XIV

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Lamentablemente las oraciones de Solar parecían no tener resultado. 

La mañana había llegado demasiado pronto para ella, se había despertado muy temprano para tomar un baño junto a MinSeok, después salieron de su habitación tomados de la mano.

Como era de esperarse "El Rey", Byul, ya los esperaba a los pies de las escaleras. Ropa elegante y limpia, postura firme con la cabeza en alto y con su mirada perdida en alguna parte de la habitación.

-Buenos días Byul Yi- Saludo MinSeok al bajar las escaleras. La Monarca parpadeo un par de veces mirando por primera vez a los recién llegados. 

-Buenos días- saludo con una voz tranquila, extrañamente ofreció una pequeña sonrisa. Solar entrecerró los ojos en la plateada, intentando descubrir que exactamente era la causa de su repentina sonrisa.

Los tres caminaron en silencio al carruaje, Solar nunca se había sentido tan incomoda como en ese momento, al subir al pequeño carruaje ella y MinSeok se habían sentado juntos y frente a ellos estaba Byul. La plateada parecía no querer tocar a ninguno, mantenía sus piernas juntas mientras se sentaba lo mas lejos que podía, pegada a la ventanilla mirando todo el tiempo la ciudad que aun dormía tranquila. Solo el sonido de los cascos de los caballos y el carruaje resonaba en la calle. 

La castaña se movió en el sillón, chocando la punta de sus zapatos contra la vota de la plateada en el proceso. Levantó la mirada de forma apresurada, aliviada cuando la plateada no pareció notar aquel golpe. 

Con cuidado, esquivó los pies de la Monarca, deslizándose por el asiento para mirar de forma correcta por la ventanilla. 

El carruaje condujo a través de los patios del castillo, un trote constante y ligero de los caballo, los llevó directamente al desembarco real. 

El carruaje comenzó a descender una ladera, cubierta por altos pinos y rocas grandes. El camino estaba empedrado para evitar que los carruajes y sus caballos se deslizaran por el fango que se podía formar por las lluvias. 

El desembarcadero estaba oculto por los altos muros naturales de las montañas enpedregadas. En el puerto formado por madera y roca se encontraba un solo barco, esperando a la orilla del puerto. 

La inmensidad del barco sorprendió a Solar. Era tan grande y al mismo tiempo tan pequeño en comparación con la gran construcción natural del desembarco. 

Las velas grises estaban recogidas. Con los hombres y el capitán gritando sus órdenes en voz alta y acentuada a sus hombros que corrían de un lado a otro sin caos. Una fila ordenada de al menos cuatro docenas de hombres armados esperaban en fila sobre el muelle. 

Cada cuatro hombres sostenían una antorcha para iluminar la oscura mañana. 

El barco crujió y se balanceó con suavidad con las pequeñas olas que cruzaron el rompeolas. 

El casco del barco era grueso e intimidante, manteniendo grabados intrincado y detallados, y en la punta de la proa, una mujer con grandes brazos extendidos, como si fueran alas, dio un grito  mortal, y la ira tallada en su rostro. 

-¡Oh!- grito el hombre deteniendo a los caballos, salto del carruaje y abrió la puerta, Byul fue la primera en salir como si se sintiera asfixiada en aquel pequeño lugar. 

El aroma del mar golpeo el rostro de Solar, el sol comenzaba a levantarse en el horizonte tiñendo las aguas del océano. 

Los hombres a su alrededor cuadraron los hombros cuando comenzaron a caminar entre ellos. Solar se sorprendió, los ojos de los hombres estaban fijos en la nuca de su compañero de enfrente, ninguno de ellos parpadeaba, y si Solar se inclinaba lo suficientemente cerca, era capaz de ver la humedad de sus ojos por la picazón del viento salado. 

Extraño elixirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora