XXII

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Los constantes truenos estremecían el cuerpo de la castaña, no importaba cuanto intentara ocultarse bajo las mantas, el ruido furiosos de la tormenta no disminuía.

Esta noche, la cama se sentía más grande y fría de lo normal. Sentía que en cualquier momento aquellas sabanas se aferrarían a su cuerpo y la asfixiarían. Solar aventó ligeramente las mantas para mirar un poco, la habitación era tenue, los suaves colores naranja del débil fuego de la chimenea eran hermosos, mas no reconfortantes. 

El fuego de la chimenea comenzaba a escasearse, con una pequeña llama que danzaba lánguidamente encima de un tronco seco, las brasas ardían en un rojo intenso entre las cenizas, siendo ellas la única fuente de calor en esas friáis paredes de piedra. 

Solar amaba la noche, la hacia sentir tranquila, ella amaba las noches en Corona, cuando el viento era fresco y bienvenido, cuando tomaba asiento en el balcón de su habitación y observaba a la ciudad en las faltas del castillo, iluminados con las pequeñas luces doradas en cada casa, mientras sus dueños se preparaban para dormir. 

Amaba la noche porque en los cielos despejados de Corona era capaz de ver las estrellas brillando intensamente sobre su cabeza, y si se concentraba lo suficiente, podía encontrar las constelaciones en ellas. 

Pero las noches en Månen, eran completamente diferentes; El frió se intensificaba en las noches, cuando la luz del sol finalmente se ocultaba por completo y los dejaba sumidos en una completa oscuridad aterradora, tan profunda y pesada que era imposible ver lo que había delante de ti. El frió mordía la piel expuesta, con ventiscas pesadas que parecían arrastras agujas. Las nubes pesadas hacía imposible ver la luz de la luna y mucho menos las pequeñas estrellas que salpicaban en el cielo como pecas de diamantes. 

Las noches en Månen eran aterradoras. Y Solar se encontró preguntando si era la única que temía a la oscuridad pesada del viejo reino o había más como ella. 

A veces, cuando se asomaba por las ventanas de su habitación, podía ver las pequeñas luces de las antorchas sostenidas por los centinelas, deambulando de un lado a otro en busca de algo fuera de lo normal. Solar dudaba que realmente pudieran ver algo entre toda esa oscuridad, el ladrón solo tenía que ser silencioso y rápido para pasar a todos ellos sin alguna dificultad. 

La habitación oscura se iluminó repentinamente con un resplandor plateado que atravesó los cristales y las cortinas, Solar solo había tenido tiempo para encogerse y cerrar los ojos cuando el chasquido aterrador retumbó en el cielo. Las paredes se estremecieron y las entrañas de Solar se encogieron cuando el sonido parecía hacer eco en su estómago.

Ella gritó, asustada y sorprendida. 

Se sintió como una niña pequeña otra vez. Cuando se acurrucaba entre las mantas ligeras de su habitación en Corona, intentado silenciar las tormentas de mayo, corría fuera de su cama y a través de los pasillos gritando por su padre y madre, sin importar si sus gritos alteraban a los pobres siervos adormilados que intentaban descansar para un día laborioso muy temprano por la mañana.

Para su alivio, su padre siempre salía de su propia habitación y corría a su rescate, la abrazaba con fuerza mientras besaba su cabello y le aseguraba que todo estaría bien. Él la llevaba a la habitación real, con su madre esperando por ellos, la acostaban en el centro de la gran cama, con su madre acurrucándola contra su pecho mientras cubría sus oídos y le tarareaba en voz baja. 

Pero ahora... ellos estaban a un mar de distancia y ella estaba sola. Los rayos atravesaron el cielo cortando el viento emitiendo a su paso un extraño sonido que hacia estremecer las ventanas de la habitación, la brillante luz ilumino los cielos como si la noche se transformara en día en cuestión de segundo iluminando el interior de la habitación con gran facilidad y tan repentino como había llegado, la luz desaparecía, dejando la habitación incluso más oscura que antes. 

Extraño elixirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora