Las marcadas Capitulo 63 parte XLVIII

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DÍA 3 DE LA LIBERTAD OTORGADA A LAS MARCADAS

(ULTIMO DÍA)

CONTINÚA PERSPECTIVAS

HIO

Por fin estaba listo no vestía con uniforme decidí vestirme formal a esa hora según los reportes yo ya había dejado el palacio como hace media hora, nadie nos vería salir y no tendría problemas, cuadre todos los reportes, fui cuidadoso para justificar mi salida, no deje cabos sueltos, estaba listo para esperarla en nuestro punto de encuentro.

Me recosté de la pared la estaba esperando en el único lugar que conocíamos y que ya frecuentamos antes, la noche anterior ella me espero allí, yo no sabía que me había mandado a citar con el idiota de Mioga que por cierto me debe esa, por su culp...

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Me recosté de la pared la estaba esperando en el único lugar que conocíamos y que ya frecuentamos antes, la noche anterior ella me espero allí, yo no sabía que me había mandado a citar con el idiota de Mioga que por cierto me debe esa, por su culpa me retrasé y ella me espero más de la cuenta, pero esta vez estoy temprano a tiempo para verla llegar y que no se decepcione por no encontrarme, tengo buen tiempo, no es por presumir, pero luzco bien, mi perfume es un buen aroma agradable para las hembras, mi aliento está perfecto fresco con ese toque ideal de menta, y lo mejor es que todo afuera está listo para nosotros, basta solo que se presente para que mi plan se inicie, no veo la hora de verla llegar y llevármela lejos de esta pocilga; tenía mi animo a mil, estaba ansioso, mis ojos estaban fijos hacia el pasillo que tenía en frente por donde ella llegaría de un momento a otro, sonreía buscando las palabras adecuadas para saludarla me tome algunos minutos para ensayar que le diría, me veía ridículo hablando conmigo mismo corrigiéndome quitando palabras de aquí y de allá para hallar una frase perfecta para ella... el tiempo comenzó a pasar, transcurrió una media hora y ella no se aparecía, comenzaba a ponerme nervioso sin embargo me di ánimos y me dije:

- tal vez su retraso se deba a que es una hembra, las hembras siempre hacen eso les gusta hacerse esperar y se retrasan, calmado Hio ella debe llegar en cualquier momento, no pierdas la calma, pero y ¿Si decidió castigarme? ¿Qué tal si no viene?- mi cabeza comenzaba a llenarse de dudas razonables que intentaba eludir para no preocuparme, respire hondo y continúe esperando... y así paso otro tiempo, media hora más para ser exacto, lo que hizo una hora completa y de Kiashi ni el menor rastro.

Que decepción, no necesitaba un espejo para mirar mi cara de idiota por estar allí esperándole como un completo imbécil, me sentí frustrado, abrumado, enojado y comencé a reñir conmigo mismo, caminando de impaciencia de un lado a otro

-Pero que imbécil eres Hio, ¿Qué te hizo pensar que ella te escucharía y aceptaría tu invitación? - me dije tragando saliva con dificultad, mis mejillas estaban enrojecidas de la vergüenza y la rabia, me sentí rechazado y tan incómodo, parecía que con su ausencia me estaba diciendo que no quería saber nada mas de mí, me estaba mandando al diablo de una sola estocada

-¡Maldición esto no puede estar pasando no fue como lo imagine! Kiashi me detesta, en verdad me odia, ella no quiere verme- me lamente con un tarugo en la garganta, ante el deseo que tenia de llorar - ¡sí!, ¡maldita sea! Llorar, llorar por ella, por una tigresa, ¿Cómo es que no puedo arrancarme del pecho esto que siento por ella y seguir con mi maldita vida como si nada? Pero la amo, ¡¡maldita sea yo amo a esa tigresa como nunca pensé amar a alguien!!... como me gustaría tener una botella aquí y ahogarme en licor para olvidar este despecho que comienza abrumarme- me di la vuelta y golpee la pared furioso, recosté mi cabeza de ella y apreté la mandíbula lo mismo que mi puño, me lamente una y otra vez, sentí que la perdía y esta vez para siempre, tenía que decirle adiós y eso me dolió en lo profundo no tienen idea de cuánto; me recosté de la pared y resbale mi cuerpo hacia el piso quedando sentado allí escondiendo mi rostro entre mis rodillas como un grandísimo perdedor, buscando no pensar, tratando de tragarme mi amargura, a fin de cuentas yo merecía su desprecio...

Cena para DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora