casa

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Abigail.

—¿Y eso? —me pregunta Evelyn, mi mejor amiga.

—Ha sido Peter —respondo, observando una vez más la caja de bombones que me ha regalado al salir de clases y ahora yacen en el buró junto a mi cama.

Me termino de mirar al espejo y salimos del cuarto, directo al centro comercial porque mi amiga tiene la boda de un pariente y necesita algún vestido.

—Está loco por ti, Abi —rueda sus ojos y acomoda su cabello rojizo teñido hacia atrás mientras salimos de casa.

—Sí, es lo que hay —me encojo de hombros.

Mi teléfono suena justo cuando me subo al auto de mi amiga. Lo saco de mi bolso desganada, hoy debo  estudiar para un examen cuando llegue y no tengo ganas de nada ni tiempo para nadie.

—¿Quién es? —inquiere Lyn, al ver que no contesto.

Le muestro la pantalla que indica el nombre de Harry.

—¿Qué clase de exorcismo debes hacerte para que entiendas qué clase de hombres no te convienen? ¡Los inmaduros, los machistas, los infieles, los casados, los viejos, los con hijos! Por favor, Abigail.

—No seas así. Y por favor guarda silencio.

—Dile desde ya que no te interesa amorosamente y que no serás la mamita de su bebé —rueda sus ojos una vez más, en menos de cinco minutos.

La llamada se corta y yo bufo. Maldita sea, no alcancé a contestar.

—Vamos a despejarnos un rato y ya deja de pensar en ese tipo, ¿bien?

Sé que quizás Evelyn no es la persona más delicada al momento de darte un consejo o brindarte su opinión, pero en el fondo sabía que lo decía porque me quería y se preocupaba por mí. No quería que saliera dañada otra vez como en mis relaciones anteriores, y en cierto modo, la entendía y se lo agradecía.

•••

—¡Hey, mamá! ¡Ya estoy en casa!

Ella aparece de la cocina. Me sonríe y se acerca a besarme la mejilla. Hace ya varios meses que ella está sin trabajo, y no ha encontrado nuevamente.

—¿Tienes mucho que hacer?

—Sí, bastante estudio, prefiero adelantar lo más que pueda para no estresarme tanto en el examen de la próxima semana.

Meredith asiente, pero una pequeña mueca de preocupación se instala en sus facciones.

—¿Pasa algo?

—Nada que tu madre no pueda solucionar, cariño —intenta sonreír, pero el gesto no llega a sus ojos.

—Te conozco, dime lo que sucede —le pido.

Ella suspira y sus ojos oscuros se cargan de lágrimas. De inmediato me alarmo. Mi mamá no es de agobiarse por cualquier cosa que tenga solución, todo lo contrario.

—Ven, cielo —me hace sentarme en el sillón de tela marrón junto a ella.

—Me estás asustando, ¿qué está pasando, mamá?

—Abi, no tenemos más ahorros.

Mis ojos se abren en sorpresa. Primero mi corazón da un salto dentro del pecho, pero me relajo y rápidamente digo:

—Puedo empezar a trabajar, no es un problema. De alguna forma...

—Hipotequé la casa porque le debía muchísimo dinero al banco del préstamo para tus estudios. La deuda aumentó cada vez más y... No tuve otra opción, Abi. Tenemos que venderla para salir de esto.

hard times || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora