27. Día 4. / Disparo al corazón.

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Emilio.

Tengo calor. Trato de abrir mis ojos pero no lo consigo, estoy tan cómodo que no me puedo ni mover. El pecho de Joaquin es la mejor almohada que he usado en mi vida, dudo mucho que exista un mejor lugar para dormir. Siento como su pecho sube y baja tranquilamente, sigue dormido. Me sonrojo al darme cuenta que soy yo el que lo tengo atrapado con mi cuerpo. Mi cabeza en su pecho, mi brazo rodeando su cintura y una de mis piernas sobre las suyas. Con mucho cuidado suelto el agarre y lo libero, me acomodo en la cama y me concentro en su cara. Su rostro me da ternura y risa. Sus pestañas son largas y negras, sus ojos luchan por mantenerse cerrados pero no lo consiguen, están ligeramente abiertos al igual que su boca, me tapó la cara para no despertarlo con mi risa imprudente.

Se me ocurre una idea. Quiero darle una sorpresa a si que salgo de la cama a toda prisa y me pongo en acción.

El piso esta frió, busco mis pantuflas de dinosaurio y me las pongo resguardando mis pies. Voy hacia el refrigerador, necesito ver que puedo prepararle a Joaco de desayuno. Quiero lucirme. Decido por una tortilla de patatas. Esta de mas decir que no soy nada bueno para la cocina, me sorprendo a mi mismo conseguir picar las patatas sin cortarme los dedos. 20 minutos más tarde y el desayuno esta servido, me doy palmaditas en la espalda por el buen trabajo que logre, la comida se ve realmente apetitosa. Lo coloco todo en una charola, pongo los cubiertos, los vasos con jugo, y como toque final coloco una flor en el centro. Sin duda esto es lo más romántico que hice en mi vida, pero el hombre que sigue dormido en mi cama lo vale.

Tomo la charola y con todo el cuidado posible camino decidido hacia la habitación, pero al llegar a la puerta los nervios me traicionan. No quiero entrar. Me detengo unos segundos y me regaño mentalmente. No puede ser posible que vayas a tirar a la basura este hermoso detalle por vergüenza, doy un par de respiraciones y entro.

Joaco sigue en la misma posición, no se ha despertado a pesar del ruido que hice en la cocina. Pongo mi mejor sonrisa, aunque por los nervios seguro se ve demasiado falsa.

-Dormilon, despierta. He preparado el desayuno. - Siento como la charola tiembla en mis manos, la voz me sale realmente horrible y baja.

-Mmmmm... - Joaquin solo mueve un poco su cabeza, pero no despierta.

-Joaquin...

-Mmmm... - sigue dormido.

-Bondoni puedes despetar ya chingado, se me están durmiendo los brazos.

Sus ojos se abren de par en par, y su cuerpo se levanta de la cama como resorte.

-¡Emi! ¿Estas bien?... - Sus ojos me miran confundido de arriba abajo.

-Sí, sí estoy bien.. Solo te he preparado el desayuno... Y bueno, tú no despertabas así que te he tenido que gritar.

Sus ojos se achinan por la sonrisa que se le pone en la cara, me quita las charola de las manos y la acomoda sobre la cama, yo me quedo como estatua parado frente a él.

-Muchas gracias, esta tortilla se mira realmente buena.

Sus palabras suenan tan sinceras, que hacen que mi corazón se ensanche. Doy unos cuantos pasos, dudoso, y me siento a un lado de él. Parece un niño hambriento, comiendo felizmente su tortilla, y con justa razón ayer no cenamos. Sin pensármelo mas me dispongo a acompañar a mi par, para cuando menos pensamos la comida ha desaparecido de los platos.

Joaquin recoge la charola, y la pone en la mesa de la habitación. Yo no se que hacer, estoy sentado en la cama sin poder apartar la vista de él. Se sienta a un lado de mí y me toma las manos.

10 días - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora