ascensor

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Abigail.

—Sí, es un poco raro —James rueda sus ojos riéndose y pide el séptimo piso.

Cuando se abren las puertas, se adentra primero un chico, probablemente de nuestra edad con... Un bebé en los brazos. Selecciona el piso quince.

Entramos a la caja metálica. Intento no mirarlo, pero se me hace imposible cuando la pequeña, ahora me doy cuenta de que es una niñita, comienza a sonreírme y estira su manito hacia mí, intentando coger mi cabello.

Sonrío y miro al chico, quien supongo debe ser su hermano, porque no creo que sea su padre. Él no está prestando atención porque lleva la mirada en el móvil, parece tenso o preocupado por algo.

El bolso de la niña cuelga en su hombro.

Ahora que lo puedo observar con detenimiento, me sorprende que no me haya fijado en que lleva el cabello amarrado hacia atrás, en un pequeño chongo.

No puedo ver sus ojos, pero de inmediato noto que es bastante guapo.

¿Por qué estoy analizando a un chico en el ascensor? No lo volveré a ver en mi vida probablemente.

—Eahgug —la bebé pronuncia algo inentendible hacia mí y toma un mechón de mi cabello entre sus dedos. Sonríe divertida, y es recién ahí cuando el chico levanta la mirada.

Parece sorprendido de que la niña me esté haciendo muequitas, pero rápidamente sonríe y toma sus pequeñas manitos para apartarlas de mi cabello.

—Disculpa, ella no suele ser sociable, pero parece que le has agradado —me dice él con voz ronca y profunda, y por fin hacemos contacto visual. Tiene unos ojos verdes preciosos.

—No pasa nada, es muy hermosa —le respondo, sonriendo.

El ascensor llega al piso de mi compañero de carrera y abre sus puertas.

Le doy una última mirada a la bebé y al chico, y para mi sorpresa él me regala una cálida sonrisa. Un hoyuelo aparece en su mejilla.

Le devuelvo el gesto y camino junto a James.

—¿Lo conoces? —le pregunto por él.

—¿Al del ascensor? Creo que lo había visto antes, se me hace cara conocida, pero no estoy seguro. Quizás sea del edificio. ¿Por qué la pregunta?

—Nada, es solo que me sonrió coquetamente, ¿sabes? —digo con diversión.

—Tenía un bebé, Abigail —rueda sus ojos.

—Era una bebé, y muy linda por cierto. Además, probablemente era su hermana, no creo que haya sido su hija —me encojo de hombros.

—Sigue soñando, nena —murmura burlonamente y me pega una palmadita en la espalda—. Vamos, nosotros tenemos que hacer la tarea.

—Sí, empecemos —bufo sin ganas.

James y yo cursábamos ya el penúltimo semestre de Enfermería. Se sentía bien saber que a los veintidós años estaría apta para trabajar y ser independiente.

A él lo ayudaban sus padres económicamente aún, y yo quería independizarme, pero no sabía cómo.

Es decir, quizás comenzaría a trabajar los fines de semana o algo así, porque James me había ofrecido venir a vivirme con él, pero no lo decidía aún.

No estaba mal seguir viviendo con mamá hasta que me estabilizara en el ámbito económico. Ambas nos llevamos más que bien y de hecho disfrutamos mucho de nuestra convivencia.

Nuestro trabajo para la universidad lo terminamos pasadas las seis de la tarde. Y luego de eso me despido de James y salgo de su departamento.

Cuando pido el ascensor, no se demora nada en llegar, y al abrirse las puertas, solo puedo atinar a reírme.

—Tú de nuevo —le digo al chico entrando al elevador.

Ya no lleva el chongo de temprano, ahora su cabello está suelto alrededor de su rostro y puedo percatarme de lo largo que lo tiene. Unos rizos castaños deshechos se extienden mayormente por las puntas de su pelo, que le llega casi al hombro.

—Wow, estoy a punto de pensar que esto ya no es coincidencia —se burla, con una sonrisa torcida.

La bebé comienza a sonreír hacia mí nuevamente y sus ojos color azuloso brillan intensamente. Es preciosa.

—Hola, bonita —le hablo dulcemente, tocando su manito—. ¿Es tu hermana?

Él sacude su cabeza con diversión.

—Es mi hija.

No puedo evitar sentirme algo sorprendida. No creí que fuera el padre de la niña. Se ve demasiado joven.

Bueno, realmente eso no tiene nada que ver, me recuerdo a mí misma.

—Oh, lo siento, creí que... —me disculpo torpemente, pero él sonríe y me hace sentir más cómoda.

—No pasa nada —me asegura.

El ascensor llega al primer piso y ambos caminamos fuera.

—Uhm, ¿puedo saber tu nombre?

Su pregunta me saca de balance por unos segundos, pero luego me relajo.

—Abigail Castillo —me presento.

—Harry Styles—. ¿Eres extranjera? —frunzo el ceño ante su pregunta—. No, no me m-mal interpretes, por favor. No pretendía sonar irrespetuoso. Es que tu apellido no se me hace...

—No te disculpes —le resto importancia—. Soy de Chile, en Sudamérica. Mi mamá y yo nos vinimos a vivir aquí cuando tenía quince años.

—Oh, pero no pareces latina... —sus mejillas adquieren un leve tono rosa cuando yo me río.

Es adorable. No parece lo suficientemente maduro como para estar criando una bebé. ¿O será que solo le tocó salir con ella? Sí, debe ser eso. Probablemente la mamá de la niña lo debe estar esperando en casa, o su novia.

—No todos los latinos somos morenos, ¿sabes? —digo divertida.

—Fue una estupidez decir eso, lo siento. Estoy cansado y no pienso mucho lo que estoy hablando.

Me río y sacudo mi cabeza.

—No, está todo bien. En serio —sonrío tranquilizadoramente.

—Entonces... ¿Te veré por ahí, Abigail?

—Eso es básicamente imposible.

—Lo sé —sonríe avergonzado, bajando la mirada—. ¿Sería demasiado invasivo si te pidiera tu número telefónico?

—No quiero ser grosera, pero no pareces un hombre libre —suelto honestamente.

—¿Eso quiere decir que pensaste en mí amorosamente? —se burla.

Mis mejillas arden. Idiota.

—Eso quiere decir que ni siquiera me gusta ser amiga de hombres infieles. Si fuera tú me daría vergüenza estar coqueteando con mi hija en los brazos.

—Soy padre soltero, si es lo que te preguntas. Soy un hombre libre.

De inmediato me siento avergonzada nuevamente. ¿Por qué hago suposiciones tan rápido?

—Dame tu teléfono, me agendaré en el —murmuro.

Su sonrisa de satisfacción me lo dice todo. Y se saca el móvil del bolsillo para dármelo.

Me guardo en sus contactos rápidamente y se lo devuelvo.

—Te llamaré, Abigail —promete.

—Eso espero —suelto sonando más ansiosa de lo que pretendía.

Cálmate, Abi. Por favor no seas ridícula.

—Por cierto, ella es Shailene —se ríe, mirando a su hija.

—Mucho gusto, Shay. Espero volver a verte pronto.

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Actualizaciones cada lunes xx

hard times || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora