XII

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Los pulmones de MinSeok quemaban, el ardor en su pecho y sus piernas dolían con cada paso que daba, ¡Pero se sentía tan vivo como nunca antes!, Su mano apretó con fuerza la empuñadura de su afilada espada y con una sonrisa miro a su oponente. 

Byul. 

Su hermana estaba en muy mal estado, su cabello siempre recogido con elegancia ahora estaba desalineado y con mechones de un plateado brillante cayendo sobre sus ojos, su camisa siempre blanca y sin arrugas estaba mojada por su sudor y sus pantalones antes negros estaban teñidos por el polvo en la parte trasera por haber caído tantas veces. 

Tenia una mirada enojada y desesperada, constantemente en busca de una abertura para derribar o desarmar a MinSeok. 

Sus brazos y piernas estaba temblorosos, pero si tuviera que elegir el lugar más adolorido, gritaría por sus brazos. Hormigueantes y caliente, incómodos y adoloridos por estar constantemente sosteniendo la espada en alto para detener o bloquear los poderosos ataques de MinSeok. Sabía que sus muñecas comenzarían a protestar de forma dolorosa cuando todo esto terminara. 

Ella estaba tentada a detener el entrenamiento. Pero el orgullo y las persistentes miradas de sus hombres, la mantenían adelante. 

Sostenía sus espada con ambas manos  manos y aun así mantenía la guardia baja. 

Lentamente y con cada minuto que pasaba, era como si la espada se volviera cada vez más y más pesado. 

-Levanta tu espada- aconsejo MinSeok, habían estado entrenado los últimos treinta minutos sin parar, esto era extraño pero era una oportunidad para Seok de pasar más tiempo con su hermana, pues la plateada se negaba la mayor parte de tiempo a salir y entrenar. 

Pero ahora que entrenaban, Seok se aseguraría de mostrarle todas sus habilidades, el tenia mayor experiencia en esto, pues desde que era más joven estudiaba el arte de la espada, su padre lo llevo un maestro para que le enseñara a luchar. Su padre siempre se mantuvo frió y distante, ordenando al viejo maestro que no tuviera compasión por su hijo. 

-Nadie le tendrá en el campo de batalla- Fue un consejo frió.

Byul, por el contrario fue siempre guiada bajo el cuidado de su padre, MinSeok no sabia si sentir celos o alivio en aquel entonce, su padre siempre fue severo y no dudaría en abofetearle si hacia algo mal. Byul parecía siempre agotada por todas las reuniones y estudios a los que asistía hasta altas horas de la tarde, pero siempre que se encontraba con su hermano por los pasillos le preguntaba como había sido su día. 

-¡Esto es absurdo Min!- Gruño la plateada en voz entrecortada -¡Yo soy un Rey! ¡No un guerrero!- sus ojos se movieron alrededor al ver como la multitud estaba aumentando.- Regresen a sus labores- Ordeno con la mejor voz tranquila que pudo reunir, los soldados se fueron dispersando rápidamente sin antes echar un vistazo sobre sus hombros para ver lo que pasaría a continuación. 

-Precisamente Byul, al ser un Rey tu tendrás que luchar junto a tu ejercito- la plateada se burlo, alzó su mano y limpio su sudor con la manga haciendo una mueca de desagrado cuando vio el polvo en su ropa. 

-Como Rey, mi trabajo es mantener la paz, si hay una guerra será el día en que fracase en mi titulo- Seok suspiro lentamente, estudiando la postura de su hermana, todo en ella gritaba elegancia, orgullo y arrogancia: como la forma en que tiraba de los puños de su camisa para acomodarla y palmear su ropa para retirar el polvo. 

A Byul no le agradaba la suciedad, quería que todo estuviera en su sitio, ella siempre estaba limpia y ordenada, siempre elegante, ordenandole a los siervos que limpiaran cada rincón del castillo haciendo desaparecer hasta la mas pequeña mota de polvo, principalmente su estudio, que es donde pasaba la mayor parte del tiempo. 

Extraño elixirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora