Extraño elixir

XLIX

La mañana siguiente era un caos total, el mundo parecía más excitado que el día anterior, las calles de Månen rebosaban de alegría, cada calle adornada de principio a fin para la festividad, los ciudadanos daban la bienvenida calurosamente a los extranjeros, aquellos que recién llegaban a la capital, miraba con amplios ojos a su alrededor, deleitándose con las construcciones tan diferentes del resto del mundo.

A lo largo y ancho de la ciudad se levantaban incontables estatuas de hombre y mujeres, las estatuas de mármol tenían marcados con gran detalle cada uno de los rasgos delicados y estoicos de las personas. Todas y cada una de las estatuas poseían una corona sobre su cabeza, remarcando el hecho que eran los antiguos gobernantes de Månen.

Las personas entraban y salían de los jardines del castillo, admirando cada detalle que encontraran, hablando en voz alta sobre los acontecimientos del día anterior.

Mientras que los nobles se esmeraban en traer sus regalos para presentarlos al Rey, miraban con recelo aquellos otros que hacían lo mismo, estudiando con detalle el obsequio del enemigo y burlándose en voz baja de aquellos que traían obsequios pequeños.

Toda la celebración se había convertido en una competencia, todos deseaban tener la preferencia de la Monarca, una que los podía hacer ricos en cuestión de segundo, otros buscaban una amistad con Månen y otros tantos un matrimonio que pudiera hacerles la vida más simple.

Todos ellos esperaban ver al Rey lo antes posible.

La Monarca se encontraba en los confines del salón privado del castillo con un artista frente a ella.

Los ojos grises del pintor tomaban con gran detalle cada pliegue y sombra de la plateada, pintaba con delicadeza los bordes más delgados, añadiendo el brillo en los ojos de la Monarca y los bordes de color oro de su vestimenta.

Hoy es su cumpleaños número veinticuatro, y como tal, su retrato de cada cumpleaños tiene que ser colgado en el salón de cuadros, Byul se mantiene tan quieta como puede, negándose a mover un solo musculo de su cuerpo para poder mantener la postura las próximas cuatro horas.

No le es tan difícil, su mente se mantiene ocupada, escuchando el alboroto en los pasillos de los pocos sirvientes humanos que caminan de un lado a otro hablando en voz alta. Es reconfortante escucharlos, el silencio que mantienen los Snowman la hacen sentir tan solitaria.

Ellos son tranquilos, cumplen con sus deberes al pie de la letra, y cuando algo llama su atención lo comentan en voz baja.

Ellos poseen vida y conciencia, como cualquier humano, la diferencia es la fría magia que corre por sus venas en vez de la tibia sangre.

Pero en el fondo, ellos son consiente de lo que son, han vivido tanto tiempo que les es difícil recordar su nacimiento, les es difícil recordar el rostro de su creador, y a pesar de todo el conocimiento que poseen, a pesar de todas las historias que han visto, se niegan a levantarse en contra de su actual Rey.

A pesar de que su Rey solo sea una niña en comparación a ellos, se niegan a desobedecer. Porque en el fondo de su ser, son conscientes que ellos poseen el poder para destruirlos con solo un pensamiento, tal vez es el miedo que sienten hacia el Monarca que gobierna sobre ellos cada generación, o es simplemente el respeto que sienten por sus creadores, porque a pesar de que Byul Yi no sea su creadora principal, es un descendiente que posee la misma magia en su cuerpo.

Hay veces que Byul Yi quiere preguntarle a Hoon sobre eso. Hoon nació de esa magia, a pesar de no ser tan antiguo como el resto de los Snowman que deambulan por el castillo, sigue siendo un Snowman

Cuando cierra sus ojos y piensa en Hoon, ella recuerda a un hombre alto, joven, fuerte y guapo, con largos cabellos blanquecinos, de postura tranquila y voz amable, no lo que ahora se conoce como Hoon... un hombre de mediana estatura con un cuerpo regordete y una calvicie en su cabeza.