! —se escuchó chillar a Ginny Weasley.
  —Seamus, la poción no tiene buen color, y tiene brillos... Seamus... —sonó la temblorosa voz de Dean Thomas.
  —¡Pansy, corta la puta raíz ya! —gritó Blaise.
  —¡No me grites que yo también sé gritar! —chilló Pansy de vuelta.
  —Alumnos, calma... —intentó intervenir el profesor.
  —Seamus... —se volvió a oír a Dean.
  —Ay, dios, qué estrés —se desesperó Hermione quitándose el sudor de la frente—. A ver, Draco, la poción va bien pero necesito que remuevas mientras voy a por el cardamomo y...
  —Déjalo, yo iré —la sujetó por los hombros—, soy más alto y llego mejor a los frascos
  —Vale, gracias —le miró agradecida.
  —¡Pansy, joder! —volvió a gritar su amigo, y Draco cerró los ojos antes de negar con la cabeza.
  —Vigila que Blaise no te deje sorda —le recomendó—, y si el caldero de Finnigan explota mantente lejos —añadió antes de perderse entre el vapor y el humo de color púrpura.
  Hermione sonrió ligeramente y después suspiró.
  —Quién me iba a decir a mí que iba a echar de menos las clases de Snape... —masculló.
  —¡Blaise! Me estás pisando.
  —¿Podéis callaros ya? —les gritó Theo.
  —¡Vete a la mierda!
  —Seamus...
  —Chicos, calmaos —pidió Luna.
  —¡Seamus eso está demasiado rojo!
  —Que no, Dean, que va bien —respondió Seamus.
  Draco resopló mientras buscaba el tarro, sus compañeros le ponían histérico.
  —Cierra la boca, Lovegood —espetó Blaise totalmente furioso y frustrado.
  —Eh, gilipollas, a Luna no le hables así —se ofendió Theo.
  —Chicos, no es el mejor momento para discutir... —intentó decir Neville.
  —¡Cállate! —le gritaron ambos.
  —Seamus no me parece que eso sea buena idea...
  —Pídele perdón ahora mismo —ordenó Theo.
  —Ay, Theo, que me estás chillando a mí, Blaise está allí —protestó Pansy empujando a su amigo y alejándose de la mesa—. Vale, no veo una mierda, ¿quiénes estáis aquí? —preguntó.
  —Dean y yo —respondió Seamus.
  —¡Finnigan tu caldero está temblando! —se alarmó ella.
  —Joder, es que no se puede tener ni un minuto de calma —resopló Draco cerrando el armario con la ramita de cardamomo en la mano.
  —Métete en tus asuntos, Parkinson —espetó Dean Thomas defendiendo a su novio.
  —No me toques las pelotas, Dean, Pansy lleva razón, eso tiene un aspecto horrible —dijo Ginny, que también se había acercado a ver.
  —Hermione, puedes echarnos una mano —pidió Seamus al comprender que las chicas llevaban razón.
  —Pues mira, con tal de que dejéis de gritar... —resopló ella acercándose.
  —Pansy, vuelve, necesito ayuda —declaró Blaise.
  —Voy... —la morena puso los ojos en blanco pero volvió a su sitio, tanteando para no matarse.
  —Ginny... —sonó la temblorosa voz de Neville.
  —Ya voy, Nev, ya voy —respondió la pelirroja rápidamente.
  —¡Seamus, cuidado! —gritó Dean, y lo siguiente que se escuchó fue una fuerte explosión que lanzó la poción de los dos chicos por los aires reventando el caldero.
  —¡Ah!
  —¡Merlín!
  —Joder, si es que lo sabía —protestó Draco—. ¿Ves, Granger? Por eso te dije que lo mejor es no acercarse —fue diciendo mientras se acercaba a la mesa—. ¿Granger?
  —Chicos, ¿estáis todos bien? —se oyó la voz de las gemelas Patil.
  —Voy a matarte, Finnigan, te lo juro —se oyó la voz de Blaise desde el suelo.
  —Blaise, cariño, ¿estás bien? —pero Draco dejó de oír a su amiga porque en ese momento no veía a Hermione y estaba prácticamente al lado de su sitio.
  —Sí, pero un trozo de caldero me ha dado en la cabeza —farfulló Blaise.
  —Bueno, más tonto no te puedes quedar —le picó Theo.
  —¡Granger! —llamó algo alarmado mierando por la mesa, intentando ver algo entre la niebla.
  —Theo... —le regañó Luna.
  —Vete a la mierda de una vez —se enfurruñó Blaise.
  —A ver, alumnos, salid todos al pasillo, ¡rápido! —ordenó Slughorn, y todos se apresuraron a seguir su orden sin rechistar.
  —Granger, esto no tiene gracia —se agachó y empezó a buscarla—. ¡Hermione! ¡HERMIONE!

Dramione One Shots 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora